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Crítica: Jonathan Nott con la Orquesta de la Suisse Romande en el ciclo de Ibermúsica

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Autor: Raúl Chamorro Mena
2 de enero de 2017

BEETHOVEN AL CUADRADO

   Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 31-1-2017, Auditorio Nacional. Ciclo Ibermúsica. Ludwig van Beethoven: Concierto para piano y orquesta nº 4. Op 58. Sinfonía núm. 5, Op 67. Orquesta de la Suisse Romande. Director: Jonathan Nott.

   Antes del comienzo del concierto apareció sobre el escenrario el gran actor Miguel Rellán, que con la gracia y simpatía que le caracterizan, invitó al público a apagar sus móviles y a, en caso de tos incontrolable, desenvolver en ese momento los caramelitos y no enmedio de la música. Después del incidente acaecido en la interpretación de El Mesias con Christie, Ibermúsica ha adoptado está iniciativa con la colaboración del veterano actor. Resulta un tanto triste e invita a reflexionar, que para lo que son normas de estricta educación y civismo haya que recurrir a ideas como ésta, pero lo cierto es que, en esta ocasión no sonó ningún teléfono móvil, es decir no compareció esta “plaga” en palabras del propio Rellán.

   Sobre el escenario una orquesta venerable, la de la Suisse Romande con sede en Ginebra y fundada en 1918 por Ernest Ansermet, con su actual director titular al frente, el británico Jonathan Nott. Sobre los atriles dos obras maestras indiscutibles y que se interpretan con asiduidad. Uno de los mejores conciertos para piano jamás compuestos y una de los mejores sinfonías, ambas creaciones de uno de los más grandes genios –sino el mayor- de la música de todos los tiempos.

   El fascinante Concierto para piano nº 4 de Beethoven no terminó de levantar el vuelo a causa, especialmente, de la discreta interpretación del pianista Nelson Goerner. Con un sonido nada bello, escasamente pulido, con cierta presencia sonora, pero más bien pobre en cuanto a riqueza y brillo, desgranó la genial partitura con solvencia indudable, pero con un fraseo vulgar, aburrido e impersonal. Sin magia alguna en el segundo movimiento, el tercero resultó más bien atropellado y borroso. Escasamente inspirado resultó el acompañamiento de Jonathan Nott y la orquesta. Dicretísima la interpretación del Nocturno de Chopin que Goerner ofreció como propina.

   Mejor resultó su prestación y la de la orquesta en la Quinta sinfonía de Beethoven, que no por muy escuchada, deja de impactar por sus inmensas fuerza e inspiración. La interpretación aunó más nervio y brío que refinamiento  y elegancia. Con unos tempi ágiles y un gesto enérgico e impetuoso, un punto excesivo y acompañado de perceptibles y abundantes sonidos y jadeos, Nott construyó bien algunos clímax, destacando el tercer movimiento en el que sobresalió la cuerda grave (contrabajos situados a la izquierda). Discretas las maderas, mejor las trompas y metales. Una interpretación que no pasará a la historia, ni especialmente inspirada, pero bien resuelta y que expuso de manera reconocible esta fascinante partitura, con más pujanza y vivacidad que sutilidad y capacidad reflexiva. Aplausos del público que tuvieron como premio una notable interpretación, como propina, de una obra mucho menos habitual: el Molto vivace del Concert Romanesc de Ligeti.

 

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