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Crítica: Krzysztof Urbanski y Bomsori con la Orquesta Nacional de España

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Autor: Raúl Chamorro Mena
19 de febrero de 2024

Crítica de Raúl Chamorro Mena del concierto de Krzysztof Urbanski y Bomsori con la Orquesta Nacional de España

Bomsori con la Orquesta Nacional de España

Intensidad eslava y un volcán oriental

Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 17-II-2024, Auditorio Nacional. Ciclo Sinfónico Orquesta Nacional de España. Scherzo (Grazyna Bacewicz, orquestación de Krystof Urbanski). Concierto para violín, op. 35 (Piotr Ilich Chaikovski). Bomsori, violín. Sinfonía núm. 7, op. 70 (Antonin Dvorák). Orquesta Nacional de España. Director: Krzysztof Urbanski

   La música eslava protagonizó el capítulo 12 del ciclo sinfónico 23-24 de la Orquesta Nacional de España, incluyendo la oportunidad de escuchar música de la talentosa compositora polaca Grazyna Bacewiz, hoy olvidada, además de continuar con la semana de extraordinarios violinistas que se ha podido disfrutar en Madrid y que comenzó con la actuación de Daniel Lozakovich con la Orquesta Sinfónica de RTVE. 

   Grazyna Bacewicz (Lodz 1909-Varsovia 1969) fue también una reconocida violinista, además de pionera entre las compositoras polacas y la mejor de todas ellas en el siglo XX. Scherzo es una pequeña obra juvenil para piano, que se interpretó en orquestación del director musical de la velada, su compatriota Krzysztof Urbanski. Hábil orquestación, que dota de cierta brillantez a la pieza de escasa duración, que se complementó con la propina ofrecida por la solista de violín de la velada, de cara a ofrecer una mayor muestra de las calidades como compositora de Bacewicz. 

   La surcoreana Bomsori Kim demostró, con una piedra de toque tan apropiada como el concierto para violín de Chaikovski, el más interpretado y de gran exigencia virtuosística, ser una magnífica violinista en esta especie de edad de oro que vive este instrumento. 

Krzysztof Urbanski y Bomsori con la Orquesta Nacional de España

   Las crueles opiniones del célebre crítico Eduard Hanslick quedan hoy día como ridículas ante la trascendencia en el tiempo e inmortal pervivencia del hermoso concierto de Chaikovsky, uno de los más queridos por el público y los solistas de violín. Desde el comienzo, pudo comprobarse como el bellísimo y diamantino sonido obtenido por la coreana de su Guarneri del Gesù llenó la sala, además, su técnica le permitió sortear las enormes dificultades de la pieza con deslumbrante facilidad –apabullante demostración de virtuosismo fue la peliaguda cadencia-, además de mostrar una ardiente intensidad y capacidad comunicativa. 

   En la canzonetta el violín de la Bomsori se reposó y plegó al efusivo lirismo del pasaje con impecable afinación, musicalidad y cuidado fraseo, incluidos bellos diálogos con flauta y clarinete. El vertiginoso tercer movimiento, con el frenético ritmo de danza trepak, fue toda una exhibición de destreza, técnica y capacidad para reproducir con velocidad endiablada las cascadas de notas. Todo ello con un arrojo flamígero, un auténtico terremoto, que hizo las delicias del público que ovacionó con estruendo a la violinista nacida en Daegu. La dirección de Urbanski, sin partitura como todo el concierto y que se bajó del podio durante la larga cadencia del capítulo inicial, tuvo pasajes morosos –se recreó en exceso en el clímax orquestal del primer movimiento- y otros amanerados, pero contribuyó a la atmósfera de lirismo ensoñador del segundo movimiento y a la factura trepidante y volcánica del tercero. Bomsori interpretó como propina el capricho polaco de Grazyna Bacewicz, con lo que se completó, en cierto modo, la pequeña aportación de su brevísimo scherzo que abrió programa.

   Urbanski, con su gesto amplio, claro, pero a veces demasiado amanerado, afrontó la espléndida Séptima sinfonía de Antonín Dvorák, que últimamente se programa más que la mísmísima novena, con el objetivo de dejar su sello personal mediante una construcción audaz, acusados contrastes dinámicos y de tempi, con pasajes demasiado lentos –ese segundo movimiento algo caído- otros rapidísimos, así como momentos rebuscados y demasiado alambicados. El scherzo atesoró nervio y el impulso rítmico apropiado y el final resultó brillante. Asimismo, la orquesta Nacional sonó estupendamente y con entrega, demostrando motivación y buen entendimiento con el Maestro polaco, pero quedó diluida la importante carga dramática de esta sinfonía.

Fotos: Orquesta Nacional de España

Krzysztof Urbanski y Bomsori con la Orquesta Nacional de España
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