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Crítica: Konstantin Krimmel en el Ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela

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Autor: Óscar del Saz
1 de febrero de 2023

Crítica de Óscar del Saz del recital del barítono Konstantin Krimmel en el Ciclo de Lied coproducido por el Teatro de la Zarzuela y el Centro Nacional de Difusión Musical [CNDM]

Konstantin Krimmel en el Ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela

Al Lied, lo que es del Lied

Por Óscar del Saz | @oskargs
Madrid. 30-I-2023. Teatro de la Zarzuela. XXIX Ciclo de Lied del Centro Nacional de Difusión Musical [CNDM]. Obras de Robert Schumann (1810-1856) y Hugo Wolf (1860-1903).Konstantin Krimmel (barítono), Ammiel Bushakevitz (piano).

   En la edición que nos ocupa del Ciclo de Lied nos encontramos de nuevo, como debutante en el Ciclo, con el barítono Konstantin Krimmel (1993), después de que le escucháramos en el Auditorio Nacional hace muy poco en el Elías de Mendelsshon junto con la OCNE, dirigidos por David Afkham, concierto en el que pudimos comprobar las buenas hechuras de su voz y su timbre, así como una estupenda línea de canto y fraseo bien llevado, por mor de un legato bien pergeñado. 

   En esta ocasión, el barítono fue acompañado por el estupendísimo pianista Ammiel Bushakevitz (1986). Ambos abordaron un conjunto de canciones de Robert Schumann: entre ellas, el cuaderno Liederkreis, op. 39 (no confundir con el opus 24, sobre textos de Heinrich Heine (1791-1856)), y las cinco canciones que integran Fünf Lieder, op. 40. 

   De Hugo Wolf, se sirvió una selección de canciones de Paisajes Nocturnos, sobre poemas de Nikolas Lenau (1802-1850). Después, una canción de las escritas sobre poemas de Joseph von Eichendorff (1788-1857), y finalmente una serie de canciones en textos de Johann Wolfgang von Goethe (1749-1832). Este concierto lo repetirán ambos el 2 de febrero en Barcelona, en el Palau de la Música.  

   Como es sabido, Krimmel está enfocando su carrera de forma muy dirigida hacia el Lied, aunque a finales de 2021 se convirtió en miembro de la Ópera Estatal de Baviera donde ya ha abordado Peter Grimes, y el Matthias de Thomas, la ópera de Georg Friedrich Haas, si bien le aguardan próximamente papeles mozartianos como el homónimo de Las bodas de Fígaro. Comentamos todo esto como puesta en situación, porque nos sorprendió que para cantar Lied el barítono no utilizara la misma técnica vocal que para cantar oratorio (o para cantar ópera, como imaginamos). 

   En este recital, el barítono aplicó en casi todo momento un canto con respiración alta, a media voz, sin profundidad en el apoyo, y con una emisión abierta, un tanto engolada/atenorada y estrechada en cuanto había de acometer la zona aguda media, aunque por el repertorio ejercitado es verdad que sólo en escasos momentos tuvo que alcanzar la tesitura aguda más alta. 

KONSTANTIN KRIMMEL EN EL CICLO DE LIED DEL TEATRO DE LA ZARZUELA

   Podemos entender que este planteamiento fuera el elegido por el barítono desde el punto de vista puramente estilístico, que a simple vista puede funcionar y parecer vistoso, aunque a nosotros no nos guste, pero desafortunadamente es lo que nos encontramos cada vez más en los recitales de Lied. Las razones de nuestro desacuerdo son varias, pero sobre todo creemos que este tipo de canto es mucho más cómodo para el artista -implica menos esfuerzo-, uniformiza en demasía la emisión canora, privándonos de bellas y oscuras tonalidades baritonales, iguala los estilos distintos que deben diferenciarse en compositores diferentes -Wolf y Schumann no deben cantarse igual- y desencadena, en definitiva, que el global del recital llegue a ser aburrido, plano, y mucho menos eficiente en las variabilidades de la expresividad y en la capacidad de comunicar con el público. 

   En cualquier caso, el recital alcanzó en general altas cotas de maestría y madurez estilística, sobre todo teniendo en cuenta la juventud de los intérpretes. Quizá se igualó en demasía -como comentábamos- los estilos de Wolf y Schumann, más en la parte vocal que en la pianística, dado que Bushakevitz se encargó adecuadamente de hacer las diferenciaciones, entendiendo que las composiciones de Schumann siempre gozaron de la novedad formal y estética que permitieron al piano ser protagonista de igual a igual con la voz -y, por tanto, con los textos-, herencia obvia de que el compositor fuera ya afamado pianista.

   En la parte vocal, y debido a lo comentado arriba, nos faltó una mayor profusión en la creación de atmósferas y matices, en cómo describir los destellos, las sombras, los colores, la vida y la muerte, así como los complejos universos que habitan en Schumann. Y, de verdad, no importaría tanto que Krimmel aplicara el registro de cabeza -con falsete reforzado-, cuando el carácter fuera descriptivo, evocador o amoroso, si utilizara un registro con respiración/apoyos más profundos e impostación y emisión oscuras para expresar, más adecuadamente, en las canciones de carácter más heroico, dramático o de gravedad en la trama.  

   Podemos poner varios ejemplos de esto mejorable que comentamos en la primera parte del recital, en Violetas de marzo [Märzveilchen] o El sueño de la madre [Muttertraum], si bien valoramos muy adecuadamente las interpretaciones de El soldado [Der Soldat] -donde el cantante hizo exhibición para los ascensos en la tensión emocional de un solo fiato-, y El músico [Der Spielmann], todas ellas de las Cinco canciones de Schumann.

   En los Liederkreis, la temática es plenamente emocional optimista/pesimista, muy a tono de la época de enamoramiento con Clara, antes de su matrimonio. La versión de Krimmel/ Bushakevitz creemos que es fiel a esa feliz etapa de Schumann, tanto por parte de la voz como por parte del piano. Aunque el ciclo quedó perfectamente retratado, destacamos, de las doce, la primera (In der Fremde [En tierra extraña]), la mágica tercera (Waldgespräch [Conversación en el bosque]). La quinta (la más conocida, Mondnacht [Noche de luna]), nos pareció demasiado edulcorada y con falta de profundidad y misterio. Muy adecuadas fueron Zwielicht [Crepúsculo], donde queda muy bien decir el último verso hablado: «¡Ten cuidado, vela, y mantente despierto!», como así hizo Krimmel.

   En el universo Hugo Wolf destacamos lo bien que Bushakevitz dibujó los postludios pianísticos. También nos gustaron mucho los muy contenidos Lieder de Goethe, los tres de El arpista [Harfenspieler], que basculan entre la introspección y el dolor. De igual forma nos pareció muy apropiada, en el reflejo de lo bucólico y lo pastoral, La tumba de Anacreonte [Anakreons Grab]. 

   Hasta cuatro salidas a saludar pudimos contar al final de este recital, donde el público vitoreó a ambos intérpretes, consiguiendo dos propinas que fueron enunciadas en español por el propio Krimmel: La delicada Flor de loto, aquella que crece al Sol pero sólo se abre a la Luna, y Los dos granaderos. Y sí, en esta última, aguerrida y patriótica, -trata la historia de dos granaderos franceses e incluye una parte de La Marsellesa- escuchamos la verdadera voz de Konstantin Krimmel, intencionada, viril, con cuerpo, bellos tintes baritonales, etc.

   Es verdad que el Lied contiene sus propios códigos interpretativos, muchas veces sujetos a que los recitales giran alrededor del pequeño formato, tanto espacial, como sonoro, y que se comparte sonido con un solo instrumento, el pianístico, pero eso no debe llevar a pensar que ha de cantarse utilizando «trucos», menguas o fabricaciones/variaciones de la propia voz, cambiando ostensiblemente la forma de cantar a cuando el artista lo hace en el oratorio o en la ópera. Al Lied, lo que es del Lied, pero con la voz «entera y verdadera» que cada artista pueda tener. De verdad que hacerlo así es menos líneal, menos aburrido y tiene más mérito.

Fotos: Rafa Martín

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