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Opinión: «De la blancura la inocencia». Por Aurelio M. Seco

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Autor: Aurelio M. Seco
6 de julio de 2025

Artículo de opinion de Aurelio M. Seco sobre Karl Böhm y las alegorías en la música

Karl Böhm

De la blancura la inocencia

Por Aurelio M. Seco
En el arte de la música, hablar de la blancura y la inocencia significa hablar de alegorías, de conceptos oscuros que traducen lo que somos de forma parcial, tentando la sustancia preciosa del hombre, sin lograr atraparla del todo. Sin embargo, hablar hoy de «las cosas preciosas» parece más una excentricidad que un gesto «de intelectual». Los intelectuales más profundos, valiosos y sesudos están en otras cosas más importantes y enjundiosas, pero no para hablar de Ideas de basura, de blancura o de inocencia en el arte. 

   La Idea de inocencia o blancura en el arte tiene que ver con la infancia. Con los valores infantiles que el comportamiento infinito y despreocupado de los niños nos regala tantas veces de manera inconsciente. Precisamente la cultura, como sustancia mítica petrificada, nos tiene vedadas las potencialidades del mundo infantil, un mundo que los más grandes artistas han reivindicado con razón, conscientes de sus enormes consecuencias. De ahí que los grandes profesores, cuando enseñan, no lo hagan para dirigir al niño a través de la naturaleza del maestro, para reproducirla, sino para encauzar la sustancia preciosa del joven hacia los lugares más sugerentes, potentes y enigmáticos. La blancura que produce la inocencia, en ocasiones en la infancia está sumergida en una pátina de insconsistencia, carente de técnica y tecnología.

   La conciencia de esta blancura la encontramos muchas veces en la aparente seriedad autoimpuesta de los más grandes artistas, o en los gestos aparentemente excéntricos pero realmente inocentes y blancos de otros. Carlos Kleiber apenas habló en público a lo largo de su vida, quizás por una timidez consciente respecto de lo que decimos. Horowiz entendió muy bien estas cosas, ejercitándolas a través de su sonrisa inocente y blanca y sus versiones preciosas. Karl Böhm lo hizo desde la timidez de un gesto de seriedad perenne.

   Decía Gustavo Bueno con razón que el arte sustantivo puede surgir en una sencilla conversación de sobremesa para, poco después, desaparecer. Hace dos años, una niña de 13 me cantó el principio de la Sinfonia nº 40 de Mozart de tal forma que la Ideas de dulzura, inocencia, sencillez y blancura se encarnaron en la obra de tal manera que, desde su luz, la version de Karl Böhm que yo le había puesto para que la reprodujese se nos reveló de una potencia alegórica inédita y estremecedora. Fue un canto infantil instintivo, inconsciente y fugaz, ofrecido tímido, como jugando, un canto de sobremesa sublime y sustantivo, un canto alegórico asimétrico que los más grandes directores intelectuales y cultos de hoy no sé si podrán alcanzar. 

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