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Crítica: «La nariz» en el Teatro Real de Madrid

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Autor: Raúl Chamorro Mena
20 de marzo de 2023

Crítica de Raúl Chamorro Mena de la ópera La nariz de Shostakóvich en el Teatro Real de Madrid, bajo la dirección musical de Mark Wigglesworth y escénica de Barrie Kosky

«La nariz» de Shostakóvich en el Teatro Real

«¿Qué diablos es un hombre sin nariz?»

Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 17-III-2023, Teatro Real. Nos-La Nariz, op. 15 (Dmitri Shostakóvich). Martin Winkler (Platón Kuzmitch Kovaliov), Alexander Teliga (Barbero Yakovlevivh/Encargado del periódico/Médico), Vasily Efimov (Iván/ jefe adjunto de policía/Caballero/estudiante/eunuco), Andrei Popov (Inspector de policía), Dmitry Ivanchev (La nariz/Yarishin/eunuco) y, entre otros, Ania Juric, Agnes Zwierko, Iwona Sobotka, Margarita Nekrasova, David Alegret, Josep Fadó, Ihor Voievodin, Isaac Galán, Roger Padullès. Orquesta y coro titulares del Teatro Real. Dirección musical: Mark Wigglesworth. Dirección de escena: Barrie Kosky. Reposición de la dirección de escena: Johannes Stepanek.

   Con La nariz (Leningrado, 1930) Dmitri Shostakovich crea una de las óperas más gamberras, rompedoras y originales de la historia del género. Una obra insólita, profundamente experimental, y que sembró gran impacto y hondo desconcierto en su época, además del pronto arrumbamiento por parte de las autoridades soviéticas. Hoy día, no deja de sorprender el sarcasmo y la ironía -elemento siempre presente en su trayectoria compositiva- que aplica Shostakovich para arremeter de forma cáustica y especialmente corrosiva contra la anquilosada burocracia soviética. Con ello traslada a su tiempo la crítica a la no menos atrofiada administración zarista contenida en el cuento de Nikolai Gogol en el que se basa la ópera. Un gris y fatuo funcionario de esa maquinaria esclerotizada amanece sin su nariz, que toma vida propia y asciende en la administración hasta convertirse en consejero de Estado. «Una sinfonía músico-teatral» en palabras del propio autor, muy compleja para poner en escena, dados sus casi 80 personajes, que necesitan unos 30 solistas, algunos que tripliquen y hasta cuatripliquen papeles. Todo ello con una orquestación fascinante destinada a orquesta de reducido formato con abundante y variadísima presencia de la percusión y miradas al mundo del Jazz y del cabaret. No faltan los sonidos onomatopéyicos, que han sido excesivamente exagerados por el director de escena Barrie Kosky en este montaje -con el que La nariz se estrena en el Teatro Real- rebosante en pedos, regüeldos, ronquidos y gruñidos varios. Por supuesto, el Sr. Kosky tiene que ser aún más gamberro que Shostakovich y situarse por encima de él, faltaría más. El ego apabullante de las estrellas actuales de la dirección de escena merecería una convención de psicólogos. 

«La nariz» de Shostakóvich en el Teatro Real

   Eso sí, no se puede dudar de la capacidad teatral del regista australiano, que sabe exprimir toda la teatralidad de la obra, así como exponer toda su carga grotesca y absurda. Kosky mueve bien a los artistas, se desenvuelve adecuadamente con las masas y las escenas se suceden dinámicas y con gran ritmo escénico. La caracterización del protagonista absoluto, el personaje más completamente delineado de la obra, es también acertada en el montaje, pues acentúa la carga caricaturesca de este funcionario engreído que ve hundirse su Mundo, pues sin nariz, lo que se equipara con una especie de castración, ya no es nadie. Como afirma él mismo: «¿Qué diablos es un hombre sin nariz?». A consecuencia de ello, inicia una búsqueda del apéndice nasal perdido tan disparatada como hilarante.

   Como ya he subrayado, la puesta en escena potencia y subraya el elemento groteso e introduce, además de exagerar los sonidos onomatopéyicos, una especie de claqué de las narices, nunca mejor dicho, que culmina con el apéndice de Kovaliov exclamando «Gracias, Madrid». Queda bien con el público que, además, aplaudió contento el referido momento. Eso sí, yo me quedo con el cameo de Anne Igartiburu, que aparece al final de la representación, radiante, plena de empaque y glamour, para decir con fluidez su breve parlamento, que incide en lo absurdo del argumento de esta ópera, ataviada con un espectacular vestido rojo. 

   Mark Wigglesworth, en su notable dirección musical, logró huir del ruido y poner orden, lo cual ya es ganar mucho de partida en tan compleja obra. Estupendos los interludios, los abundantes pasajes de variado ímpetu rítimico y la forma de manejar la copiosa percusión e integrar los influjos del jazz y los sonidos extra musicales. Asimismo, a pesar de cierta borrosidad, el director británico obtuvo un buen rendimiento de la Sinfónica de Madrid. El sonido del coro fue resonante y ampuloso. 

   El reparto vocal, como ya he resaltado más arriba es amplio y coral, con el protagonismo descollante del funcionario desnarigado Kovaliov, que encontró un apropiado y muy entregado intérprete en Martin Winkler, que hace poco más de un mes, encarnó sobre el mismo escenario al Conde Waldner en Arabella de Richard Strauss. Si en lo vocal, Winkler adolece de una emisión gutural y retrasada, es cierto que la voz es rocosa y en la faceta escénica realiza un gran esfuerzo, pues además de cantar, baila y actúa con movimiento continuo en su constante presencia en escena, dotando, asimismo, de un interesante tono patético al protagonista. El Teatro Real ha logrado rodearle de un equipo consistente y bien compenetrado. Los tenores Vassily Efimov, Andrey Popov y Dmitry Ivanchev deben asumir tesituras muy empinadas y las sacaron adelante con timbres muy livianos, aunque abusando en algunos pasajes del falsete. Agnes Zwierko exhibió respetable caudal y graves abisales, Anja Juric resultó un tanto desabrida, pero desopilante en escena, cuando encuentra la nariz de Kovaliov mientras amasa pan y la arroja bien lejos. Un tanto irregular, la soprano Iwona Sobotka, mientras Alexander Teliga mostró escasa rotundidad con un timbre más cercano al terreno baritonal que al de un verdadero bajo. Es justo destacar la labor de los numerosos cantantes españoles, bien integrados en el desempeño escénico y vocal, Josep Fadó, Roger Padullés, David Sánchez, David Alegret, Gerard Ferreras, Isaac Galán, José Manuel Montero, Luis López Navarro y Néstor Pindado.

Fotos: Javier del Real / Teatro Real

«La nariz» de Shostakóvich en el Teatro Real
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