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Crítica: La Grande Chapelle en el Teatro Cervantes de Málaga

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Autor: José Antonio Cantón
4 de abril de 2022

La Grande Chapelle ofrece un concierto en el Teatro Cervantes de Málaga bajo la dirección de Albert Recasens, con obras de Cristóbla de Morales

La Grande Chapelle

Pureza polifónica

Por José Antonio Cantón
Málaga, 30-III-2022. Teatro Cervantes. II Aeternum (Músicas sacras del mundo). La Grande Chapelle. Director: Albert Recasens. Obras de Cristóbal de Morales.

   Bajo el título de uno de los motetes a cinco voces más impresionantes surgido del inmenso talento polifónico de Cristóbal de Morales, compuesto hacia 1543 con el título Lamentabatur Jacob, la agrupación coral La Grande Chapelle ha cerrado la segunda edición del festival de música antigua que organiza el Teatro Cervantes malagueño, dedicando su actuación a obras para el tiempo cuaresma del gran compositor sevillano, que junto al abulense Tomás Luis de Victoria y su paisano y discípulo Francisco Guerrero, completa la tríada de figuras más sublime de la historia de la música española. Albert Recasens en su constante preocupación por seleccionar lo más sugestivo del repertorio sacro español, ha ofrecido un programa que ya había publicado en su sello discográfico Lauda Música unos meses antes de la pandemia con relevante repercusión para la crítica especializada, enriqueciendo monográficamente el repertorio fonográfico de este genial polifonista.

   El motete antes referido ocupaba prácticamente el centro del orden de las obras que integraban el concierto como si se hubiera querido destacar en el programa como su vértice de principal atención. Está recogido en el noveno responsorio de la liturgia de maitines del Tercer Domingo de Cuaresma, cuyo texto está tomado del lamento de Jacob por la pérdida de su hijo Benjamín, obligado a permanecer en Egipto por su hermano José, tal como relata el Libro del Génesis. La pureza de las voces en la casi nula reverberación del recinto del teatro, incrementaba el carácter dramático desde el logrado apoyo y relación entre ellas así como por la limpieza fonación sin la más mínima ondulante emisión, efecto que se percibía enriquecido por un tratamiento de disonancias que lo implementaban en belleza. El director manejaba el instrumento vocal con esa cuidada agilidad que determinaba los más delicados matices, llegando, desde la aparente sobriedad de su canto al más alto grado de imploración y dolorida súplica del  anciano patriarca ansioso por recuperar a sus hijos más queridos.

   Un primer bloque estuvo dedicado al Tempus septuagesimae en el que se pudo apreciar esa concesión de Cristóbal de Morales a las tradiciones eclesiásticas hispanas referidas a ese tiempo litúrgico. Los bloques segundo y tercero, este último dedicado propiamente a Semana Santa, Tempus Passionis, dejaban patente la riqueza estilística que había adquirido el compositor en su estancia en Roma como cantor de la capilla pontificia entre la cuarta y quinta décadas del siglo XVI.

   Hay que destacar cómo Albert Recasens, ante la falta de notas para programa de mano, fue anticipando el contenido de cada bloque de obras, permitiendo que su contenido fuera más comprensible para el auditorio. Desde su conducción, cuidó los fraseos de cada pieza sin dejar en momento alguno de atender a sus particulares momentos culminantes de expresividad desde una indicación siempre firme en su dibujo, que impulsaba el discurso coral con tal naturalidad que implementaba el resultado sonoro, haciéndolo más sensible para oyente. Sobre todo, propició ese particular grado de consoladora espiritualidad que sólo este compositor puede llegar a alcanzar si se va más allá de la expresividad formal que contiene cada motete al convertirla casi en una experiencia mística. En cuanto a los cantantes, tres españoles, Lorena García, el contratenor Gabriel Díaz Cuesta y el tenor Ferrán Mitjans, y cuatro extranjeros, los tenores Adriaan De Koster y Andrés Montilla-Acurero, y los barítonos Raitis Grigalis y Ulfried Staber, todos ellos habituales colaboradores de La Grande Chapelle, hay que resaltar su perfecta integración dentro del grupo, posibilitando una homogeneidad de carácter vocal y destacada emocionalidad expresiva de conjunto. Éste absorbió con natural eficacia y resultado artístico la incorporación en el último momento de la soprano alavesa sustituyendo a la inicial cantante anunciada.

   Ante la entusiasta respuesta del público, Alberto Recasens repitió la interpretación del motete a cinco voces con el que inició el concierto, Circumdederunt me, perteneciente al domingo se septuagésima, que fue respondido con redoblados aplausos, concluyendo con gran éxito esta segunda edición del festival de música antigua Aeternum que ha contado también en sus otras dos jornadas con la participación de la malacitana Capilla de Música Maestro Iribarren dirigida por Antonio del Pino y la admirada Accademia del Piacere conducida por su fundador, el gran violagambista Fhami Alqhai.

Foto: Daniel Pérez

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