Crítica de José Antonio Cantón del recital de Jean-Paul Gasparian en el Festival Internacional de Piano «Rafael Orozco» de Córdoba
Distinguida recreación pianística
Por José Antonio Cantón
Córdoba, 7-XI-2025. Conservatorio Superior de Música ‘Rafael Orozco’ de Córdoba. XXIII Festival Internacional de Piano «Rafael Orozco». Recital de Jean-Paul Gasparian. Obras de Claude Debussy, Cesar Franck, Arno Babadjanian y Robert Schumann.
La presencia del francés Jean-Paul Gasparian en el Festival Orozco de Córdoba ha significado el poder admirar a uno de los pianistas europeos de la última generación que poseen una muy destacada proyección en su carrera desde la distinción con la que afronta sus interpretaciones, bien seleccionadas para esta su primera actuación en el Festival con dos obras de la tradición pianística francesa, Estampes de Claude Debussy y Preludio, Coral y Fuga, FWV 21 del belga Cesar Franck, además de una perteneciente a la música armenia en la época de la URSS, de la que se siente un heredero como intérprete dada su ascendencia de aquel país transcaucásico, Seis cuadros de Arno Babadjanian y una última gran composición del repertorio romántico, los Estudios sinfónicos, Op. 13 de Robert Schumann.
Con una elegante disposición de su figura ante el instrumento, desde incluso antes de que sonara una nota, puso de manifiesto esa actitud de concentrarse en el impresionismo “debussyano” con esa suficiencia de tener asumida esa habilidad de afrontar su interpretación con una atención que superaba la consciencia del mensaje del compositor integrándolo en su propio ser musical. El grado de imaginación que proyectó en Estampes permitía que el oyente quedara situado en cada uno de los paisajes que se encuadran en la tres obras que integran esta sintética colección para piano que sirvió para anticipar la importancia que habría de alcanzar Debussy en este campo de la creación musical. Es así como en la primera, Pagodas, se adentró con naturalidad en las sonoridades pentáfonas de la isla de Bali, en las que está inspirada, demostrando una soltura de mecanismo de gran fluidez. En La Soirée dans Grenade supo captar desde el ostinato que la sustenta el encantamiento que han de suscitar tan lejanos sones para el autor que nunca visitó España. Con Jardins sous le pluie Gasparian hizo una muy conseguida estilización del sonido de las gotas de lluvia confirmando la sutilidad de su estimulante y precisa pulsación.
Construyó con elocuente capacidad recreativa la obra de Cesar Franck ayudándose del carácter cíclico de esta composición cuya presencia en cada uno de sus movimientos funciona como elemento de cohesión poemática que ha de entenderse como el secreto de su sustancia musical. La gestualidad del pianista ayudó a comprender el sentido que daba a su interpretación pudiéndose apreciar cómo la manifestación corporal favorecía prácticamente en cada compás su efecto expresivo, correlación que cuida mucho este pianista, siempre muy atento a estos aspectos de la acción ante el teclado, cualidad que le sirvió para seguir orgánicamente el discurso de la obra en la que está presente constantemente cierto riesgo deconstructivo que hace que la técnica necesaria para su interpretación trascienda los límites de la invención en pos de sacar todo el partido que encierra. Gasparian estuvo cerca de maestros referenciales de su interpretación como las que documentaron fonográficamente Jorge Bolet o Aldo Ciccolini, dejando una sensación de madurez muy interesante como quedó constatado en el rápido fluir de la fuga que inició como si de un drama angustioso se tratara para concluirla con repiques triunfales e incandescentes.
Con una concentración que se advertía en su cinética ante el instrumento, Gasparian fue desgranando el discurso tenebroso de la improvisación que abre el conjunto de los Seis cuadros del compositor armenio Arno Babadjanian para hacer marcadamente la Folk song que le sigue y llegar a la Toccatina dándole un aire que recordaba a Prokofiev. El Intermezzo que le sucede lo trató como episodio preparador de los números finales, Choral y Sassoun Dance en los que extrajo el gran pianismo que en dichas piezas se manifiesta, dejando un alto de grado de recogimiento expresivo en la primera y un marcado y persistente ritmo motórico en la danza, que llevaba a recordar la intensidad de algunas obras de inspiración folclórica de George Enescu o de Béla Bartók, y en este programa de origen armenio.
Los Estudios sinfónicos, Op. 13 de Robert Schumann ocuparon la segunda parte del recital, resultando eminentemente académico su tratamiento en conjunto con algunos momentos destacados como en las texturas en staccato que suavemente imprimió al tercero y la agitación con la que expuso el sexto. El octavo fue muy equilibrado entre su ritmo marcado y la siempre retadora ornamentación a cargo de la mano derecha. El décimo primero fue el tratado con más emoción, especialmente en cómo su mano izquierda llevaba al oyente a alcanzar las esencias de Schumann en plenitud de recogimiento para después llegar a la brillantez que propone el compositor en el décimo segundo estudio, lo que levantó un ferviente aplauso del público que abarrotaba el auditorio del conservatorio cordobés después de haber quedado otro tanto de aficionados sin poder entrar al recital por aforo completo, como viene ocurriendo en la totalidad de los programas de la presente edición del Festival.
Correspondiendo al entusiasmo colectivo, Jean-Paul Gasparian ofreció dos bises con los que refrendó su capacidad de canto en el primero y el impactante mecanismo del que puede hacer gala en el segundo; así hizo una preciosa versión de la escena del Adagio de Espartaco y Frigia del ballet Spartacus de Aram Khachaturian y cautivó con una exposición monumental de la Paráfrasis S.433 de Liszt sobre el Miserere de la ópera Il Trovatore de Giuseppe Verdi que produjo una auténtica exaltación en el auditorio, correspondiendo nuevamente así este final a la selecta calidad del Festival que cuenta sus conciertos por absolutos éxitos.
Foto: Patricia Cachinero
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