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Crítica: El pianista Julius Asal en el Auditorio Manuel de Falla de Granada

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Autor: José Antonio Cantón
29 de diciembre de 2021

El pianista Julius Asal ofrece un recital en el Auditorio Manuel de Falla de Granada centrado en obras de Béla Bartók, Johannes Brahms y Sergéi Prokófiev

Julius Asal

Rotunda exhibición pianística

Por José Antonio Cantón
Granada, 19-XII-2021. Auditorio Manuel de Falla. Recital de piano de Julius Asal. Obras de Béla Bartók, Johannes Brahms y Sergéi Prokófiev

   Con una impronta intelectual que se intuía nada más escuchar los cuatro primeros compases de la Suite para piano, op. 14 de Béla Bartók, emitidos con un grado de concentración sólo posible en los grandes especialistas del gran maestro transilvano, en su intención de anticipar el destilado folclorismo de esta obra, Julius Asal manifestaba una cinética de cierto distanciamiento en su manera de estar ante el teclado. Esta actitud gestual acrecentaba el interés por su discurso, que iba adquiriendo sentido y razón de ser a lo largo de su desarrollo. La enorme musicalidad de este pianista alemán (Bad Homburg, 1997) tuvo su confirmación en el complicado segundo movimiento, un Scherzo en el que se pudo admirar su capacidad de secuenciar, ascendente y descendentemente, cada nota generando su sentido valor absoluto en sus diferentes manifestaciones de tempo y dinámica, en sí y dentro del conjunto de este movimiento. Algo realmente impactante en un músico tan joven. Como un primer ejemplo de total dominio técnico, se planteó la interpretación del Allegro molto subsiguiente con una contenida impulsividad de perpetuum mobile que dejaba una sensación subyugante en el oyente. La dulzura expresada en el Sostenuto final hacía que la música traspasara su naturaleza sonora para convertirse en una «sensacionalidad» fascinante.

   Ante tan exuberante experiencia musical, al escuchante atento se le presentaba un mundo inmenso, inabarcable, con los tres intermedios que contiene el Op. 117 de Johannes Brahms. Acudiendo a la tradición del mejor pianismo germano-romántico, que se puede personalizar en intérpretes míticos del siglo XX como Wilhem Kempff o Wilhem Backhaus, se adentró en la poética del primer intermezzo, un Andante que arrancó del alma del oyente los más tiernos sentimientos, sin recurrir en momento alguno a una sensiblería fácil ni caer en un ensimismamiento superfluo. Aflorando en toda su plenitud la capacidad de canto de su mano derecha, trascendió la música del segundo situándola en una dimensión más allá de la pureza de su línea melódica, que ajustaba en dinámica con una asombrosa técnica de proximidad en su pulsación. Sólo los ecos situados en registros altos del episodio central (Più moto ed espressivo) dispuesto como si fuera un trío del Andante con moto final, tuvieron un efecto picado de acentuación que resultaba innecesario, perdiéndose así la magia de su natural confirmación armónica en el discurrir del relato musical. Por lo demás, sólo cupo admiración y goce.

   El tercer bloque del programa vino ocupado también por Bartók con las Tres burlescas recogidas en el Número 47 del catálogo que hizo del compositor húngaro de origen rumano el musicólogo András Szőllősy. En estas tres piezas se pudo experimentar la capacidad de fantasía de Julius Asel sabiéndose adaptar al especial humor bartokiano, desarrollando un particular sentido impresionista en la ejecución de la caprichosa tercera, enriqueciendo así sus efectos meta-musicales desde su extraordinaria capacidad de recreación.

   Si hasta ese momento el recital fue todo un ejemplo natural de análisis musical convertido en sonidos, quedaba la apoteosis final con una selección de diez piezas dispuestas a modo de suite pianística del famoso ballet Romeo y Julieta de Serguéi Prokófiev, respetando cinco del compositor ruso y añadiendo otras cinco del propio pianista que venían a enriquecer al conjunto resultante, dado el respeto con el que han sido tratados por Asal los números tocados de la versión original. La musicalidad de éste, como premisa absoluta de su perfeccionada calidad de intérprete, quedaba demostrada con una asunción estilística que sólo se puede entender desde la experiencia adquirida como alumno de Eldar Nebolsin en la Universidad de Música Hanns Eisler de Berlín, que le lleva a interiorizar el pianismo ruso con un superior sentido de autenticidad, a diferente nivel del que pueda trabajar en este sentido un colega perteneciente a la tradición académica austro-germánica. 

   Este hecho tuvo su constatación con la magistral interpretación del Preludio para la mano izquierda, op. 9-1 de Alexander Scriabin que tocó como primer bis, correspondiendo a un público que reaccionó con gran admiración hacía su arte de pianista categórico. Seguramente será una de las figuras del siglo XXI a tener muy en cuenta tanto en Alemania como a nivel internacional. Su espectacular segundo bis con la Sonata en re menor K.141 de Domenico Scarlatti sirvió para concluir un concierto que quedará en la memoria del que suscribe como una experiencia de singular trascendencia por la rotundidad de criterio en conceptos, poder técnico y permanente claridad de entendimiento del entramado armónico.

   Quedamos a la espera de la grabación de su particular Prokófiev por el sello IBS Classical en la seguridad de que ha de significar un bien pensado producto fonográfico que requerirá máxima atención.

Foto: Michael Reinicke

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