Crítica de José Antonio Cantón del recital del pianista cubano Jorge Luis Prats en el Festival Rafael Orozco de Córdoba
Temperamental maestría de Jorge Luis Prats
Por José Antonio Cantón
Córdoba, 16-XI-2024. Teatro Góngora.Festival de Piano ‘Rafael Orozco’ de Córdoba. Recital de Jorge Luis Prats. Obras de Busoni, Chopin, Franck, Ravel y Schubert.
Otro de los destacados pianistas elegidos para actuar en la presente edición del Festival de Piano ‘Rafael Orozco’ de Córdoba ha sido uno de los más relevantes que ha dado Cuba en las últimas cinco décadas por su particular temperamento: Jorge Luis Prats. Continuador con personalidad propia de destacados intérpretes del teclado compatriotas suyos como fueron Jorge Bolet y Horacio Gutiérrez, dos de los más grandes pianistas que surgieron en Hispanoamérica en el siglo pasado junto a Claudio Arrau en Chile, Marta Argerich y Daniel Barenboim en Argentina o Nelson Freire y Roberto Szidon en Brasil. La trayectoria de Prats, el más joven de los mencionados, hay que encuadrarla en el más alto nivel artístico desde que obtuviera el prestigioso primer premio del Concurso Marguerite Long-Jacques Thibaud de París el año 1977, galardón que le sirvió de verdadero impulso para la proyección de su carrera internacional como gran virtuoso.
Se ha presentado en la octava jornada del Festival con un programa variado en estilos y de gran enjundia artística en el que destacó la Fantasía en Do D 605, “Graz” de Franz Schubert, cuya partitura original fue descubierta en el último tercio del pasado siglo y que, por su rareza todavía en las salas de concierto, significaba toda una oportunidad y garantía de escucha en las manos de un intérprete tan destacado como Prats. Éste marcó en todo instante esa genuina voz musical que distingue el particular pálpito schubertiano en el que el canto constante asombraba por la belleza inigualable que brotaba del piano.
No menos interesante fue la inclusión en el programa de la monumental composición Preludio, Coral y Fuga, FWV21 de César Franck. Prats, nacido en la ciudad de Camagüey, planteó su ejecución con un sentido ensayístico, en el que una cierta reflexión expresiva fue la que predominó en el preludio para prevalecer las resonancias del pedal en el coral. Con significativo dramatismo expuso la primera parte de la fuga para llevarla a una extática conclusión que resumía las alternantes oscilaciones emocionales de la obra transmitidas desde la rica musicalidad que surgía de su enorme capacidad técnica. Sin duda, su interpretación supuso uno de los momentos más sustanciosos y relevantes de su actuación.
Después de una espectacular recreación de la Sexta Sonatina, K284 de Ferruccio Busoni, parafraseando algunas de las mejores escenas de la ópera Carmen de Bizet, otra interpretación a resaltar fue su emocionante recreación de La Valse de Maurice Ravel en la que destapó sus esencias coreográficas convirtiéndose en el mejor repetidor imaginable de gran ballet, llevando al espectador a pensar en una grandiosa escenificación de un multitudinario vals vienés, al seguir con rigor la inspiración del autor con sorprendente claridad de trazo, que hacía que se recordara el sugestivo encanto que tiene esta obra en su versión orquestal, cuyo efecto fue reproducido desde un poderoso pedal que estratificaba la expansión impresionista del sonido con una simultánea carga expresionista de gran calado.
Cerró el programa con la Tercera Sonata en Si menor, Op. 58 de Federico Chopin propiciando que se pudiera admirar su natural afinidad e identificación con la música de este compositor único en la historia del piano. En el Allegro maestoso inicial opuso la sensación impulsiva del primer tema al lirismo que contiene el segundo siguiendo una especie de contraste calculado que tuvo su resolución en el desarrollo central expuesto con una fácil capacidad contrapuntística. En la reexposición acentuó de nuevo las diferencias entre ambos motivos para terminar con una encantadora exposición de la coda que apaciguaba las tensiones precedentes. Desarrollando un poderoso mecanismo, Prats afrontó el Scherzo con precisa ligereza en ambos extremos, para realzar el pensativo trío central. Puso enorme sentimiento en la lectura del Largo al que dio un carácter arioso sustentado en el cordial latido de la mano izquierda para dirigirse con densa ornamentación a la conclusión de este movimiento, centro de gravedad de esta obra. Después de la especial atención prestada al pasaje transitorio que precede al presto final, el pianista utilizó su hábil mecanismo para afrontar con claridad y determinación el último movimiento de la sonata haciendo de nuevo una admirable contraposición temática que terminó en una fusión armónica en la que quedaba de manifiesto el alto sentido musical y temperamental maestría de este mago del teclado.
Llegado el momento del reconocimiento de un público entregado, Jorge Luis Prats ilustró de palabra y en el teclado la relación del apabullante pensamiento musical de Juan Sebastián Bach con algunos preludios de Chopin, clarificando analogías y hasta obsesiones armónicas de ambos compositores, lo que supuso llevar al auditorio a una curiosidad de complaciente atención, para terminar definitivamente con dos rúbricas geniales de su admirado compatriota Ernesto Lecuona; su universal canción Siempre en mi corazón y la espectacular Mazurca glissando en Do que llevó al público a estallar en una cerrada ovación.
Foto: María Cariñanos
Compartir