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Crítica: Josep Pons dirige obras de Strauss con la Orquesta y Coro Nacionales de España

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Autor: Raúl Chamorro Mena
23 de abril de 2023

Crítica de Raúl Chamorro Mena del concierto de Josep Pons con la Orquesta y Coro Nacionales de España

Josep Pons con la Orquesta Nacional de España

  Alles Strauss

Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 21-IV-2023, Auditorio Nacional. Temporada Orquesta y coro Nacionales de España. Muerte y transfiguración, op. 24. (Richard Strauss). Vier letzte lieder-Cuatro últimas canciones (Richard Strauss). Anne Sophie Duprels, soprano. Elektra -Suite sinfónica, arreglo de Manfred Honeck y Tomás Ille-. Orquesta Nacional de España. Director: Josep Pons

   El programa del ciclo sinfónico 16 de la Orquesta Nacional de España reunía en un monográfico las tres vertientes principales del corpus musical del gran compositor Richard Strauss. A saber, el poema sinfónico, la canción y la ópera o, más bien, el drama musical, ya que el músico bávaro fue un continuador, con su propia personalidad, de los postulados de Richard Wagner.

   Muerte y transfiguración (1889) tiene como programa o relato, nada menos, que la agonía, la expiración, el tránsito y la redención-transfiguración de un artista. Es decir, Strauss ensalza el triunfo del espíritu humano, del elemento trascendente del hombre, sobre su cuerpo. Josep Pons, al frente de la orquesta de la que es director honorario, perfiló apropiadamente los cuatro movimientos, previstos sin solución de continuidad, y construyó bien los clímax. Faltó un punto de sentido trascendente, pero la orquesta brilló a notable nivel, compacta y con color, destacando la flauta de Álvaro Octavio, el oboe de Víctor Manuel Ánchel y el violín de la concertino debutante Valerie Steenken

   Las Cuatro últimas canciones tratan también de la próxima muerte, de la nostalgia y la serena aceptación del destino. Estrenadas en 1950, ya fallecido Strauss, por dos eximios artistas, la soprano noruega Kirsten Flagstad y el director de orquesta Wilhelm Furtwängler, estas cuatro joyas constituyen una especie de despedida definitiva al posromanticismo.

Josep Pons con la Orquesta Nacional de España

   La soprano inicialmente prevista, Miina-Liisa Varelä, canceló por enfermedad según rezaba en el programa de mano, y fue sustituida por la francesa Anne Sophie Duprels, que ofreció una muy pálida traducción de este hermosísimo ciclo de canciones. Engolada de emisión, con un centro y grave guturales y sordos, el sonido de la Dupreis se quedó en el escenario. Pendiente de la partitura, la soprano francesa mostró cierto gusto en su canto, bien es verdad, demostró estar lejos de entender las piezas y poder expresar toda la nostalgia, toda la sensación de fin de una era que contienen. Todo ello, sin embargo sí estuvo en batuta y orquesta, pues la Nacional sonó con brillo, color y la suficiente claridad para hacer justicia al testamento de uno de los más grandes orquestadores de la historia de la música.

   Elektra es una ópera perfecta musical y dramáticamente. Sus 100 minutos de duración ininterrumpida te dejan pegado al asiento con una orquestación apabullante, apocalíptica, una atmósfera febril, expresionista y tres voces femeninas protagonistas con un gran despliegue vocal e interpretativo. Fundamental, impactante, resulta la dimensión orquestal en Elektra. Richard Strauss, siempre atento al aspecto comercial en su actividad artística, publicó suites orquestales, piezas siempre con buen mercado, de sus óperas El caballero de la rosa y La mujer sin sombra, pero no de Elektra. El director de orquesta austríaco Manfred Honeck en colaboración con Tomás Ille elaboró una suite en 2016. Josep Pons, al que ví dirigir una buena Elektra en el Liceo hace unos años con la producción de Patrice Chéreau, al frente de la Orquesta Nacional firmó una muy estimable interpretación de este arreglo con los más importantes pasajes de la ópera. Se apreció algún momento borroso, bien es verdad, y faltó un punto más de incandescencia y tensión, así como algo de fuerza al impresionante crescendo de la entrada de Klitemnestra. Sin embargo, el tema de Agamenón sonó rotundo y amenazante. El mejor momento llegó con el único remanso lírico de la ópera, la sublime escena del reconocimiento de Orestes, traducida con radiante intensidad y efusivo lirismo por la batuta y una orquesta Nacional que sonó vigorosa, brillante, equilibrada, con empaste y color.

Fotos: OCNE

Anne Sophie Duprels con la Orquesta Nacional de España bajo la dirección de Josep Pons
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