
Artículo de opinión de Aurelio M. Seco sobre la Idea de dificultad, Yuja Wang, Paavo Järvi y Prokofiev
Lo difícil
Por Aurelio M. Seco | @AurelioSeco
Lo difícil, cuando está insitucionalizado, tiene más valor que lo fácil. Lo difícil, sin embargo, de esta ecuación, es establecer, no sólo «lo difícil» sino diferenciar lo valioso institucional de lo valioso de su contenido. Cuando hablamos de dificultad, con frecuencia nos referimos a lo técnico y tecnológico, cosas distintas en las ciencias estrictas y en el arte. Es imposible separar el arte de la técnica y la tecnología en el campo de la música, pero se pueden disociar para entender su naturaleza y su mezcla, con la intención de establecer criterios axiológicos. Cuando Prokofiev escribió su Concierto para piano y orquesta nº 2, estableció una idea de dificultad límite, escribió una de las más importantes obras de arte, una partitura que transforma la imagen del hombre primario en un individuo extraño y, tan evolucionado, que practicamente no existe.
La escala del hombre es uno de los criterios fundamentales para establecer cierto grado de desarrollo lógico en las cosas institucionalizadas, en el arte. Hay en esta partitura un momento cumbre que todo el que la aprecia conoce. Llegar a saborear una obra así es un gesto vital precioso y excéntrico cuando no esta llevado por la impostura. Cuando esto se produce, el arte de Prokofiev, que es el de un gigante entre gigantes, transforma a la mayoría de los hombres, no en gigantes, sino en pura medianidad. Hay artistas capaces de desbordar las capacidades de otros, convirtiéndose, por ello, en más valiosos. Hay instrumentistas capaces de tocar magistralmente un concierto para piano de Mozart o Beethoven, pero incapaces de poner en sonido los de Brahms sin quedar en evidencia, por falta de condiciones técnicas o incluso físicas. Con frecuencia obviamos la importancia del cuerpo, que es crucial y que tanto puede ser una virtud como mostrar ciertas flaquezas.
Ante el Concierto para piano y orquesta nº 2 de Prokofiev hemos visto flaquear a los mejores. La partitura pone a prueba al hombre de tal manera que asombra. Es un caso artístico límite que exige cierta comprensión de la Idea. Queremos decir que hay ciertas obras musicales que suenan mejor cuando son rápidas y en las que el error es anecdótico. Uno puede hacerlas más lentas, encontrando matices profundos, si se quiere, pero la rapidez produce conexiones inéditas que, sin ese grado de movimiento, resultan imposibles. Es el caso de este Segundo concierto.
Hoy queremos fijarnos en una de esas pocas pianistas del presente capaces de encontrar esas conexiones preciosas gracias a la rapidez. Yuja Wang ha dejado grabada esta obra en varias ocasiones. En Youtube, bajo la direccion de Lionel Bringuier y Paavo Järvi. Es en esta última versión, bajo la dirección de Järvi, donde encontramos lo más precioso y sustantivo. Es imposible saber qué llevó a Wang a mirar al cielo al tocar esa especie de re menor por encima de una orquesta que, con sus notas, parece mostrarnos a un Mundo en destrucción. Sin duda que la orquesta sea la Filarmónica de Berlín fue un aliciente para la pianista, incluso trabajar con Järvi, director interesante todavía por descubrir. Sea como fuere, ciertos fragmentos, por la rapidez brillante de Wang, son de gran importancia para entender la poética e intenciones musicales de Prokofiev. Y en ese momento cumbre que quien aprecia la obra conoce perfectamente, cuando la orquesta, casi en todas las versiones, o entra a destiempo o no sigue el ritmo que tiene que seguir, nos sorprendemos, primero, por la grandeza poética de la versión y, segundo, por la siguiente pregunta: ¿debemos forzar la formalidad de las partituras aún cuando su inercia puesta en sonido nos demuestra una naturaleza distinta? ¿Acaso no existe también un sentido materialmente dramático que justifique que la orquesta no siempre se tenga que atener al texto?
En un calle cercana, un arquitecto delimitó claramente los caminos por los que los ciudadanos deben cruzar ciertos terrenos pero, con el tiempo, la experiencia de los transeuntes dibujó uno propio, no previsto por el arquitecto, más fácil, sencillo y natural, que varió el plano y sus intenciones, pero que ahí estuvo el tiempo que la vanidad del artista exigió borrarlo para forzar a la gente a ír por donde él consideraba que era mejor, equivocándose.
Compartir