Crítica de Raúl Chamorro Mena del recital de Marina Rebeka en el Teatro de la Zarzuela dentro del Ciclo de Lied del Centro Nacional de Difusión Musical [CNDM]
Vigor eslavo
Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 15-XII-2025, Teatro de la Zarzuela. CNDM. XXXII Ciclo de lied. Marina Rebeka, soprano. Marcos Madrigal, piano. Obras de Giuseppe Verdi, Francesco Paolo Tosti, Ottorino Respighi, Cesar Cui, Piotr Illich Chaikovsky, Serguéi Rachmaninov, Giacomo Puccini y Alfredo Catalani.
Debutaba en el consolidadísimo ciclo de Lied del Teatro de la Zarzuela, en coproducción con el CNDM, la soprano letona Marina Rebeka, de asentada trayectoria operística internacional y presencia en los más prestigiosos teatros del orbe. El programa de la velada estaba perfectamente diferenciado en tres partes. La primera dedicada a repertorio italiano, la segunda al ruso y una tercera constituida por tres tan generosas como suculentas propinas en forma de arias operísticas, en las que quedó demostrado cuál es el repertorio en el que más brilla la letona, que terminó “en punta” el evento saludado por entusiastas ovaciones del público. El pianista cubano Marcos Madrigal asumió a última hora la sustitución de Enrico Zucca con estimable nivel tanto en su faceta como acompañante como en las piezas que interpretó en solitario.
Marina Rebeka atesora una voz de soprano lírica timbrada y de generosa potencia, apreciable metal, un punto ácido y agresivo a veces, grave débil y centro bien armado. La letona se adscribe a la escuela italiana de canto, con control, buen legato -apoyado en un amplio fiato- y suficiente coloratura, aunque falte algo de morbidez y dulzura. Cierto es que su emisión, de gran firmeza, resulta extraña en repertorio italiano debido a su fonación genuinamente eslava, apreciándose ese efecto de “patata en la boca”, que empaña la dicción. Sin embargo, se impone, como he subrayado, la buena escuela de canto, como pudo apreciarse en las tres primeras piezas de Giuseppe Verdi. En “In solitaria stanza” de 1838 -previa al estreno de su primera ópera Oberto y que anticipa la cavatina de Leonora del primer acto de Il Trovatore- Rebeka mostró su capacidad para llenar y rematar las larguísimas frases Verdianas. El Ave María, que anuncia el de Desdemona siete años antes del estreno de Otello, permitió a la Rebeka recoger su instrumento y ofrecer un momento de intimismo para, a continuación, abordar con desenfado el animado Brindisi sobre texto de Andrea Maffei.
Francesco Paolo Tosti (1846-1916) no se acercó nunca al teatro lírico, pero creó una especie de canzone italiana pasada por los salones Victorianos con un buen puñado de célebres piezas que han hecho famosas los tenores especialmente. Marina Rebeka abordó las menos habituales “Visione!” y la espléndida “Vorrei” con intensidad sonora y adecuado lirismo.
Ottorino Respighi (1879-1936) sí compuso diversas óperas, aunque ninguna ha logrado instalarse en el repertorio, injustamente, en mi opinión, pues obras como La Fiamma, cuya recuperación berlinesa del pasado año reseñé en Codalario, bien merecerían mayor presencia en los escenarios. Después del bello notturno para piano solo bien tocado por Marcos Madrigal, Marina Rebeka interpretó “Notte”, “Pioggia” y la más célebre, “Nebbie”, perfiladas con buena línea canora, intensidad y expansión vocal, pero sin poder evitar la sensación, inevitable particularmente en toda la parte italiana del recital, de un punto de frialdad.
Ya en terreno connatural eslavo, la Rebeka, en su salsa idiomática, nos permitió escuchar música de un compositor tan importante para la consolidación de la música genuinamente rusa, como Cesar Cui (1835-1918), figura fundamental del llamado “Grupo de los Cinco”, pero cuyas partituras raramente se escuchan actualmente en los teatros y salas de concierto. Tanto “La Estatua de Tsárkoye” sobre texto de Pushkin como en la estupenda “Rocé la flor” se apreció la amplitud sonora y cuidado canto, pero falto de nuances, de la Rebeka. Marcos Madrigal defendió con buenos medios y diestra digitación los tres pasajes para piano solo del propio Cesar Cui. Antes, se escucharon canciones del eximio y emblemático, cuando se trata de música rusa, Piotr Chaikovsky. El intenso lirismo, inspiración melódica y expresión apasionada, marca de la casa, encontraron su clímax en la magnífica “Reine el día” sobre texto de Alexei Apujtin, traducida por la Rebeka con ímpetu y sonidos plenos de mordiente. El hermoso y envolvente lirismo de los pentagramas de Serguéi Rachmaninov puso punto final al programa oficial con cinco canciones, expuestas con entrega, expansión lírica, fuerza sonora y agudos con pegada y expansión -alguno un tanto abierto- por la Rebeka, pero sin terminar de diferenciar la carga expresiva de cada canción. Destacaron “No cantes más, belleza” con texto de Pushkin, la muy hermosa “Margaritas” con letra de Igor Severyanin y “Aún la nieve cubre los campos”.
La ópera llegó en las propinas y parecía desearlo la protagonista del recital y también el público, pues es el terreno “propio” de la soprano letona y en el que lucen con mayor fuerza sus virtudes. Desde luego, fue en este capítulo cuando la sala se caldeó verdaderamente.
El bolero de Las vísperas sicilianas de Verdi, en su versión italiana, mostró la capacidad de la Rebeka para, con una voz de fuste, sacar adelante de forma aceptable una coloratura muy intrincada. “Vissi d’arte” de Tosca de Puccini se benefició del buen legato y amplitud de aliento de la soprano letona, pero el agudo del clímax fue un tanto decepcionante, así como la escala descendente posterior, más bien brusca y falta de tersura y suavidad. Brillante y con el remate de un ascenso de particular pegada y metal resultó el final del evento con “Ebben?, ne andrò lontana” de La Wally, ópera estrenada en 1892 compuesta por el conciudadano de Puccini, Alfredo Catalani, ambos nacidos en la bellísima ciudad toscana de Lucca.
Fotos: Rafa Martín
Compartir
