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Crítica: Luca Pisaroni cierra el Ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela y CNDM

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Autor: Óscar del Saz
22 de junio de 2017

LUCA, EL PLACER ES NUESTRO

   Por Óscar del Saz | @oskargs
Madrid. 20-VI-2017. Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) - Teatro de la Zarzuela. XXIII CICLO DE LIED, Recital 9. LUCA PISARONI (Barítono), MACIEJ PIKULSKI (Piano).Obras de Franz Schubert (1797-1828), Ludwig van Beethoven (1770-1827) y Félix Mendelsshon (1809-1847).

   Después de los gratísimos recuerdos sonoros que nos han acompañado durante toda esta temporada en el Ciclo de Lied (y creemos que no es necesario citar o destacar nombres), se había generado mucha expectación sobre el ambicioso (por variado) y larguísimo programa que el barítono Luca Pisaroni, acompañado por Maciej Pikulski, había planteado sobre el papel para afrontar su debut en el Teatro de la Zarzuela, debut que -según sus propios comentarios hechos al público antes de acometer las propinas- constituía para él “un verdadero honor, resaltando el privilegio de estar acompañado por un pianista de la talla de Pikulski”. Sin solución de continuidad se ofrecieron en la primera parte del recital los bloques correspondientes a Schubert, Beethoven y Mendelssohn, dejando para la segunda parte la vuelta, como cierre, al mejor Schubert.

   Con textos de Johann Baptist Mayrhofer (1787-1836) Schubert compone, con poco menos de 20 años, esta selección de canciones que Pisaroni interpretó con viriles acentos para expresar la rudeza de la vida y la lucha contra las inclemencias de un humilde barquero (Der Schiffer), así como el empleo de un canto introspectivo ejercido sobre el delicado acompañamiento del piano en el mitológico y atormentado Memnon. Viaje al Hades (Fahrt zum Hades) y Sobre el Danubio (Auf der Donau) nos devuelven nuevamente a los ambientes fluviales, donde la barca siempre representa la debilidad humana. La línea de canto de Pisaroni siempre es muy fluida, como el río... Al servicio de un texto que cuenta historias fúnebres, la voz de nuestro protagonista se presta convincente, oscura, homogénea en toda su extensión. Acompañan a sus facultades un personalísimo timbre y una emisión natural y liberada; su volumen es apreciable y su dicción en alemán está muy trabajada para no ser germanohablante (no sin sorpresa por nuestra parte, el cantante se encargó de recordar esta obviedad al público, de forma jocosa -eso sí-, como una apostilla a la dificultad de su recital).

   Retornando a los orígenes del Lied, el recital transita hacia el universo beethoveniano, donde la concepción musical -más ligada a lo instrumental-, del genio de Bonn imprime una mayor dificultad técnica que Pisaroni resuelve a la hora de abordar las canciones programadas: Complejos fraseos y agilidades,sobre un meritorio control del fiato, en Lied aus der Ferne; teatralidad musical del pillo enamorado que roba el beso a la amada en Der Kuss (El beso), conguiño final lanzado al público; y en la celebérrima Adelaide,en cada respiración, en cada verbalización de su nombre, nuestro barítono demuestra que su canto puede ser tan bellamente sencillo y delicado como la descripción que se hace de la preciosa muchacha.

   Para terminar la primera parte, Mendelssohn. Como ocurre con Beethoven, en sus Lied, el piano y Maciej Pikulski resultan indispensables en cada una de las piezas: la importancia del ritmo interno, los acordes acentuados y la digitación virtuosa en la ejecución se ponen a la misma altura que el canto. Todo ello se encuentra quintaesenciado por los preciosos textos de Heinrich Heine. No se puede dejar de comentar la versión de Pisaroni de En las Alas del Canto (Auf Flügeln des Gesanges), que a nuestro juicio resultó un tanto lineal (o por así decir, cantada en modo “piloto automático”), pero con un final muy bien diseñado con un efectista regulador decreciente hacia una fermata en pianísimo.

   La segunda parte del recital estuvo dedicada por completo a Schubert. En primer lugar, con una selección de Schwanengesang (El Canto del Cisne), titulado así por su editor, a fin de presentar la obra como testamento musical de su autor. Destacamos de la selección Der Atlas (El Atlas) y Die Stadt (La Ciudad), ambos de carácter trágico, muy bien diseñados y ejecutados por el artista. El cantante alcanza en el primero el límite superior de su tesitura, con premeditado y medido engolamiento expresivo. En el segundo, reina el dominio de una rica paleta de matices, ambiente melancólico y meritorias ligaduras canoras al servicio del texto.  

   Para terminar, un último grupo de canciones de las que destacamos –por su virtuosismo en la interpretación-, la prolija pero muy bella Grenzen der Menschheit (Los Límites de la Humanidad), quizá demasiado grave para la voz de Pisaroni. La matizadísima y siempre efectista Ganímedes (Ganymed)y, sobre todo, Erl König (El Rey de los Elfos), todas ellas con textos de Goethe. En ésta última, cuatro personajes (narrador, padre, hijo y el Rey de los Elfos) han de ser cantados por el mismo cantante, en un alarde de desdoblamiento y diferenciación en la forma de expresar y modular el sonido de la voz.

   Como Schubert puso a cada personaje en diferente escala vocal, y cada uno con su propio ritmo (un quinto personaje, el caballo, está implícito en el rápida figura del tresillo que Pikulski toca maravillosamente simulando los cascos del animal), la mayoría de cantantes opta por utilizar un color vocal diferente para cada personaje (e incluso una pronunciación distinta para cada uno de ellos), efecto que Luca Pisaroni no consiguió completamente (admitimos que es prácticamente imposible no tener la tentación de comparar ésta o cualquier otra versión con la que se considera como una de las de referencia, la de Fischer Dieskau). Pisaroni, por el contrario, realiza un acercamiento más uniforme a la historia desde la dinámica en piano, sin realizar tan acusadamente los forte súbitos en “Mein Vater, Mein Vater!”, además de aplicar un punto más de rubato en la parte cantabile.En todo caso, una gran versión.

   Después de la última pieza del recital, Al Postillón Kronos (An Schwager Kronos), donde el cantante echó el resto, junto con su pianista, se ofrecieron dos propinas que terminaron por entusiasmar a un público que ya se había rendido al artista al comienzo de la segunda parte. La enjundia y lo atractivo de programar una muestra de la evolución del Lied desde Beethoven a Schubert, pasando por Mendelsshon, lo merecieron. Sólo faltaron a la cita Schumann o Mahler, lo que sería suficiente motivo para convocar de nuevo a Luca Pisaroni para futuras oportunidades en este prestigioso Ciclo de Lied madrileño.

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