Crítica: «Il furioso nell'isola di San Domingo» en el Festival Donizetti de Bérgamo

Locura masculina

Por Raúl Chamorro Mena
Bérgamo, 16-XI-2025, Teatro Donizetti. Donizetti Opera Festival 2025. Il furioso nell'isola di San Domingo (Gaetano Donizetti). Nino Machaidze (Eleonora), Paolo Bordogna (Cardenio), Santiago Ballerini (Fernando), Valerio Morelli (Bartolomeo), Bruno Taddia (Kaidamà), Giulia Mazzola (Marcella), Coro de la Academia del Teatro Alla Scala. Orquesta Donizetti Opera. Director musical: Alessandro Palumbo. Director de escena: Manuel Renga. 

   Il furioso nell'isola di San Domingo (Roma, Teatro Valle, 1833) desapareció del repertorio de los teatros de ópera a finales del siglo XIX y así continúa, si exceptuamos algunas reposiciones aisladas en 1987 y 2013. Resulta sorprendente, dese luego, pues se trata de una ópera semiseria con libreto de Iacopo Ferretti que contiene algunos elementos tan interesantes como particularmente originales, aunque bien es verdad que quizás demasiado apegados a su época, lo que puede explicar esta postergación de la obra. 

   En primer lugar, resulta realmente insólito en el melodrama italiano protorromántico la enajenación mental de un personaje masculino, en este caso, Cardenio. Igualmente, al reconocimiento expreso de adulterio por parte de un personaje femenino, Eleonora. Un adulterio consciente y libremente elegido. Asimismo, el papel de Cardenio, estrenado por un Giorgio Ronconi de 22 años de edad, resulta fundamental para perfilar la vocalidad baritonal, en línea preverdiana. No en vano, el propio Ronconi diez años después será el primer Nabucco. 

   A destacar también en esta ópera, basada en un episodio del Quijote de Cervantes, su localización en lugar exótico, Santo Domingo, primera colonia estable de América, fundada por Cristóbal Colón. Esto implica otro elemento a destacar, la crítica al Imperialismo europeo y la esclavitud a través del personaje de Kaidamà, el elemento cómico de la obra. Cómico y trágico al mismo tiempo, pues encarna una reflexión social sobre la esclavitud y lo que ello implica en cuanto a violencia, abuso de fuerza -simbolizada por esa fusta con la que su amo Bartolomeo le martiriza- y racismo. 

   Cardenio, motor de toda la trama, alterna momentos de lucidez y locura en los que se muestra violento. Todo ello provocado por la ruina económica y, sobre todo, el desamor por parte de su esposa Eleonora que le abandona por otro hombre e incluso se burla y le escarnece. Paolo Bordogna, de emisión desigual y timbre ingrato y nasal, sacó adelante, sin embargo, el exigente papel, que pide generosa extensión y gran flexibilidad. En lo interpretativo, mediante su entrega actoral y apropiado juego de acentos, caracterizó de manera impecable el protagonista de la ópera, de presencia constante sobre el escenario.   

   El tenor Fernando, hermano de Cardenio, no tiene mucha participación en la trama, pero disfruta de dos espléndidas escenas recitativo-aria-cabaletta, de particular lucimiento. Santiago Ballerini mostró voz bella, luminosa, meridional, homogénea, de esas voces que reivindican la calidad de un timbre y la sugestión que ejerce sobre el amante de la ópera y las voces. Eso sí, lamentablemente y como sucede habitualmente hoy día, Ballerini muestra precariedad técnica. No existe pasaje de registro y se escuchan constantemente notas abiertas y emitidas a “squarciagola”, mientras el fraseo se situá más cerca de lo meramente intuitivo.    

   Eleonora es una mujer fuerte, responsable, consciente de su error y que pretende remediarlo. Nino Machaidze sustituyó a la inicialmente anunciada Mariangela Sicilia, verificando con ello su debut en el Festival. Magnífica la prestación de la soprano georgiana, que hizo justicia a su condición de nombre de más lustre de todo el cartel de esta edición. La Machaidze cuenta con centro corposo, de indudable atractivo tímbrico, emisión y proyección bien afianzadas, agudo seguro y notable agilidad, tanto la aérea como la picado-ligada. Su canto es más que de escuela, es de clase y, asimismo, cuenta con carisma en escena. 

   Bruno Taddia, emisión sin liberar, timbre gris, acudió a sus dotes de comediante para sacar adelante con credibilidad, al esclavo Kaidamà. Sólido, noble, voz bien colocada, la de Valerio Morelli como Bartolomeo y correcta Giulia Mazzola como su hija Marcella. 

   Estupenda la dirección musical del joven Alessandro Palumbo, que ya desde la obertura escanció un sonido ligero, mórbido, refinado y de apreciable claridad expositiva. El espléndido concertante del final del primer acto, fue un magnífico ejemplo de técnica de batuta por la impecable diferenciación y equilibrio de la parte lenta y la stretta (rápida) que creció, briosa y con pulso. Notable nivel de la Orquesta Donizetti Opera, en la que destacó una cuerda satinada y dúctil comandada por el concertino Massimo Spadano y las maderas. Magnífico el coro de la Academia del Teatro alla Scala. 

   En la línea de la puesta en escena de Caterina Cornaro, pero con mucho mejor desarrollo y resultado, el montaje de Manuel Renga nos sitúa en una habitación de un enfermo, no exactamente un psiquiátrico expresa el propio regista, pues se inspira en la Casa di riposo erigida por Giuseppe Verdi en Milán. En esta estancia, Cardenio recuerda los hechos de 30 años antes y que revivimos a través de su memoria. En el escenario, por tanto, tenemos un doble Cardenio, el anciano y el “furioso” que 30 años antes deambulaba enajenado en la Isla de Santo Domingo. La idea, con atractiva escenografía de Aurelio Colombo, está bien desarrollada y a diferencia, de lo que ocurría en Caterina Cornaro, no atenta contra la obra, sino que la expone y narra de manera clara, coherente y con todo su fondo teatral, mediante un bien trabajado movimiento escénico y caracterización de personajes.

Fotos: Festival Donizetti de Bérgamo