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Crítica: Jaume Santonja dirige a la Orquesta Nacional de España en un concierto extraordinario de la Asociación española contra el cáncer

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Autor: Raúl Chamorro Mena
19 de septiembre de 2022

Jaume Santonja y Alba Ventura protagonizan un Concierto benéfico a beneficio de la Asociación española contra el cáncer en el Auditorio Nacional

Jaume Santonja con la Orquesta Nacional de España

Bella música para conmemorar 50 años de servicio a la sociedad

Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 16-IX-2022, Auditorio Nacional. Concierto benéfico extraordinario de la Asociación española contra el cáncer. La Valse (Maurice Ravel). Concierto para piano en sol mayor (Maurice Ravel). Alba Ventura, piano. Ritmos. Fantasía coreográfica para orquesta. Op. 43 (Joaquín Turina). El sombrero de tres picos, Suite nº 2 (Manuel de Falla). Orquesta Nacional de España. Director: Jaume Santonja.

   Previamente a comenzar su temporada oficial 2022-2023, la Orquesta Nacional de España protagonizaba este concierto, con un atractivo programa, conmemorativo del 50 aniversario de la creación de la Fundación científica de la Asociación española contra el cáncer. El evento contó con la presencia de los Reyes de España, no en vano, la Reina Letizia es Presidente de honor de la Asociación y dado que acaba de cumplir también los 50 años de edad, recibió como regalo sorpresa el Cumpleaños feliz tocado por la orquesta.

   El joven director de 36 años Jaume Santonja dio la impresión de carecer aún de la suficiente madurez y claridad de ideas para enfrentarse a una obra tan compleja como La Valse de Maurice Ravel, pieza de adscripción impresionista, desde luego, pero con un latente expresionismo. Efectivamente, la Primera Guerra Mundial y sus devastadoras consecuencias convirtieron lo que iba a ser un ballet que exaltara el vals vienés, principalmente en homenaje a Johann Strauss hijo, en una evocación del declive y destrucción de la civilización Occidental. La batuta de Santonja careció de claridad expositiva, de diferenciación de los planos orquestales y sentido del rubato en una interpretación con transiciones demasiado bruscas y, fundamentalmente, anodina y superficial.

   A continuación, la pianista barcelonesa Alba Ventura se enfrentó al maravilloso Concierto para piano en sol mayor del propio Ravel con un sonido limpio y bien calibrado, aunque ayuno de especiales caudal, singularidad y variedad de colores. La intachable musicalidad y cuidado fraseo de Ventura presidieron el primer movimiento, si bien se echó en falta una mayor soltura y espontaneidad en los abundantes pasajes de influencia jazzística y del swing propio de la música estadounidense. Tampoco pudo evitar Ventura un cierto tono escolástico, carente de efusividad y una mayor personalidad. El sublime segundo movimiento adquirió mayor vuelo en la digitación de Ventura que en la batuta poco refinada de Santonja. Irreprochable la musicalidad de la pianista, la delicadeza con la que delineó la sublime melodía y los bellos diálogos con las maderas, especialmente la flauta de Alvaro Octavio y el corno inglés de José María Ferrero, pero sin llegar a crear esa atmósfera de magia que pide el prodigioso pasaje. Finalmente, Alba Ventura superó el vertiginoso Presto con la apropiada agilidad y solvencia virtuosística, aunque sin llegar a lo deslumbrante y sin poder evitar una sensación de falta de garra y poder comunicativo. 

   La segunda parte se dedicó a música española, en total coherencia con la primera, pues en la música de Joaquín Turina y Manuel de Falla encontramos claras influencias del impresionismo francés. El buen momento de la Orquesta Nacional de España se combinó con su lógica afinidad y dominio de la música española y con un Santonja, si no más clarividente, sí con más brío y calor. Hay que celebrar la inclusión en el programa de Ritmos. Fantasía coreográfica para orquesta de Joaquín Turina, magnífica composición de un gran músico injustamente olvidado en las programaciones habituales. Un tanto deslavazada la exposición de Santonja, sin que faltaran pasajes embarullados, al frente de una Orquesta que ofreció un buen sonido, pero sin matices. Asimismo, la segunda suite de El sombrero de tres picos fue expuesta con energía e incandescencia, por una orquesta a notable nivel y que domina totalmente la pieza, pero también con cierta tosquedad y trazo grueso.

   Como propina, Santonja y la Orquesta Nacional interpretaron el magnífico preludio de La revoltosa, la inmortal creación de Ruperto Chapí, con más aparato sonoro que finura. 

Foto: OCNE

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