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Crítica: Lorenzo Viotti y Gautier Capuçon con la Orquesta Nacional de España

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Autor: Raúl Chamorro Mena
25 de octubre de 2025

Crítica de Raúl Chamorro Mena del concierto de la Orquesta Nacional de España protagonizado por Lorenzo Viotti y el violonchelista Gautier Capuçon 

Viotti y Capucon

Gautier Capuçon oficia un exitoso estreno en España

Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 24-X-2025, Auditorio Nacional. Temporada Orquesta Nacional de España. Concierto para violonchelo núm 2 "Les chants de l'aube" (Thierry Escaich). Gautier Capuçon, violonchelo. Suite de Der Rosenkavalier - El caballero de la rosa (Richard Strauss). La valse (Maurice Ravel). Orquesta Nacional de España. Director: Lorenzo Viotti

   Este tercer concierto de la temporada 2025-26 de la Orquesta y Coro Nacionales de España proponía la presentación en España de una obra estrictamente contemporánea, estrenada en Leipzig en 2023. Se trata del Segundo concierto para violonchelo y orquesta - Les chants de l'aube- del organista y compositor francés Thierry Escaich. Para ello, se ha convocado al solista destinatario de la misma, el excelente Gautier Capuçon. En mi opinion, el mejor violonchelista de la actualidad. En el podio, el suizo Lorenzo Viotti, debutante con la Orquesta Nacional.

Viotti y Capucon

   La obra combina, en tres movimientos interpretados sin solución de continuidad enlazados por cadencias a cargo del violonchelo, riqueza tímbrica, variada paleta de colores, dominio de la orquesta, atmósferas contrastantes y una escritura muy exigente para el solista, que debe acreditar suprema técnica, acendrado virtuosismo, efusión lírica y expresividad.

   Capuçon, en su excelsa interpretación, se afirmó como insuperable divulgador de la composición a él destinada. Si el sonido del chelo, cálido, caudaloso y aterciopelado envolvió la sala en un clima de misterio e inquietud, el artista francés, entregado y apasionado, con un fraseo tan intenso como aquilatado, fue capaz de dialogar elegante y preciso con la orquesta y alcanzar cotas de hondo lirismo. Su técnica y virtuosismo brillaron especialmente en las cadencias y en el frenético y vertiginoso último capítulo del concierto. El acompañamiento de Viotti al frente de una Orquesta Nacional a gran nivel alcanzó mayores cotas de acabado, corrección y colaboración con el solista que variedad tímbrica, verdadera inspiración y capacidad de perfilar atmósferas.

   Ovaciones entusiastas del público, lo que ocurre raramente con una composición contemporánea, acogieron la interpretación. Tan favorable acogida obligó al compositor, presente en la sala, a salir por dos veces a saludar. Como magnífica propina, Capuçon escanció una hermosísima interpretación de El cisne de El carnaval de los animales de Camille Saint- Sáens magníficamente acompañado por la arpista solista de la orquesta Coline-Marie Orliac. Dos de los grandes orquestadores de la historia protagonizaron la segunda parte del concierto, con fundamental presencia del vals como nexo de relación entre las dos obras programadas.

Viotti y Capucon

   Una apretada situación económica al término de la Segunda Guerra Mundial empujó a Richard Strauss a sancionar una suite orquestal de su magistral ópera El caballero de la rosa (Dresde, 1911) arreglada por el director de orquesta Artur Rodzinsky, a la sazón, titular entonces de la Orquesta Filarmónica de Nueva York. La obra combina los grandes momentos de la obra sin tener en cuenta el orden en el que se suceden y con clara apuesta por el efecto de los valses, principalmente el del Barón Ochs, que reaparece al final para apuntalar un brillante final y asegurar con ello la consiguiente ovación del público.

   Viotti se apuntó al lado efectista aprovechando el gran momento de la Orquesta Nacional, que ofreció un sonido brillante y vigoroso, con una cuerda - capitaneada por la violinista concertino Valerie Steenken - empastada y sedosa, unas maderas sobresalientes y una sección de metal segura y radiante. A pesar del adecuado sentido cantable que atesoró la bellísima presentación de la rosa, Viotti perfiló unas transiciones demasiado bruscas en las cinco secciones que conforman está suite y, conviene insistir, apostó por la espectacularidad sobre el detalle y la innegociable elegancia; por el fácil efecto sobre el refinamiento y la filigrana, de lo que rebosa esta partitura y permite desgranar el nivel actual de Orquesta Nacional. Viotti propuso una versión de La valse de Maurice Ravel aparatosa y bombástica, sin detalles, sin nuances, como una mera apoteósis pretendidamente brillante del vals. Sin rastro, por tanto, de la carga dramática, de la angustia, del aire de fatalidad, que contiene la obra. Más que un vals estamos ante una danza frenética hacia la autodestrucción -de Europa-, como la de Elektra al final de la ópera de Richard Strauss.

Fotos: Rafa Martín

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