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Crítica: «La forza del destino» en la Ópera de Bilbao

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Autor: Raúl Chamorro Mena
28 de octubre de 2025

Crítica de Raúl Chamorro Mena de La forza del destino de Verdi que inaugura la temporada de la Asociación Bilbaína de Amigos de la Ópera [ABAO]

«La forza del destino» de Verdi en la Ópera de Bilbao

Las voces salvan la Forza de apertura de la ABAO

Por Raúl Chamorro Mena
Bilbao, 25-X-2025, Palacio Euskalduna. Temporada ABAO 2025-26. La Forza del destino (Giuseppe Verdi). Carmen Solís (Donna Leonora di Vargas). Angelo Villari (Don Alvaro), Juan Jesús Rodríguez (Don Carlo di Vargas), Ketevan Kemoklidze (Preziosilla), Manuel Fuentes (Marqués de Calatrava/Padre Guardiano), Luis Cansino (Fra Melitone). Marifé Nogales (Curra), Fernando Latorre (Alcalde), Gillen Munguía (Mastro Trabuco), David Aguayo (Un cirujano). Coro de la Ópera de Bilbao. Orquesta Sinfónica de Euskadi. Dirección musical: Lorenzo Passerini. Dirección de escena: Ignacio García. 

   Francesco Izzo, en su muy interesante artículo del programa de mano editado por la ABAO, resalta la variedad impredecible de La Forza del destino (San Petersburgo, 1862) y la relaciona, muy hábilmente, con I Lombardi alla prima crociata (Milán, 1843), señalando en ella un antecedente en el aspecto estructural y dramatúrgico. Efectivamente, esa complejidad y riqueza temática, esos enormes contrastes, la falta de homogeneidad y sucesión de escenas aparentemente inconexas, pero de una sugestiva variedad y una partitura de un Maestro en constante evolución y ya instalado con rotundidad en la senda de su madurez artística, sustentan La Forza como una magnífica creación Verdiana.

   La ABAO ha elegido esta ópera en la que nuevamente, un texto español estimulaba el talento teatral verdiano, para la apertura de su 74ª temporada de ópera. Todo un reto. Ciertamente, la ABAO ha reunido a tres cantantes protagonistas de indudable interés, que una errática dirección musical y una puesta en escena banal y anodina han impedido brillar a mayor altura. 

«La forza del destino» de Verdi en la Ópera de Bilbao

   Carmen Solís ha firmado un dignísimo debut en un papel tan exigente vocal y dramáticamente como la tercera Leonora del corpus Verdiano, teniendo en cuenta, que ha vivido un momento personal muy complicado los días antes de la función. Carencias en el grave, desguarnecido, y un registro agudo, a veces abierto y falto de ese punto de pegada y expansión tímbrica requeridas, no empañaron una prestación sustentada en una voz de soprano lírica plena de calidad, bien emitida, de bello timbre y manejada con control y genuina escuela de canto. El legato impecable de Solís lució especialmente en las arias “Madre pietosa vergine”, "La vergine degli'angeli" y en “Pace, pace mio Dio” introducida esta última con una estupenda messa di voce -regulador piano-forte- piano- que no lució más, porque la dirección de escena obligó a la soprano pacense a emitirla casi desde la ría. La Solís sacó adelante, no sin apuros, el dúo con el Padre Guardiano, de tesitura muy onerosa y demostró una entrega y compromiso totales en escena, destacando el sufrimiento y hondo dolor de Leonora. Al que suscribe, se le antoja injusto que Carmen Solís no atesore mayor presencia en papeles protagonistas en los teatros españoles.  

   Angelo Villari me había causado buena impresión ahora hace dos años como protagonista de Amleto de Franco Faccio en el Filarmónico de Verona. En esta ocasión me ha bajado un tanto la valoración, pero es que Verdi es Verdi y exige mucho en cuanto a línea de canto, fraseo y acentos. De todos modos, resulta muy raro escuchar en un recinto tan problemático para las voces como el Euskalduna, una voz como la del siciliano, de tenor spinto, robusta, voluminosa, amplia, que llena hasta el último rincón. Villari mostró, sin embargo, problemas en los agudos, la mayoría apretados y alguno totalmente fallido, como el de “Chiegga il guerrier” del final del segundo dúo con el barítono. Fraseo poco sutil, pero elocuente, entrega, arrojo y algunos acentos interesantes remataron la labor de Villari en un papel de grandísima exigencia y escasas alternativas actualmente. 

«La forza del destino» de Verdi en la Ópera de Bilbao

   Juan Jesús Rodríguez mantuvo la bandera de barítono verdiano referente de la lírica actual en su debut como Don Carlo di Vargas. El material baritonal del onubense sigue siendo imponente - a pesar de la pérdida de brillo y un perceptible vibrato- además de atractivo y noble y con un registro agudo de gran seguridad. El fraseo, si se quiere poco fantasioso, pero directo y los acentos viriles y vibrantes de Rodríguez se adaptaron impecablemente a este personaje de una sola pieza, monolítico, sin aristas ni evolución, con una única obsesión irrenunciable, la venganza. Su “Urna fatale” obtuvo una de las grandes ovaciones de la noche y completó tres notables dúos con el tenor.  

   Manuel Fuentes suena a bajo, y con su exuberante juventud resulta toda una baza de futuro en una cuerda en la que la gloriosa escuela vocal española ha dado escasos nombres de lustre a excepción del mítico José Mardones. Eso sí, resulta demasiado tierno para el papel de Padre Guardiano, faltándole autoridad de acentos, rotundidad vocal y dimensión en los extremos, pues el grave resulta débil y el agudo apretadísimo y sin proyección.  

   La Preziosilla, plena de desparpajo y vitalidad, de Ketevan Kemoklidze lució más por su desenvoltura y sensualidad en escena que por sus sutilezas canoras, con unos medios más sopraniles, que propios de una verdadera mezzo. 

   Luis Cansino compuso un Fra Melitone simpático y comunicativo, que se ganó al público, al mismo tiempo que dotó de particular relieve a este personaje, Para ello, se valió de una voz sonora y de timbre reconocible, así como su gran variedad de tics, acentos y dotes de comediante, que nunca pasaron la raya del exceso. 

   Buenos secundarios, entre los que destacaron la seguridad y buen gusto de Marifé Nogales y el grato timbre, bien emitido, del tenor Guillen Munguía como Mastro Trabuco.

«La forza del destino» de Verdi en la Ópera de Bilbao

   Escaso interés encontré en la dirección musical de Lorenzo Passerini, ruidosa, borrosa y deslavazada ya desde la obertura, además de avara en articulación y con escasa capacidad para acompañar el canto y estimular el fraseo. El discurso orquestal, pasado de decibelios, mostró escaso equilibrio con el escenario y las voces, incoherencia en los tempi e intentó enmascarar, con algunos momentos enérgicos y de efecto, una genuina falta de tensión teatral y sentido narrativo. Estupendo el coro, pues combinó empaste y amplitud sonora con ductilidad. 

   Poco se puede decir de la puesta en escena de Ignacio García, originaria de 2013, escasamente estimulante, sin ideas, más allá de intentar encauzar un alegato antibelicista trasladando la acción al marco temporal de la Guerra civil española de 1936-39. Ni la escenografía de Tiziano Santi, pobretona, anodina e ingrata a la vista, resuelta en algunos pasajes en dos planos superpuestos, ni el trivial movimiento escénico, contribuyeron a dar relieve a un montaje banal e insustancial, que no se libra de numerosas incoherencias. Eso sí, hemos visto cosas peores y los cantantes emitieron casi siempre en la parte delantera del escenario, a excepción de Carmen Solís al comienzo de “Pace, pace mio Dio”. 

Fotos: Facebook ABAO

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