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Crítica: «Hansel y Gretel» en el Teatro Campoamor de Oviedo

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Autor: Nuria Blanco Álvarez
22 de septiembre de 2025

Crítica de Nuria Blanco Álvarez de la ópera Hansel y Gretel de Humperdinck en el Teatro Campoamor de Oviedo, bajo la dirección musical de Pablo González y escénica de Raúl Vázquez

«Hansel y Gretel» en el Teatro Campoamor de Oviedo

Hänsel und Gretel, te lo digo o te lo cuento


Por Nuria Blanco Álvarez | @miladomusical
Oviedo. Teatro Campoamor. 17- IX-2025. Hänsel und Gretel (Engelbert Humperdinck). Anna Harvey (Hänsel), Erika Baikoff (Gretel), Teresa Fuentes (Gertrud), Carles Pachon (Peter), Stéphanie Müther (La bruja), Vilma Ramírez (El arenero), Sofía Gutiérrez-Tobar (Hada del rocío). Coro Infantil Escuela de Música Divertimento. Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias. Dirección musical: Pablo González. Dirección de escena: Raúl Vázquez.

   La 78 Temporada de Ópera de Oviedo ha dado comienzo con el estreno de Hänsel y Gretel en una nueva producción de la entidad ideada por el debutante Raúl Vázquez. El director asturiano da una vuelta de tuerca al popular cuento de los hermanos Grimm en una visión muy particular del mismo donde sorprendentemente no aparece bosque alguno y la casita de caramelo no es más que una pequeña maqueta. Parte de una idea ecléctica, sin mucha unidad entre los tres actos en que se desarrolla la acción que se aleja del concepto tradicional de la conocida historia. El primer acto tiene lugar en la desvencijada casa de los hermanos protagonistas rodeada de suciedad, en un entorno casi intransitable, como si de un basurero se tratase, que nos recordaba a la creación de Sagi en su Katiuska, en esa ocasión con la destrucción de la guerra. Así deseaba Vázquez plasmar el sufrimiento infantil ante la carencia de medios económicos y de afecto familiar, con una madre desapegada y un padre borracho, una escena en la que observamos ciertos paralelismos con Un tranvía llamado deseo en otro orden familiar pero con ambiente, conflictos y personajes similares, como el rudo y alcohólico Stanley que persigur el sueño americano.

«Hansel y Gretel» en el Teatro Campoamor de Oviedo

   El segundo acto está presidido por un inmenso cartel con la típica imagen de familia feliz americana de los años 50 sentados en un sofá viendo la televisión y un gran letrero que reza “Nothing like our happy way of life” (“No hay nada como nuestro estilo de vida feliz”) y que costaba leer al estar situado sin apenas margen del límite superior del cartel, inundado además por las sombras que se generaban por las lámparas que pretendían en realidad iluminarlo -inteligente el cambio del suelo que, en un suspiro y ante los ojos del público, pasó de ser un estercolero a una enorme alfombra roja-. Se supone que esta imagen era a la que aspiraba la decrépita familia del cuento de Vázquez, aunque quizá hubiera sido más acertado, en esa línea, la famosa frase de El mago de Oz: “There´s no place like home” (“No hay lugar como el hogar”), que mantendría la idea del director pero lo acercaría más a la ópera de fantasía que es en realidad Hänsel y Gretel. Märchenoper (“Ópera de cuento de hadas”) es como en realidad se denominó en su estreno en 1893 en el Teatro de la Corte de Weimar, algo similar a la Opéra Féerie francesa y de alguna manera a la Zarzuela bufa de gran espectáculo de España; sin embargo, Raúl Vázquez, ha optado por desprenderse de toda esa grandilocuencia y fantasía que sin duda epataría al espectador y sería muy apropiada para la historia de un cuento infantil con una casa de caramelo como protagonista y una bruja que siempre da mucho juego. Lo que sí incluyó fue una escena sexual muy explícita y sin venir a cuento, nunca mejor dicho. Se optó por un tercer acto en rosa chicle en el interior de la casa de la bruja, que bien parecía una pastelería de tartas nupciales, adornada con grandes globos en su techo -de nuevo un elemento usado por Sagi en no pocas ocasiones- y una bruja a lo Señora Doubtfire pero en rosa monocromático, del que se iba desprendiendo a medida que se dejaba ver su maldad hasta quedarse en un vestidito negro. Fue la interpretación de Stéphanie Müther, con su modulación de voz al nasalizarla ocasionalmente a propósito y con sus dotes interpretativas, la que hizo que poco a poco viéramos al malvado, aunque un tanto torpe, personaje.

«Hansel y Gretel» en el Teatro Campoamor de Oviedo

   El elenco fue lo más destacado de la noche, en general muy homogéneo y natural en lo vocal y con buenas aptitudes dramáticas. La pareja protagonista, Anna Harvey como Hänsel y Erika Baikoff como Gretel, desarrollaron sus papeles con gran desparpajo escénico, especialmente la segunda de ellas, aunque fue una pena que durante casi toda la representación se dirigieran constantemente hacia el público durante sus intervenciones vocales en lugar de interactuar entre ellas. Ambas dieron muestras de su calidad vocal en unos papeles muy adecuados a sus virtudes canoras. Destacaron especialmente en sus dúos, perfectamente empastados y de gran belleza sonora. Las dos debutaban en la ópera de Oviedo, al igual que la mexicana Teresa Fuentes en el papel de Gertrud, que interpretó con solvencia. Carles Pachon, el único hombre del reparto, encarnó adecuadamente al padre de las criaturas, con una bonita voz de barítono y de buena proyección. No estuvieron, sin embargo, al mismo nivel que los anteriores Vilma Ramírez ni Sofía Gutiérrez-Tobar, en los papeles de El arenero y el Hada del rocío, respectivamente. La primera con una voz de poca presencia y la segunda chillona y de timbre metálico que rompía con la homogeneidad reinante.

   Lo que sí fue una maravilla fueron las intervenciones del Coro Infantil Escuela de Música Divertimento, una preciosidad de voces blancas perfectamente empastadas, con un timbre tremendamente natural y muy cuidado, parecían ángeles, gran trabajo el de su directora Cristina Langa. También estuvieron muy disciplinados en escena con momentos muy conseguidos como su aparición al comienzo de la obra.

   Muy esmerada la labor del director de orquesta asturiano Pablo González, siempre pendiente de los cantantes y que supo impulsar a la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias consiguiendo delicadas intervenciones, como en el Preludio, y muy sincronizada con los cantantes en el juego de imitaciones hacia el final de la obra. 

Fotos: Iván Martínez

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