
Crítica de José Antonio Cantón de Goyescas de Enrique Granados y El retablo de maese Pedro de Falla en el Teatro Cervantes de Málaga, bajo la dirección musical de José María Moreno y escénica de Francisco López
Curioso díptico lírico español
Por José Antonio Cantón
Málaga, 25-V-2025. Teatro Cervantes.Óperas: Goyescas o Los majos enamorados de Enrique Granados y El retablo de maese Pedro de Manuel de Falla. Repartos: Raquel Lojendio, Mónica Redondo, Enrique Ferrer y Damián del Castillo en Goyescas, y Joan Martín-Royo, José Luis Sola y Lidia Vinyes-Curtis en El retablo de maese Pedro. Puesta en escena: Francisco López. Orquesta Filarmónica de Málaga y Coro Titular Teatro Cervantes de Málaga - Intermezzo. Dirección musical: José María Moreno.
Con el título “La edad de Plata. Díptico español” se ha presentado como cierre de la trigésimo sexta temporada lírica del Teatro Cervantes de Málaga un doble programa con dos de las óperas más señeras de nuestro repertorio del siglo XX como son Goyescas de Enrique Granados y el singular Retablo de maese Pedro de Manuel de Falla, conectados en un espectáculo ideado por el director escénico, Francisco López, en el que ha hecho un ejercicio de exposición de lo que pudo haber pasado con una reconstrucción hipotética de las circunstancias creativas de ambas obras junto momentos relevantes de la vida de sus autores; la muerte del músico catalán en el Canal de la Mancha y el exilio a Argentina del compositor gaditano como pretexto dramático para ofrecer una realización bastante libre de cada una de ellas como ocurre especialmente en la obra de Falla, en la que se sustituyen las marionetas por actores. Ante este planteamiento, el dramaturgo cordobés ha necesitado plasmar en las notas del programa de mano una explicación resumida de la dramaturgia desarrollada en este espectáculo que rompía con el seguimiento al uso que suele darse en la puesta en escena de una realización operística, en este caso, coproducida con la Ópera de Oviedo. De ahí que termine su guión aclaratorio justificando el “repensar” la España común como necesidad para que no se repitan los errores de nuestra historia pasada que ha sufrido nuestro país.
Llevar esta necesidad a un escenario sólo debe entenderse desde una creación de nuevo cuño que aglutinara las grandes cuestiones de nuestro pasado, que aún perviven como elementos necesarios utilizados para justificar la perenne problemática que viene afectando a nuestro ser español, concepto de poliédrica controversia como puede inferirse de personalidades tan sabias como José Luis Abellán, Antonio Domínguez Ortiz o Julián Marías que la dejaron meridianamente discernida en sus tratados.
Hay que decir que el primordial valedor de ambas óperas ha sido el maestro José María Moreno que ha sabido adentrarse en su núcleo emocional manejando la música como elemento conductor y a la vez catalizador de los sentimientos entrecruzados que se presentan en la obra de Granados, y como traductor de ese difícil equilibrio que requiere El retablo de todo intérprete que se lo proponga al tenerse que amalgamar sones tradicionales hispanos con las novedosas técnicas de composición modernista, no dejando perder en momento alguno el patético humor y la solidez del pensamiento ético y filosófico de la paradigmática novela de don Miguel de Cervantes.
Su seguridad musical quedó perfectamente transmitida a los cantantes, sacando siempre el máximo partido de sus facultades canoras como vino a suceder en la soprano tinerfeña Raquel Lojendio en el papel de Rosario en Goyescas, al dejar muestra de su suficiencia vocal con sobrados recursos en todas las facetas de su canto. De semejante modo hay que valorar la intervención de la mezzosoprano Mónica Redondo en el rol de Pepa, sabiendo en todo momento acompañar su voz a la vis dramática, como también ocurrió con los dos personajes masculinos, el capitán Fernando y el torero Paquiro, interpretados por el tenor madrileño Enrique Ferrer y el barítono ubetense Damián del Castillo, respectivamente.
Generó la misma confianza en los tres cantantes que intervinieron en la obra de Falla: el barítono catalán Joan Martín-Royo en el papel de Don Quijote, el tenor navarro José Luis Sola haciendo de maese Pedro, y el imprescindible Trujamán a cargo de la contralto barcelonesa Lidia Vinyes-Curtis que plasmó en toda su acción ese característico canto llano priorizando el impulso rítmico y una clara declamación sobre una vocalización expansiva.
El polifacético músico asturiano Pablo Moras conectó con el maestro Moreno en el sentido dado a la dirección del Coro Titular del Teatro Cervantes de Málaga - Intermezzo, así como escénicamente también la bailarina y coreógrafa de flamenco y danza española, la cordobesa Olga Pericet que ha llevado el peso de la condensada intervención balletística que se ofreció en Goyescas, generando una colorista plasticidad que se percibió acertadamente implementada siempre por el vestuario y la figuración diseñados por el cordobés Jesús Ruiz.
El público reaccionó con un aplauso que tenía un aire protocolario, que dejaba patente la difícil percepción del intrincado planteamiento de este doble programa lírico en el que se echó de menos una muestra unívoca de cada obra que favoreciera su idea originaria sin enlaces nuevos ni aditamentos. El entusiasmo y buen hacer que mostraron tanto cantantes como músicos y actores fue sin duda alguna lo más destacado de este ucrónico sueño de España, como lo ha definido Francisco López queriendo incorporar una especial autoría dramática a la dirección escénica de este curioso díptico.
Fotos: Daniel Pérez
Compartir