
Crítica de José Antonio Cantón del concierto protagonizado por Manuel Hernández-Silva y Emin Kiourktchian con la Sinfónica de la Región de Murcia
Arrebatador Tchaikovsky, reflexivo Shostakóvich
Por José Antonio Cantón
Murcia, 20-VI-2025. Auditorio ‘Víctor Villegas’. . Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia. Solista: Emin Kiourktchian. Director: Manuel Hernández-Silva. Obras de Piotr Ilich Tchaikovsky y Dmitri Shostakovich.
Dos obras del mejor repertorio orquestal ruso han ocupado el programa del último concierto de la temporada de la Orquesta Sinfónica de la Región de Murcia (ÖSRM) como son el famoso Primer concierto para piano y orquesta en Si bemol menor, Op. 23 de Piotr Ilich Tchaikovsky, para el que se ha contado con la participación del joven pianista cordobés de ascendencia armenia, Emin Kiourktchian, y la Décima Sinfonía en Mi menor, Op. 93 de Dmitri Shostakovich, ambas bajo la dirección del maestro hispano-venezolano Manuel Hernández-Silva que ha significado toda una garantía como conocedor del solista, al que vio crecer musicalmente desde sus etapas primigenias en Córdoba, así como valedor fiel y seguro del importante pensamiento musical que encierran las composiciones escogidas para esta ocasión.
Con una tensión previa a los primeros sonidos que se palpaba en el ambiente de la Sala Narciso Yepes del Auditorio de Murcia, se dispusieron el solista y el director a exponer la llamada inicial del primer movimiento de la obra concertante que tanto incita la atención y memoria del oyente, disponiéndole al seguimiento de las figuras ágiles e intensa línea rítmica antes de la aparición de su tema principal, que el pianista fue desgranando con singular destreza técnica y sentido musical teniendo su refrendo en la significativa cadencia que habría de sucederle. Emin Kiourktchian, hizo todo una exhibición de poderío desde una arrebatadora expresividad que compartió con el director hasta llegar al clímax de este primer Allegro que realizaron ambos con una gran tensión emocional. Ésta quedó disipada en el subsiguiente Andantino semplice que permitió se produjera uno de los momentos de más sustanciosa musicalidad de la velada, favorecidos por los pizzicati de la cuerda, la intervención del flauta principal y ese atractivo aire de vals tan sugestivo antes de concluir este movimiento.
De nuevo volvía al escenario la exaltación formal en el fogoso allegro final, acentuada por el impetuoso golpe de timbal dando lugar al tema principal que desarrollaron como una cautivadora danza galopante sustentada por numerosos pequeños motivos antes de adentrarse en el contrastante segundo tema previo al envolvente especie de rondó que llevaba a la total admiración del público antes de estallar en una cerrada ovación. Como respuesta ante tan unánime reacción del auditorio, el joven pianista, no plenamente satisfecho con el excelso mecanismo y gran musicalidad mostrados, quiso dejar un ejemplo de prestidigitación pianística interpretando la versión que el mítico Wladimir Horowitz realizó de la Décimo quinta rapsodia en La menor, S.244/15 de Franz Liszt, como refrendo de sus enormes facultades polifónicas ante el teclado.
En la segunda parte del concierto se iba a producir una de las mejores intervenciones de la ÖSRM de la temporada con una versión brillante de la Décima Sinfonía de Shostakovich, todo un recóndito compendio musical de las pasiones humanas según juicio del propio compositor, en su camino hacia un realismo estético desarrollado en y para sí mismo. El maestro Hernández-Silva, consciente de las connotaciones meta-musicales de esta obra, quiso en todo momento reflejar en el sonido de sus compases los sentimientos que el compositor quiso dirigirse en un alto grado de reflexión, que determinan la prevalencia de su arte por encima de aspectos de la política cultural soviética que tanto le impidió manifestarse con la autenticidad musical que este gran sinfonista detentaba. Así supo realzar el ambiente sombrío y casi melancólico de la apertura del Moderato con el que se inicia la obra, para ir creciendo en dinámica conforme se confirmaba el segundo tema, antes de la apaciguante recapitulación. La orquesta como si esperara la reacción que se produce en el Allegro subsiguiente, ofreció toda la amplitud motórica de la que puede hacer gala respondiendo al detalle a las indicaciones del director que dejaban una sensación mordaz y siniestra a la vez, en las que se ha querido ver una clara alusión a la malévola figura de Stalin, dejando las secciones instrumentales del metal y la percusión una espléndida sensación en su desarrollo.
El tercer movimiento significó el momento más esplendente de la ejecución de esta sinfonía por la fluidez con la que se produjo su intrincado discurso perfectamente dominado por Hernández-Silva, llevando sus indicaciones un auténtico análisis gestual de sus pentagramas que adquirían sentido y belleza en la respuesta de la orquesta que se manifestaba con una clara capacidad de virtuoso resorte que llevaba nuevamente a que se pueda reafirmar cómo se va profundizando y automatizando su entendimiento con el maestro, claramente llamado a crecer en futuras colaboraciones. La sección de madera pudo desplegar con plenitud el sentido musical que alberga en el inicio del movimiento final, un andante seguido de un allegro en los que Shostakovich transforma su penumbra inicial en música jovial, para terminar con una alegre extaticidad que dejaba un regusto especial en el auditorio, testigo de una de las actuaciones recientes más conseguidas tanto por el director Hernández-Silva como por parte de la orquesta, que ha vuelto a reafirmar el momento dulce en el que se encuentra su trayectoria artística.
Foto: OSRM
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