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'Il divino Claudio'. Monteverdi en el 450 aniversario de su nacimiento

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Autor: Mario Guada
12 de febrero de 2017

IL DIVINO CLAUDIO: MONTEVERDI EN EL 450.º ANIVERSARIO DE SU NACIMIENTO

   Por Mario Guada | @elcriticorn
Siempre recuerdo algo que leí siendo un preadolescente, cuando me empezaba a interesar en serio por la música y a leer por aquí y por allá, la mayoría de las ocasiones textos que no alcanzaba a entender. Algún autor, al que lamentablemente no recuerdo, comentaba que desde su punto de vista existierontres compositores que habían marcado un antes y un después en la historia de la música occidental: Claudio Monteverdi, Ludwig van Beethoven y Arnold Schönberg. Visto esto a lo largo de los años, con la perspectiva que da la madurez y especialmente adquiriendoel conocimiento necesario para poder profundizar con intensidad en la creación de estos y otros autores, uno se da cuenta de que en cierta manera tenía razón. Quedanfuera otros autores, sin duda, y el argumento está por supuesto abierto a debate: ¿nadie en el vital paso del Medievo al Renacimiento: un Guillaume de Machaut, por ejemplo? Aun con todo, entiendo lo que aquel olvidado autor quería decir, pues cada uno de ellos ejemplifica de manera magistral un cambio estético trascendental en la historia de la música. El año 2017 vivirá la celebración de una de las efemérides musicales más esperadas de los últimos años, precisamente los 450 años del nacimiento del primero de aquellos autores, Claudio Monteverdi, figura fundamental y primordial en el paso del Renacimiento al Barroco, sin la cual los géneros polifónicos y monódicos por excelencia del momento hubieran carecido de su esencia primaria. Este artículo es el homenaje que le queremos rendir desde Codalario, y en suma, todo un reto para quien lo firma, porque la responsabilidad y el respeto que supone y le tengo a Il divino Claudio, al que admiro tanto y con el que me he emocionado tantas veces, es inmenso. Poco o nada es ya lo que se puede aportar de nuevo sobre tan magna figura, por lo que el presente texto pretende ser una aportación en español que sirva como un acercamiento, más o menos extenso, basado en algunos de los textos de referencia que ya existen desde hace años: la monografía de Paolo Fabbri [Cambridge, Cambridge University Press, 1994], sin duda la referencia de las últimas décadas en cuanto a su vida y obra, y el texto del que se extraen la mayoría de los datos fundamentales para este artículo; las notas críticas que Stefano Russomanno redactó para la grabación integral de los madrigales monteverdianos [San Lorenzo de El Escorial, Glossa, 1998-2008] –magnífico resulta escuchar a La Venexiana | Claudio Cavina interpretar la maravillosa integral de madrigales monteverdianos, mientras se leen las descripciones tan certeras de Russomanno–;algunos datos relevantes en cuanto al catálogo monteverdiano que aporta Tim Carter en su voz Monteverdi para The New Grove Dictionary of Music & Musicians [Stanley Sadie & John Tyrrel (eds.). London, Macmillan, 2001].

   Monteverdi –o Monteverde, como también se le podía encontrar mencionado en su época– nació en la localidad italiana de Cremona –célebre por ser uno de los centros más autorizados en la edad dorada de la lutería europea– un 15 de mayo de 1567 –fecha que aparece en los registros como día de su bautizo, pues el día exacto de nacimiento no se conoce–. Primogénito de Baldassarre Monteverdi y Maddalena Zignani, quienes habían contraído matrimonio un año antes, Monteverdi perdió a su madre a la pronta edad de nueve años, aunque su padre se volvió a casar hasta en tres ocasiones –con Giovanna Gadio en 1576/77 y Francesca Como, d. 1583–, con las que engendró seis hijos, uno de los cuales, Giulio Cesare, tendría cierta importancia en el ámbito musical.

   Su infancia y juventud se desarrollaron en su ciudad natal, primero de los tres centros musicales vitales a lo largo de su carrera –fantásticamente relatados por Paolo Fabbri–. Allí se formó al abrigo del músico más importante de la ciudad en aquel momento, Marc’Antonio Ingegneri, quien ejercía el magisterio de capilla en la catedral de Cremona y cuya influencia sobre el autor cremonés en sus primero trabajos es absolutamente palpable. Monteverdi parece sentirse orgulloso de su maestro, al menos así se puede colegir de las permanentes menciones que hace de él en sus publicaciones de este momento: Egregii Ingegnerii Discipuli [Sacræ Cantiunculæ] o Discepolo del Sigr. Marc’Antonio Ingegneri [Madrigali spirituali; Canzonette; Madrigale… Libro primo; Il libro secondo de madrigale]. Es muy probable que, dado que Monteverdi no figuró en la plantilla de músicos de la capilla catedralicia –como señala Tim Carter–, dichas lecciones musicales fuesen realizadas en privado. Monteverdi debió tener una sólida formación en el canto –posteriormente él mismo dio lecciones a otros músicos–, pero también como instrumentista de cuerda frotada, especialmente en la viola da braccio.

   De este período son ya algunas de sus colecciones de gran importancia. No obstante, el primer Monteverdi compositor nos llega con la publicación de Sacræ cantiunculæ tribus vocibus [Venezia, Angelo Gardano, 1582]. Esta colección encarna todavía a un Monteverdi desconocido –sí, es posible–, que a pesar de contar con tan solo quince años, muestra ya sus elevadas dotes musicales, además de su enorme ambición al publicar la colección en la imprenta del afamado impresorveneciano. Se compone de veintitrés breves motetes a tres partes, cuyo texto se toma de la Vulgata, los Breviarios romano y ambrosiano, así como del Misal Romano. El estilo resulta un tanto anacrónico, poco Monteverdiano aún, pero muestra una capacidad creadora y estilística muy competente. De mayor relevancia es ya su segunda colección, Madrigali spirituali a quattro voci [Brescia, Vincenzo Sabbio, 1583], quizá con una ambición más local, pero que a través de sus 11 madrigales en italiano, sobre textos de Fulvio Rorario [Rime spirituali; Venezia, Guerra, 1581], desarrolló de manera interesante ese género todavía no definido dentro de la Contrarreforma de finales del XVI, el madrigal espiritual, que utilizaba un texto vernáculo para poner en música un tema sacro de corte moral o devocional. En  lo musical el género se abrazaba por completo al madrigal de tipo profano, que llevaba décadas triunfando en Italia. Él mismo en la dedicatoria habla de estos madrigales como mis primeras obras a cuatro voces. Lamentablemente apenas la parte del bajo ha sobrevivido, por lo que valorar su calidad y escuchar una interpretación actual es imposible.

   Un año después ve la luz su colección Canzonette a tre voci [Venezia, Giacomo Vincenzo & Ricciardo Amadino, 1584], lo que sin duda marca la clara intención de Monteverdi por darse a conocer y por acceder a un puesto de trabajo de cierta relevancia, máxime cuando esta colección está dedicada a uno de los miembros más importantes de la familia Ambrosini, de gran abolengo en Cremona. Conformado por veintiún piezas sobre textos en italiano de autores anónimos, Monteverdi demuestra su interés por las formas vocales profanas menores del Renacimiento, no únicamente por el gran madrigal –como hará a partir de su siguiente publicación–. Fabbri define este género como una forma vocal cercana al madrigal, de carácter estrófico y para un número reducido de voces –normalmente tres–, que para el compositor cultivado del momento y su público constituíaun momento de relajación, libre de la acuciante necesidad de expresividad de otros géneros,y que tendía hacia los ritmos de baile y hacia lo cómico e incluso grotesco. A pesar de ser una forma en cierta manera popular, alcanzó la atención de los grandes compositores y estuvo en boga especialmente a partir de 1560. Es quizá un género en el que las pretensiones literariasno son excesivamente elevadas, por lo que no extraña que estasCanzonette de Monteverdi mantengan a los autores del texto en el anonimato. Estas breves piezas se inspiran en el estilo moderno de las Villanelle de Luca Marenzio, aunque no en todos los puntos consiguen igualar la solvencia técnica de este. Se sirven de un vocabulario importante en el terreno delmadrigalismo y hacen uso de disonancias expresivas. La mayoría de ellos presentan una tesitura alta, que junto con su estilo florido sugieren las texturas del llamado Concerto delle done –ese conjunto formado por mujeres, que durante casi veinte años demostró una calidad musical realmente impresionante en la corte de Alfonso II en Ferrara–.Al igual que esas villanelle, pertenecen a un género en el que los compositores podían fingir no esmerarse tanto como en otros géneros. Sin embargo, la textura en trío realmente florida, en la que el bajo es por completo unbajo estructural y las voces agudas juegan un papel crucial en la definición tonal de la pieza, además de las frasestonalmente estructuradas en términos de una clara progresión cadencial, ejemplifican la verdadera base –al menos hasta la llegada de sus libros de madrigales a cinco voces de la década de 1580– de la producción que Monteverdi desarrollará a posteriori –como lo observa Fabbri en su monografía–.

   A partir de este momento comenzará la andadura del Monteverdi más célebre, aquel que ha pasado a la historia como uno de los grandes creadores del Barroco y de la música de todos los tiempos...

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