Crítica de José Antonio Cantón del recital de Marc-André Hamelin que clausura del Festival Internacional de Piano «Rafael Orozco» de Córdoba
Formidable
Por José Antonio Cantón
Córdoba, 21-XI-2025. Teatro Góngora. XXIII Festival Internacional de Piano «Rafael Orozco». Recital de Marc-André Hamelin. Obras de Ludwig van Beethoven, Mieczysław Weinberg, Robert Schumann y Alexander Scriabin.
La actuación de Marc-André Hamelin clausurando la vigésimo tercera edición del Festival Internacional de Piano ‘Rafael Orozco’ de Córdoba ha significado el momento culminante de su programación dado el prestigio de este intérprete que está situado entre la élite de los mejores pianistas de la actualidad a nivel mundial además de ser un compositor muy valorado por su capacidad de inspiración sustentada en gran medida en el conocimiento exhaustivo del piano que deriva en un virtuosismo casi sobrehumano, que le distingue como un superdotado del teclado. Es así que contar con su participación ha significado un hito para el Festival en su creciente pretensión de alcanzar un supremo grado de calidad entre los eventos de su naturaleza en España que ya viene consiguiendo en ediciones anteriores al haber contado con figuras como Grigory Sokolov o Arcadi Volodos, dos de los referentes absolutos en el actual panorama internacional, a la vez que dar a conocer nuevos valores del teclado con máximas expectativas en su carrera, dos de las premisas asumidas por el Festival desde su dirección artística ejercida con sustancial acierto por el catedrático Juan Miguel Moreno Calderón desde que lo fundó el año 2002.
Ante el aforo completo del Teatro Góngora, este pianista franco-canadiense, en su única cita española de su actual gira europea, inició su actuación con la Séptima sonata en Re, Op.10 nº 3 de Ludwig van Beethoven que, en la mente y en las manos Hamelin, adquiría esa dimensión trascendente desde la primera nota del propulsivo y enérgico Presto que abre la obra, generando un tratamiento de continuada exposición temática a partir del ritmo y la línea melódica que se hizo presente a lo largo de su particular discurso de cambiante estructura armónica. El segundo movimiento, Largo e mesto, centro de gravedad de esta obra, lo expuso con una tensión interior de marcado acento que acrecentaba el valor emocional de esta página, una de las de más apasionado pathos del compositor, logrando un verdadero momento de meditación que trascendía su escucha. Su sobrecogedor efecto fue compensado con la elegancia que empleó en el siguiente tiempo, Menuetto. Allegro, mostrándolo ligero y hasta diría que juguetón en el trío, ayudando focalmente a su cambio tonal con la precisa distinción de cruce de manos. Un sentimiento de ligero optimismo desprendía la exposición del rondó final al que energizó hasta la sorpresiva conclusión de la sonata tras la coda, en la que apuntó todas las esencias de este movimiento.
Para completar la primera parte del recital, Hamelin se adentró en el pensamiento musical de Mieczysław Weinberg, compositor soviético de origen polaco, a través de su Sexta Sonata, Op.73 desarrollando una lectura clara y precisa de concepto y muy matizada en el aspecto técnico, como quedó de manifiesto en el Allegro molto que cierra la obra, transmitiendo en todo momento las controvertidas y ambiguas perspectivas compositivas de este músico que llegó a ser muy valorado y respetado por Dmitri Shostakovich, con cuya música tiene cierta afinidad estilística. Con su programación se pudo experimentar cómo Hamelin es siempre proclive a ofrecer, con su audaz forma de tocar, repertorios poco habituales en las salas de concierto, como el recogido en su registro fonográfico para el sello británico Hyperion, en el que ha realizado decenas de grabaciones, que lleva por título Found Objects / Sound Objects de reciente publicación, donde demuestra una vez más su enorme capacidad para traducir toda clase de lenguaje musical contemporáneo.
Su lectura de las ocho Fantasiestücke, Op. 12 de Robert Schumann, con las que iniciaba la segunda parte del programa, terminó cautivando al auditorio al conseguir todo un paradigma romántico de interpretación pianística. Manteniendo la distinción y la alternancia de personalidad estética y dualidad creativa que caracterizó a Schumann entre esos dos personajes imaginarios de Florestán y Eusebius, el primero lleno de arrebatada acción y el segundo introspectivo y contemplativo, el pianista reflejó a este último en la pieza que abre esta colección, la vacilante en sus oscilaciones Des Abens (Al anochecer), siendo un ejemplo del estilo de Florestán el consecuente episodio titulado Aufschwung que se puede entender lo realizó con reactivo impulso. La alternancia de estos dos caracteres quedó perfectamente reflejada en la sucesión de cada caso con enorme musicalidad, constituyendo una exposición del máximo nivel estético sustentado por una técnica prodigiosa hasta llegar al número final, Ende vom lied, aportando con él una determinante intención autorreflexiva como resumen del conjunto de la obra, quedando reflejado con gran magnificencia en su pasaje conclusivo.
Como colofón de un programa de tan alta significación estética, Marc-André Hamelin hizo una interpretación poemática de la Cuarta sonata en Fa sostenido mayor, Op. 30 de Alexander Scriabin siguiendo el criterio que quiso darle éste como reflejo musical de su particular épica. Su recreación más allá de la música me llevó a recordar las magistrales versiones que dejó grabadas de esta sonata Vladimir Sofronitsky, posiblemente el más grande traductor del críptico arte pianístico de tan gran compositor teosófico ruso.
Siguiendo el componente sorpresivo de su personalidad, Hamelin ofreció dos muy curiosos bises: una sofisticada interpretación de un chôro carioca titulado Manhosamente (Astutamente) del compositor brasileño Radamés Gnattali con un marcado carácter jazzístico y Music Box del propio Marc-André Hamelin de un hiperbólico efecto sonoro cristalino de misteriosa belleza realzada por la magistral pulsación del pianista y la superlativa técnica de pedal que hacen de esta íntima y sentida pieza un prodigio de invención.
Foto: Patricia Cachinero
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