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Crítica: George Benjamin dirige «Written on skin» en la Konzerthaus de Viena

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Autor: Raúl Chamorro Mena
19 de febrero de 2020

Una obra maestra del Siglo XXI

Por Raúl Chamorro Mena
Viena, 16-II-2020, Konzerthaus-Grosser Saal. Written on skin-Escrito en la piel (George Benjamin). Georgia Jarman (Agnès), Ross Ramgobin (El protector), Tin Mead (Primer Ángel/El muchacho), Victoria Simmonds (Segundo Ángel/ Marie), Nicholas Sharrat (Tercer Ángel/John). Orquesta Filarmónica de Radio Francia. Director: George Benjamin. Versión en concierto semiescenificada

    Comentaba recientemente en la recensión del estreno en Madrid de Into the Little Hill, la primera obra para el teatro de George Benjamin (Londres, 1960) que la segunda, Written on skin se ha convertido, posiblemente, en la ópera del siglo XXI más representada desde su estreno en Aix-en-Provence en el año 2012. Este éxito de crítica y público –inaudito para una ópera contemporánea- se debe, tal y como escribí en su día con ocasión de su estreno en Madrid el 17 de Marzo de 2016, a que Benjamin logra -en fructífera colaboración son su libretista Martin Crimp- una apropiada imbricación texto-canto-música con una gran impronta dramática, algo que parecen dejar de lado la mayoría de compositores actuales sólo preocupados por experimentar con las sonoridades orquestales, colocando la escritura para la voz en un callejón sin salida y obviando cualquier emoción o tensión teatral, arrumbando el sentido del pathos, por considerarlo algo del pasado, propio del romanticismo. En el caso de la ópera, que es teatro lírico y que se sustenta en la voz, todos estos presupuestos son un gran problema.


   Sugestiva a la par que emocionante esta oportunidad de volver a ver Written on skin, con el autor en el podio al frente de una magnífica orquesta como la de Radio Francia, en una ciudad tan musical y que tanto cariño tengo como Viena. El Konzerthaus, -inaugurado en 1913 y situado en la cercanía de la Beethoven Platz-  como epílogo de una jornada de domingo en que pude disfrutar en la ciudad hasta tres eventos musicales, programaba esta versión en concierto semiescenificada (como fue el aludido estreno madrileño), en el que los cantantes interactuaron sobre el escenario e incluso, pudimos ver a Agnès comer del plato, que le ofrece su esposo, con el corazón de su amante. Hay que subrayar que todo el elenco convocado completó una gran caracterización interpretativa de sus respectivos personajes.

   Barbara Hannigan, la Agnès por antonomasia desde el estreno, grandísima artista dominadora de la ópera del siglo XX y contemporánea, canceló «por razones personales» su participación en el evento, pero fue apropiadamente sustituida por la soprano estadounidense Georgia Jarman, que está asumiendo recientemente en variados escenarios los papeles protagonistas, ambos estrenados por la Hannigan, tanto de Written on skin como de la tercera ópera de Benjamin, Lessons in love and violence (Londres, 2018). Jarman, que es joven, guapísima y luce una espectacular melena rubia, demostró temperamento, garra e instinto teatral, además de un material vocal más sonoro y caudaloso que la soprano canadiense. Sin llegar a la penetración psicológica y profunda caracterización dramática de la creación de Barbara Hannigan, Jarman moldeó impecablemente el personaje de Agnès, símbolo, no sólo de la emancipación sexual y personal de la mujer, también de la rebeldía ante el poderoso, su esposo y protector, señor feudal infatuado que abusa de su poder ilimitado.


   El timbre de soprano lírico-ligera de la Jarman cuenta con cierto cuerpo y buena proyección, aunque carece de especial belleza. Contrastada en el fraseo e incisiva en acentos, manejó bien la alternancia, siempre con fines dramáticos, de notas con y sin vibrato, además de exponer impecablemente la evolución del personaje. De la Agnès sumisa y cohibida del principio, con una irresistible sensualidad latente, soterrada, a la enamorada, apasionada de después, para culminar en la ya segura de sí misma, dispuesta a desafiar y enfrentarse a su marido y su amante, que no termina de estar a la altura. Notable, asimismo, el barítono británico Ross Ramgobin, que personificó de forma convicente al protector mediante un variado juego de acentos y matices. Por su parte, el contratenor Tim Mead, que interpretó al muchacho en el Teatro Real, demostró tener dominado el personaje, además de mostrar su musicalidad como cantante. Igualmente, Victoria Simmonds, también presente en la interpretación madrileña, volvió a encarnar impecablemente a Marie, la hermana de la protagonista, bien secundada por el tenor Nicholas Sharratt como su esposo John, además del segundo y tercer ángel, respectivamente.

   Benjamin, una especie de mago de la orquestación, moldea un tejido tan subyugante como embriagador de sutilezas tímbricas, primorosas sonoridades y texturas, que, como ya se ha subrayado, se imbrica con el canto y la progresión dramático-teatral. La orquestación no carece de momentos de vigor y poderío, pero se basa fundamentalmente en la sutileza, la delicadeza, la transparencia y el refinamiento con el uso de instrumentos como la mandolina, clarinete contrabajo, viola da gamba y armónica de cristal. Espléndido oficiante de su propia magia fue, por supuesto, George Benjamin, con una magnífica labor musical, tan refinada y transparente (se oye absolutamente todo), como plena de tensión y pulso teatral. Sobresaliente la prestación de la Orquesta Filamónica de Radio Francia incluida Romina Lischka con la viola da gamba y Philip Marguerre a cargo de la Glass harmonica o armónica de cristal. Gran éxito con especiales ovaciones al autor de esta obra maestra de la ópera contemporánea.

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