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Crítica: «La tabernera del puerto» en el Teatro de la Zarzuela

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Autor: Raúl Chamorro Mena
20 de junio de 2025

Crítica de Raúl Chamorro Mena de La tabernera del puerto en el Teatro de la Zarzuela, dirigida en lo musical por José Miguel Pérez Sierra y lo escénico por Mario Gas

«La tabernera del puerto» en el Teatro de la Zarzuela

Foto: Javier del Real / Teatro de la Zarzuela

Un clásico atribulado

Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 18-VI-2025, Teatro de la Zarzuela. La tabernera del puerto (Pablo Sorozábal). Serena Sáenz (Marola), Ángel Ódena (Juan de Eguía), Marcelo Puente (Leandro), Rubén Amoretti (Simpson). Ruth González (Abel), Xabier Ribera-Vall (Verdier), Vicky Pena (Antigua), Pep Molina (Chinchorro), Ángel Ruiz (Ripalda). Coro titular del Teatro de la Zarzuela. Orquesta de la Comunidad de Madrid. Dirección musical: José Miguel Pérez-Sierra. Dirección de escena: Mario Gas. 

   Resulta curioso, como esta magnífica producción de uno de los títulos más señeros de nuestro teatro lírico haya alcanzado ya en apenas unos años el carácter de “clásico” sin, al mismo tiempo, poder quitarse de encima un halo de gafe. Efectivamente, en ocasión de su estreno en 2018, apenas pudieron darse dos representaciones a causa de una huelga contra la fusión del Teatro de la Zarzuela y el Teatro Real. Después de presentaciones en Oviedo y Sevilla, la reposición prevista en 2020 sucumbió a la pandemia. Otra huelga afectó a las funciones de noviembre de 2021. Lo mismo ha ocurrido con esta nueva programación en junio de 2025, afectada por huelga del coro titular, dándose la insólita circunstancia de una primera función celebrada sin intervención del mismo.   

Ángel Ódena en «La tabernera del puerto»

Ángel Ódena en «La tabernera del puerto» del Teatro de la Zarzuela. Foto: Javier del Real / Teatro de la Zarzuela

   Además de volver a recrearse con esta magnífica puesta en escena de Mario Gas, uno de los principales alicientes de esta reposición se centraba en la primera actuación como protagonista en Madrid de la soprano barcelonesa Serena Sáenz, que había intervenido en el Teatro Real como Lisa, soprano comprimaria-antagonista en La Sonnambula de diciembre de 2022, además de diversas actuaciones en el Auditorio Nacional. 

   La jovencísima soprano está consolidando una carrera internacional cada vez más ascendente, principalmente en Centroeuropa e, incluso, ha publicado su primer disco, Birds, con dirección musical de Clelia Cafiero

   Muchas sopranos ligeras de coloratura se han acercado al papel de Marola, especialmente por las vocalizaciones de la romanza “En un país de fábula”, pero el papel es, fundamentalmente, para una soprano lírica. Por tanto, Serena Sáenz, soprano ligera de registro agudo rutilante, se encontró incómoda en los pasajes que reclaman la zona centro-grave. La franja central, no exenta de cierto cuerpo para su tipología vocal, resulta, sin embargo, un tanto sorda y opaca, muy lejos de ese brillo, timbre y penetración tímbrica que atesora la aguda. Espléndidas por punta, expansión y luminosidad fueron las notas agudas emitidas durante toda la representación, así como la coloratura -vocalizaciones, notas picadas- en la romanza, de la que Sáenz ofreció una magnífica conclusión, con bellos filados y un agudo final en regulador mantenido varios segundos, que desencadenó una gran ovación del público. Indudable el canto fino, musical y de buena escuela de la Sáenz, que, en el aspecto interpretativo, compuso una Marola muy juvenil, femenina, de impecable figura, que se debate entre el amor por Leandro y el filial por su padre, pero demasiado frágil y ayuna de un punto más de carácter.

   Ángel Ódena volvió a demostrar su dominio total del papel de Juan de Eguía en el contexto de esta producción, en una caracterización impecable del corsario que llega con su hija a este pueblo de pescadores y quiere obtener su último alijo para retirarse. En lo vocal, el barítono tarraconense conserva generosa sonoridad, si bien el timbre acusa cierto desgaste y perceptible vibrato, además de una zona alta más bien dura. En su canto predominaron la elocuencia y la vehemencia sobre la sutilidad. 

   Leandro, mozo noble, valiente y enamorado, encontró en el tenor Marcelo Puente, intérprete de voz interesante, técnica aún por pulir y un canto más arrojado que fino, alumbrado por un fraseo un tanto agreste. Aprovechó, como no, el bombón “No puede ser” -cantada con entrega y bravura-, para recibir un cerrado aplauso del público.  

Rubén Amoretti y Marcelo Puente en «La tabernera del puerto» del Teatro de la Zarzuela

Rubén Amoretti y Marcelo Puente en «La tabernera del puerto» del Teatro de la Zarzuela. Foto: Javier del Real / Teatro de la Zarzuela

   Un clásico también el Simpson -marinero compañero de correrías de Juan de Eguía, borrachín, pero de buen corazón-, que caracterizó Rubén Amoretti. Apropiado como actor y capaz de sacar jugo a la fabulosa romanza con aires antillanos “¡Despierta negro!”.

   Después de varias recensiones propias, el que firma poco puede añadir respecto a este montaje que volvió a funcionar como un reloj. Tanto la dirección de escena de Mario Gas, como los espléndidos decorados de Mario Frigerio y Ricardo Massironi, la iluminación de Vinicio Cheli –ejemplar la resolución de la escena de la tormenta- y el vestuario de Franca Squarciapino volvieron a ambientar y exponer de manera inmejorable la creación del gran Pablo Sorozábal y los señeros libretistas Federico Romero y Guillermo Fernández Shaw. Todo ello al servicio de la obra, fortaleciéndola con toda su genuina calidad. 

   Esta producción se beneficia además de una serie de secundarios fijos que volvieron a brillar con luz propia. Desde el Abel, ya referencial, de Ruth González, creación auténtica y definitiva, a la genial pareja Antigua-Chinchorro encarnada por los magníficos Vicky Peña y Pep Molina. Angel Ruiz, por su parte, repitió su hilarante Ripalda. Cumplió Xabier Ribera-Vall como Verdier, personaje que comienza la obra, pero desaparece inmediatamente. 

   A falta de detalles y sutilezas, resultó animada y con cierto pulso teatral la dirección musical de José Miguel Pérez-Sierra, buen acompañante de las voces. El sonido que llegó desde el foso demostró que la Orquesta de la Comunidad de Madrid continúa en lenta, pero saludable progresión.

 

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