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Crítica: Joseph Young dirige a la Orquesta Sinfónica de RTVE en el Teatro Monumental

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Autor: Óscar del Saz
23 de enero de 2017

UN AMERICANO... EN MADRID

   Por Óscar del Saz
Madrid. 20-I-2017. Teatro Monumental. Minutos sinfónicos, Op. 36, Ernö Dohnányi (1877–1960). Fantasía para violín sobre Porgy and Bess, Igor Frolov (1937-2013),Yulia Iglinova (violín). Sinfonía del Nuevo Mundo, Antonin Dvorák (1841-1904). Orquesta Sinfónica de RTVE. Director: Joseph Young.

   Todo concierto resulta, como mínimo atrayente, si se plantea -como el que nos ocupa-, bajo la premisa de conocer cómo y quién despunta en la nueva generación de directores. Este es el caso en relación al director americano Joseph Young, cuyo debut se produjo en 2008 con la Baltimore Symphony Orchestra. Su bagaje desde entonces contiene casi exclusivamente actuaciones en diferentes orquestas de Estados Unidos y es este concierto uno de sus primeros compromisos en Europa. El repertorio seleccionado -en realidad diverso- atesora, como se explicará, un hilo conductor que le interconecta más o menos directamente con la música estadounidense, por lo que la concepción del programa resulta altamente coherente, digerible y atractiva.

   El húngaro Ernö Dohnányi, que utilizó en casi toda su carrera la forma alemana de su nombre, Ernst von Dohnányi, desarrolló una estética compositiva un tanto conservadora y ligada al postromanticismo germano que le llevó por unos derroteros más abstractos y menos folclóricos que los de sus compatriotas de generación, Zoltan Kodaly y Bela Bartok, mucho más conocidos que Dohnányi. Su extraordinario virtuosismo pianístico, sobre todo exponenciado por la música de Brahms, que fue un valedor de su obra y la impulsó en Viena, hizo que la carrera de Dohnányi alcanzara fuerte proyección. Confundido después de la II Guerra Mundial, en 1948, habiendo sido perseguido por judío y luego acusado de pro nazi, partió definitivamente hacia los Estados Unidos en donde no le resultó posible revitalizar su carrera de concertista de piano, pero continuó componiendo e inmediatamente empezó a interesarse por la música folclórica americana y el jazz, despuntando su célebreAmerican Rapsody (1950).

   Sus Minutos sinfónicos (Szimfonikus percek, 1933) (interpretados por primera vez por la Orquesta Sinfónica de RTVE) desarrollan, casi como su propio nombre indica, cinco movimientos independientes con una duración nunca mayor de cinco minutos por cada uno de ellos, y cuyo denominador común es su elaboradísima orquestación, construida por superposición de melodías y planos sonoros. En el Capriccio, se presenta un tema de imaginativa y juguetona frescura que recuerda al Falla más descriptivo. El oboe y clarinete solistas ceden el paso al crescendo de toda la sección de cuerda en una Rapsodia con abundantes dinámicas acertadamente indicadas por la mano de Joseph Young. El Scherzo subsiguiente nos sume en un tutti orquestal en el que destacó el empaste de la sección de cuerda. El Tema con variazíoni  juega con una melodía de clara evocación medieval con una muy templada participación del corno inglés. Concluye la obra con una rápida danza, muy probablemente de ancestros húngaros, en forma de energético Rondó que quizá el conjunto orquestal no supo transmitir en plenitud por ese punto de recato en la forma de expresar del maestro Young.

   El compositor de la Fantasía para violín y orquesta sobre temas de Porgy and Bess, Igor Frolov,nació en Moscú, de madre pianista y padre director de orquesta. Fue distinguido como Artista del Pueblo Ruso, aun cuando la verdad es que se dedicaba a ver películas extranjeras en los cines y retenía en su memoria la banda sonora jazzística (sépase que la venta de discos de jazz fue prohibida en la URSS). Algo así hizo en esta obra con la ópera Porgy and Bess, de la que era apasionado admirador. Violín solista y orquesta se alternan con virtuosismo y fantasiosa delectación en los temas summertime y, sobre todo, en el apasionado y amoroso dúo de los dos protagonistas que se repite con profusión. La violinista Yulia Iglinova lleva al extremo, de forma impecable, las posibilidades del instrumento en perfectas y octavadas notas sobreagudas, así como con técnicas y rápidas digitaciones o escarpados glisandi descendentes. El maestro Young, atento y pendiente de la solista en todo momento, supo dotar al conjunto de la fuerza y contundencia necesarios para alcanzar cotas de verdadera música americana a la altura de las composiciones de músicos genuinamente americanos como Ferde Grofe o el mismísimo Gershwin, al cuál se homenajea con esta obra. Fue muy aplaudida por el público que llenaba casi al completo la sala del Teatro Monumental.

   Leonard Bernstein afirmó que la Sinfonía del Nuevo Mundo es realmente una obra multirracial en sus bases porque el trabajo de Dvořák, tiene más en común con la música popular de su Bohemia natal que con los Estados Unidos, aunque cierto es que el mismo compositor confesó que no hubiera podido componer su sinfonía sin haber conocido Norteamérica, sus paisajes, sus músicas… Entre ellas, a destacar elementos de la música india o la de los negros descendientes de esclavos. De esta forma, el compositor se trasladó a Estados Unidos desde 1892 hasta 1895 para acometer el proyecto. El estreno se produjo el 15 de diciembre de 1893 en el Carnegie Hall de Nueva York. El mismo Dvořák, declaró que “en realidad no he utilizado ninguna de las melodías de los nativos americanos. Simplemente he escrito temas originales que incorporan las peculiaridades de la música indígena y usando estos temas como sujetos, los he desarrollado con todos los recursos del ritmo, el contrapunto y el color orquestal modernos”.

   El primer movimiento, un Adagio-Allegro Molto, resultó ser un cuadro paisajístico coloreado y descriptivo de aquellas inmensas y vírgenes praderas que Dvořák observara en Iowa, manteniendo Young un tempo ágil con unosrubatiun tanto extremos en las entradas de las trompas y flautas. El Largo, dirigido a un tempo de lentitud más acusada que la que se acostumbra, se justifica plenamente porque sirve de excusa a los tres grandes silencios que contiene este segundo movimiento que resultan de una impactante y efectista respiración, muy necesaria para renovar el cuerpo y el espíritu de la obra y del escuchante. A destacar, el trabajo realizado en la consecución de los pianissimiy la calidad del bien templado sonido de la sección de metales. Distinto en la calidad de la ejecución fue el tercer movimiento Scherzo-Molto Vivace. El maestro pecó de demasiado pragmático y frío, sin apenas profundidad, no consiguiendo llevar a la orquesta a alcanzar el clímax en sonoridad, brillo e intención. Con estos antecedentes resultó difícil ejecutar un cuarto movimiento (Allegro con Fuoco) que se correspondiera con esa ‘fogosa’ acotación. En él reinaron la contención, la falta de imaginación y la previsibilidad. El acorde final resultó totalmente insustancial, sin ese regulador al que nos tienen acostumbradas casi todas las versiones de referencia.

   En suma, un décimo concierto de la temporada cuyo principal atractivo era poder seguir comprobando el estupendo trabajo que está realizando con la Orquesta de RTVE su reciente titular, Miguel Ángel Gómez Martínez. Y aunque la Sinfonía del Nuevo Mundo no supone reto alguno para dicha formación, creemos que sí lo fue para Joseph Young como director invitado.

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