CODALARIO, la Revista de Música Clásica
Está viendo:

Crítica: Lucas Macías y los hermanos Jussen con la Sinfónica de Sevilla

  • Comparte en Facebook
  • Comparte en Twitter
  • txcomparte_whatsapp
Autor: Álvaro Cabezas
8 de noviembre de 2025

Crítica de Álvaro Cabezas del concierto de la Sinfónica de Sevilla con Lucas Macías y los pianista Lucas y Arthur Jussen

Lucas Macías con la Sinfónica de Sevilla

 «Sigue el camino francés»

Por Álvaro Cabezas
Sevilla, 7-XI-2025. Teatro de la Maestranza. Lucas y Arthur Jussen, pianos; Lucas Macías, dirección; Real Orquesta Sinfónica de Sevilla. Programa: Hímnica de Francisco Coll; Concierto para dos pianos y orquesta, en Re menor, FP 61 de Francis Poulenc; Preludio a la siesta de un fauno de Claude Debussy; y El mar de Claude Debussy.

   Tras el abrumador y emocionante programa de abono de la pasada semana, se ofrecía en esta la quinta entrega del Ciclo Sinfónico de la Real Orquesta Sinfónica de Sevilla en el Teatro de la Maestranza. Volvía para la ocasión su flamante director titular y unos invitados muy especiales para seguir transitando el camino francés.

  Efectivamente, uno de los grandes atractivos de la cita era ver actuar a los hermanos Jussen, rubios y enérgicos en su presentación al público sevillano, pero también serios y comprometidos con una partitura, la de Poulenc, a la que hay que dar su categoría si no se quiere caer en la caricatura. El carácter mordaz de la misma fue muy bien entendido por Lucas Macías, quien tomó como decisión principal apartar a la orquesta y, salvo los adornos de percusión que alhajan este concierto para piano doble, delegó todo el protagonismo en los solistas. La interpretación fue modélica y robusta y permitió escuchar muy bien, sin tourbillons disruptivos, cada uno de los movimientos, donde destacó el segundo, Larghetto, que, como muy pronto advirtió el respetable, abarroca la melodía más reconocible del Concierto para piano nº 21 de Mozart. El final fue inesperado y los aplausos se sucedieron con entusiasmo, hasta provocar la propina a cuatro manos de los holandeses: tres piezas de los Juegos de niños de Bizet, que ratificaron al público en su admiración por jóvenes tan virtuosos. Mucho más contenido se había mostrado en su reconocimiento al escuchar la obra que sirvió para abrir boca: Hímnica de Francisco Coll, una amalgama caracterizada por el misterio y por el vértigo del vacío espacial. Su autor parecía querer asomarnos a un abismo muy bien dibujado por una orquesta que quizá sea la que mayor número de estrenos y obras contemporáneas interpreta de las españolas a lo largo de una misma temporada.

Lucas y Arthur Jussen con la Sinfónica de Sevilla

   La segunda parte del concierto lo ocupaba la música de Claude Debussy, el máximo exponente (junto con Ravel), de la música francesa. Tras los años de dirección de Pedro Halffter (en los que la orquesta estuvo muy germanizada en su sonido), se aclaró su paleta de colores con John Axelrod y suavizó su textura e incrementó su elegancia y precisión con Michel Plasson y Marc Soustrot. Ahora, Lucas Macías cuenta con un instrumento curtido y perfectamente engrasado para llevarlo a su máximo peldaño artístico: la competencia internacional. Las obras de Debussy que ayer se interpretaron en el Teatro de la Maestranza hubiesen sido ideales para mostrar el nivel de la formación en las salas de los circuitos internacionales.

   En Preludio a la siesta de un fauno, Macías esperó que se produjera un intenso silencio para que afloraran las sonámbulas y mágicas notas de la flauta con las que se inicia la partitura. En esta ocasión, Ignacio de Nicolás Gaya dibujó, sinuoso, unas líneas hipnotizantes que sirvieron para dar paso a la orquesta y todos los músicos, con sensibilidad, mesura y distinción ejecutaron una página que ahonda en el mundo onírico, mucho antes que en el de la sensualidad o la belleza propias del ballet.

   Esa sensación de laxitud sirvió de anticipo determinante para la ejecución de una de las obras más importantes de la música occidental como es El mar de Debussy. El tono de elegancia siguió durante el primer y segundo movimiento, aunque hubo algunos contrastes no tan afortunados en los momentos álgidos del tercero. Aquí habría que valorar la enorme calidad interpretativa de Sarah Bishop con el oboe, de Miguel Domínguez con el clarinete, de de Nicolás Gaya, otra vez, con la flauta, del piccolo de Antonio Hervás, de las trompas excelentes y de la percusión contenida y certera de la orquesta. Parece claro que, en todo, también en esto, el modelo de Macías es Claudio Abbado porque, más que ofrecer una lectura filosófica celibidachiana de la obra o puramente francesa a lo Boulez o, incluso, programática como Maazel, él optó por el diálogo entre secciones e instrumentos, en el respeto y armonía musicales como ideales a cumplir por la humanidad y, en definitiva, en ese carisma abbadiano. Es parangonable, como digo, esta interpretación de cualquiera que se precie en Europa y, por ello, repito, que es importante valorar la necesidad de salir a conquistar los escenarios internacionales por parte de la Sinfónica de Sevilla.

Fotos: Marina Casanova

  • Comparte en Facebook
  • Comparte en Twitter
  • txcomparte_whatsapp

Compartir

<< volver

Búsqueda en los contenidos de la web

Buscador

Newsletter

Darse alta y baja en el boletín electrónico