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Crítica: «L' amore dei tre re» en La Scala de Milán

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Autor: Raúl Chamorro Mena
31 de octubre de 2023

Crítica de Raúl Chamorro Mena de la ópera L' amore dei tre re de Italo Montemezzi en La Scala de Milán, bajo la dirección musical de Pinchas Steinberg y escénica de Alex Ollé

«L`amore dei tre re» en La Scala de Milán

Deslucida recuperación

Por Raúl Chamorro Mena
Milán, 28-X-2023, Teatro alla Scala. L' amore dei tre re (música de Italo Montemezzi). Evgeny Stavinsky (Archibaldo), Chiara Isotton (Fiora), Giorgio Berrugi (Avito), Roman Burdenko (Manfredo), Giorgio Misseri (Flaminio). Orquesta y coro del Teatro alla Scala. Dirección musical: Pinchas Steinberg. Dirección de escena: Alex Ollé, La fura Dels baus.

   Han transcurrido 110 años desde el estreno y 70 desde la última representación de la ópera L'amore dei tre re de Italo Montemezzi (1875-1952) en el Teatro alla Scala de Milán. Las representaciones de 1953 supusieron la despedida de la dirección de Orquesta por parte del gran Victor de Sabata.

   Sobre un libreto de Sem Benelli, basado en su propio drama, conciso, de trama sencilla y directa, Montemezzi crea una ópera con una orquestación de gran relevancia, densidad y riqueza, motor de todo el melodrama, que narra, diseña atmósferas y subraya tanto las situaciones dramáticas como las de efusión lírica, con utilización de leitmotiv y un continuum músico-dramático, ambos de filiación wagneriana. El tratamiento vocal combina un intenso declamato, numerosos pasajes de fuerte contenido dramático y momentos de apasionado lirismo, la mayoría encuadrados en las expresiones amorosas entre Fiora y Avito. 

   La ópera tuvo un especial éxito en el Metropolitan de Nueva York, donde llegó el 1914 con Arturo Toscanini a la batuta y la soprano española Lucrezia Bori como Fiora y fue repuesta regularmente durante 25 años con directores de la talla de Leopoldo Stokowski y Bruno Walter. Por fin la magnífica ópera de Montemezzi regresaba al Teatro alla Scala con una nueva producción que se estrenaba este viernes 28 de octubre y lo primero a destacar es la sensación de decepción, respecto a la faceta escénica y a la vocal. Sólo se salvó la notable dirección musical de Pinchas Steinberg, que ya había dirigido la ópera en Montpellier en 1994, al frente de los magníficos cuerpos estables del templo operístico milanés.

   El protagonista de la obra y personaje más interesante de la misma es el anciano Archibaldo, otrora caudillo de las hordas bárbaras que invadieron la región italiana de Altura, papel estrenado en 1913 por el grandioso bajo Nazzareno de Angelis. En una magnífica aria al comienzo de la ópera, «Italia, Italia, è tutto Il mio ricordo!», el viejo Rey evoca nostálgicamente su conquista y su juvenil ardor belicoso, pero, aunque mantiene su carácter guerrero y violento, ahora resulta vulnerable por su ceguera. A pesar de su opresivo control, su nuera Fiora, de la que también se siente atraído, comete adulterio impunemente con Avito, en cada ausencia de su esposo Manfredo, hijo y heredero como caudillo de Archibaldo. El implacable y vengativo anciano, en cuanto percibe con seguridad el engaño, termina asesinando a Fiora en una escena de cruda y esplícita violencia al final del segundo acto. El bajo ruso Evgeny Stavinsky emitió con corrección todas las notas y suena a bajo justito, pero su timbre es gris y le faltó rotundidad, autoridad y presencia sonora para un papel protagonista de este fuste en una sala grande como la del Piermarini. También se echaron de menos en la prestación de Stavinsky incisividad, variedad y acentos en su fraseo. En el aspecto interpretativo, el bajo ruso ayuno de autoridad, carisma y personalidad compuso una anodina creación de tan imponente personaje. 

   Fiora es una mujer sufriente, que se debate entre el deseo de tres hombres -los tres reyes del título- atada a un matrimonio forzado con el hijo del conquistador, al que no ama, y que vive bajo la omnipresente presión del anciano ciego, que también siente una pasión soterrada por ella. Su amante es Avito, el príncipe local al que estaba destinada, previamente a la derrota frente a los invasores, un amante indeciso y poco estimulante, pues no pretende en ningún momento arriesgar ni un alamar y huir con su amada a pesar de todo y de todos. Después de su aprendizaje en la Academia de La Scala y su rodaje con papeles secundarios, la soprano italiana Chiara Isotton se enfrentaba a un difícil papel protagonista en una nueva producción. A destacar, cómo no, la belleza de su interesante voz de soprano lírica con cuerpo, sana y juvenil, y su canto, ayuno de variedad, pero correcto, de genuina italianità. Sin embargo, un registro agudo problemático, pródigo en notas abiertas y desabridas, así como la falta de sensualidad, de un mayor temperamento y poder comunicativo impidieron que su Fiora, más bien anodina y plana, se elevara dramáticamente y conmoviera al público.

   Escaso de arrojo, de slancio tenoril y demasiado liviano para su parte, el tenor Giorgio Berrugi, que estuvo muy lejos de encarnar el amante ardoroso y apasionado que debe ser Avito. Además, Berrugi demostró serios problemas técnicos con una emisión irregular y sonidos apretados y muy esforzados en la zona de paso. Asimismo, penó con unos agudos problemáticos, que no giran a los resonadores superiores y se van atrás. De tal forma, el tenor se calló alguna nota alta y pasó las de Caín en frases como «Ah! la tua fresca voce» del gran dúo con Fiora del segundo acto, un pasaje inspirado en el dúo de amor del Tristán Wagneriano y en el que ambos intérpretes estuvieron lejos de expresar el fogoso voltaje y apasionamiento requerido.

   El ímpetu bárbaro de Archibaldo se ha atenuado en su hijo Manfredo, ya cristiano. Su frase del último acto «Dio mio! Perché non posso odiare!» simboliza bien el carácter bondadoso del esposo de Fiora, que expresa en su canto, sorprendentemente, no los arranques de celos, si no su amor encendido y sincero, no correspondido, por su mujer. El barítono ruso Roman Burdenko, gutural y algo hueco en el centro, pero con voz timbrada y sonora, defendió bien el canto concitato -encendido, ardiente- de su parte con acentos vehementes y un registro agudo fácil y potente, muy requerido en este papel estrenado por el eximio barítono Carlo Galeffi. Muy ligero, pero suficiente para este personaje secundario el material tenoril de Giorgio Misseri, que fue un ajustado Flaminio.  

   La dirección musical de Pinchas Steinberg garantizó nervio, tensión, y al mismo tiempo, transparencia y finura en los momentos líricos y los de influencia impresionista, además de exponer con brillantez, la riqueza orquestal con sentido narrativo y capacidad para crear atmósferas, tanto angustiosas y lóbregas, como las incandescentes y de gran fuerza dramática. También en los pasajes de apasionado e intenso lirismo, el discurso orquestal acreditó el voltaje que faltó a los intérpretes. La orquesta sonó magníficamente y el coro, que sólo comparece en el último acto mostró su gran nivel, en la mayoría de sus intervenciones fuera de escena, pero que comparece sobre las tablas al final, como en la tragedia griega, para amplificar el triste destino de los protagonistas.

   Expresa Alex Ollé en su artículo del magnífico, como siempre, libreto-programa editado por el Teatro alla Scala, que de las diversas formas de acercarse a L’amore dei tre re o posibles dramaturgias alternativas para la ópera, no ha acogido ninguna. Y tiene razón, pues su puesta en escena no tiene nada y resulta aburrida, tristemente mortecina. Es tan nada, que no provoca reacción alguna en el espectador, ni positiva, ni negativa. Sólo una triste y desazonadora indiferencia. Un marasmo de cadenas, que simbolizan la opresión de Fiora, constituye la parte fundamental de la escenografía de Alfons Flores y se unen a una tan excesiva como ominosa oscuridad, para atentar a la vista del espectador, tanto como un vestuario horroroso, que parece propio de alguna serie televisiva de un futuro distópico. Todo esto puede valer para cualquier ópera, pero lo más grave es la sensación que trasciende de inexistente trabajo de caracterización de los personajes con los cantantes, que mostraron una alarmante asepsia dramático-teatral.

Fotos: La Scala

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