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Crítica: Joshua Bell y la Orquesta de Cámara de Europa en Zaragoza

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Autor: David Santana
26 de abril de 2024

Crític del concierto de Joshua Bell y la Orquesta de Cámara de Europa en la Temporada de Grandes Conciertos del Auditorio de Zaragoza

Joshua Bell en el Auditorio de Zaragoza

Bilbainadas

Por David Santana
Zaragoza. 24-IV-2024. Auditorio- Palacio de Congresos de Zaragoza. Temporada de Grandes Conciertos del Auditorio. Orquesta de Cámara de Europa, Joshua Bell, violín y director.  Concierto de violín en re mayor, op. 77 de J. Brahms y Obertura de Egmont y Sinfonía n.º 4 en si bemol mayor, op. 60 de L. van Beethoven.

   Puesto que se da la fortuita condición de que nací junto a la ría del Nervión, me van a permitir que actúe a modo de voz experta en el término «bilbainada». Una de las acepciones, interesante desde el punto de visto de musicológico, se refiere a un tipo de canto popular entonado generalmente en entornos tabernarios bajo el influjo de néctares fermentados («Un inglés vino a Bilbao…»). Sin embargo, la acepción que hoy me interesa es otra bien distinta y, puesto que nuestra Real Academia Española no la ha incluido aún en el diccionario, me permitirán que improvise una definición. Bilbainada: Dícese de aquella grandilocuente, absurda e innecesaria muestra de hombría.

   Lo cierto es que, en vista del concierto del pasado miércoles, no podemos negar que Joshua Bell sea bilbaíno —los de Bilbao nacen donde quieren, en este caso, en Indiana, Estados Unidos. Musicalmente no aporta nada dirigir la Obertura de Egmont desde el atril del concertino, ni siquiera es algo «historicista». La única explicación es ser un amante de la adrenalina —algo muy americano, por otra parte— o un sádico con los solistas de viento. Las consecuencias de este atrevimiento fueron un tempo inestable, entradas bruscas y un desentendimiento generalizado por los muchos detalles que un director puede trabajar en una pieza como esta.

   Joshua Bell es tan buen violinista como pésimo director, lo cual es mucho decir. Entendió muy bien el papel del violín en el concierto de Brahms. Muy puntillista el juego de dinámicas, excelente el fraseo del Adagio, una articulación impecable, ¿y qué decir de la cadenza? Sus dobles cuerdas son una muestra absoluta de virtuosismo y dominio del instrumento por parte del americano.

   El problema es que el Concierto de violín en re mayor de Brahms también tiene una parte orquestal que no ofreció nada interesante, más allá de un adecuado solo de oboe al comienzo del Adagio o los pizzicati del movimiento final. Lo interesante de escuchar un concierto es atender a las propuestas melódicas que intercambian orquesta y solista. Si solo el segundo propone, los tutti se vuelven bastante monótonos y carentes de interés.

   Tampoco aportó nada Bell en su versión de la Sinfonía n.º 4 de Beethoven. Sus movimientos en la palestra son torpes e imprecisos, el tempo se le escapa y, ni siquiera con el rítmico bajo logra que éste se mantenga estable. Faltó pulir mucho la articulación en general, especialmente grave me pareció el ataque blando de los sforzati del Allegro ma non troppo final. Beethoven no escribía nada por casualidad, y su Sinfonía n.º 4 es prácticamente, un tratado sobre articulación musical. Por ello, un buen maestro debe hacer que el público pueda apreciar la diferencia entre un acento, un sforzato o un fortepiano y marcar mucho los contrastes entre los diferentes temas buscando, prácticamente, provocar al oyente. Esa es la magia de esta sinfonía. Sin embargo, ni siquiera entre el Scherzo y el Trio del tercer movimiento se marcó de forma clara este contraste.

   Las aportaciones de Bell a la obra de Beethoven fueron algunas cesuras y finales extendidos. Recursos horteras que dejaron de estar de moda en nuestro continente hace tiempo, por suerte.

   Solo el concepto de «bilbainada» puede explicar el sentido de un intrusismo laboral tan descabellado como el que demostró Bell al frente de la Orquesta de Cámara de Europa. En cuanto a por qué dicha agrupación se prestó a un show semejante, no encuentro, o no quiero encontrar, la explicación.

Foto: Auditorio de Zaragoza

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