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Crítica: "Luisa Fernanda" en el Palau de Les Arts de Valencia

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Autor: Alejandro Martínez
23 de diciembre de 2014

CLÁSICO DOMINGO

Por Alejandro Martínez

18/12/2014 Valencia: Palau de Les Arts. Moreno Torroba: Luisa Fernanda. Plácido Domingo, Davinia Rodríguez, Isabel Rey, Celso Albelo y otros. Jordi Bernàcer, dir. musical. Emilio Sagi, dir. de escena

   Qué gusto volver a escuchar a Plácido Domingo en un día grande, en uno de esos tan suyos en los que se reinventa y se repone contra todo pronóstico. Y es que igual que hemos sido críticos con Domingo cuando las cosas no han salido bien, no nos duelen prendas en reconocer y reseñar sus méritos cuando las cosas funcionan y sorprenden. Ha dicho Domingo que seguramente sea Luisa Fernanda la obra que más veces haya escuchado en su vida, ya desde el vientre de su madre, que tantas veces la cantara junto al padre del tenor madrileño, que se reivindica también aragonés, mejicano y universal, en suma, habida cuenta de su incesante periplo, todavía hoy, de continente en continente. Domingo es un artista genial y único, no vamos a descubrirlo ahora, historia viva del género, con sus más y sus menos, amarrado aún al escenario en el ocaso de su carrera, como si hubiera echado raíces en él. Mucho se ha habla de su acierto o desatino al incorporar tantos roles para barítono escritos por Verdi, desde aquel Boccanegra afortunado del que han pasado ya cuatro años. Seguramente Domingo se pueda permitir ya todo, incluso equivocarse de tanto en tanto, pero no es menos cierto que algo tiene que quedar ahí latente, en forma, para que pueda cuajar una interpretación como la que nos brindó con este Vidal de Luisa Fernanda. Tan sólo su talento, ligado al hecho de ser una verdadera fuerza de la naturaleza, explican el hecho de que pasados los setenta pueda deparar aún noches de semejante intensidad.

   Y es que al margen de esporádicos problemas con el aliento y el texto, lo cierto es que cuando Domingo tiene un buen día (o un mal día al que se sobrepone de forma inexplicable) y se encuentra con una parte que se acomoda netamente a sus recursos actuales, la voz sigue atesorando una gloria singular, con esa verdad que impregna cada palabra, con ese acento genuino y reconocible, con esa teatralidad que corre innata por sus venas. A veces se diría que Moreno Torroba hubiera conocido a Domingo cuando escribió la parte de Vidal, que le cae a Plácido como un guante. Es una parte ciertamente central para sus medios actuales, con excursiones no demasiado exigentes al agudo, que requiere, eso sí, un fraseo amplio y bien medido, con no pocos adornos y sobre todo un acento apasionado y encendido. Domingo cinceló no pocas frases de un modo francamente emocionante, como ese conmovedor “¡Sin mi morena, morena clara, sin mi morena, no sirvo ya pa nada!” que cierra la representación, o ese “No lo intentes, siquiera, porque si llego a besarla… ¡mira que no te la llevas!” que dirigía imponente y vigoroso a Celso Albelo, mirándole a los ojos. Lo cierto es que a veces todo el arte atesorado durante décadas de trayectoria se puede resumir en apenas dos frases geniales que lo valen todo. Cuando Domingo se muestra así, haciendo honor a su fama, como un clásico que sobrevive frente a viento y marea, sólo cabe quitarse el sombrero. Helga Schmidt sabe perfectamente que sin el compromiso y entrega de Plácido Domingo por Les Arts, sería todavía más difícil si cabe mantener en pie este edificio.

   Debutaba por fin Isabel Rey en Les Arts, en su ciudad natal. Nunca es tarde si la dicha es buena, y la soprano valenciana dio muestras de su solvente oficio dando voz a una Carolina de armas tomar, con señorío, dueña del escenario e intachable en el plano vocal. Teníamos curiosidad por valorar también el desempeño de la soprano canaria Davinia Rodríguez con el rol titular. Traía consigo avales importantes y en líneas generales no decepcionó. Nos gustan voces más redondas, cabe demandar un trabajo más intenso con los recitativos y a su emisión cabría pedirle una variedad más esmerada, pero su Luisa tuvo un nivel más que notable, muy plausible en escena.

   Pudiera parecer, equívocamente, que la parte de Javier es un tanto grave para los medios de Celso Albelo, quien sin embargo saca adelante este cometido, en el que debutaba, con indudable solvencia, añadiendo a su buen hacer vocal, lleno de pequeños detalles como ese diminuendo al cerrar el dúo con Carolina, una suma bien medida de presencia escénica y esmerado fraseo. Albelo, por cierto, no sólo debutaba con este papel, sino que debutaba además en Valencia y cantaba por vez primera junto a Domingo. Remataba el reparto un extenso y solvente equipo de comprimarios, desde la veterana María José Suárez a la más joven Sandra Ferrández, pasando por Miguel Sola o Vicenç Esteve, entre otros muchos.

   El ya bien conocido trabajo de Emilio Sagi, estrenado en 2006 en el Teatro Real, tiene en la limpieza de líneas y en la concisión de su propuesta sus mayores virtudes, aunque adolece, no es menos cierto, de una cierta desnudez en algunos momentos, amen de una evidente reiteración en el uso de algunos recursos, como las omnipresentes sillas. Pensado en origen como una solución inteligente y no muy costosa para una versión semiescenificada en Milán, antes de desembarcar en Madrid, tiene el trabajo de Sagi la virtud de hacer de la necesidad virtud, pero a veces se antoja demasiado escueta en sus medios. Es por otro lado un trabajo fotogénico que logra estampas singularmente felices, como la que preside todo el último acto, con esa encina en el centro.

   A la batuta en esta ocasión estaba Jordi Bernàcer, uno de los nombres que han sonado para la titularidad en Les Arts, haciendo gala de un buen gesto, que denota la indudable influencia de Mehta, y cuajando una dirección detallista, con muy buenas intenciones, aunque con una concertación no siempre atinada y con un sonido un tanto pasado de decibelios para nuestro gusto a veces, habida cuenta de la particular acústica de Les Arts. La orquesta titular del teatro sigue ofreciendo un sonido de calidad primorosa, a pesar de la renovación habida en algunos de sus atriles durante los últimos años. El coro titular volvió a demostrar que es una formación excelente, capaz de plegarse a cualquier partitura. Una partitura, por cierto, que es una verdadera joya, una obra maestra del género, tanto por su bien armada teatralidad como por la calidad misma de algunas páginas. Baste mencionar la introducción al “Cállate corazón” o toda la música que se desarrolla en el acto tercero.

Fotos: Tato Baeza / Palau de Les Arts

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