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MIKELDI ATXALANDABASO, tenor: 'ME CONSIDERO UN OBRERO DE LA LÍRICA'

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Autor: Arian Ortega
14 de marzo de 2013
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El tenor vasco Mikeldi Atxalandabaso, habitual comprimario de lujo en las distintas programaciones de ópera y zarzuela de nuestro país, habla para CODALARIO en un momento especialmente bueno de su carrera. El cantante se presentará ante el público madrileño dando vida a Jorge en la nueva producción de Marina en el Teatro de la Zarzuela, que supone su debut oficial en dicho teatro.

 

- ¿Cómo y cuándo empieza a estudiar canto?
-Como muchos niños, yo empecé a estudiar solfeo a la edad de diez años, cuando existía el grado medio y el plan del 66. A los dieciocho vi que tenía aptitudes para el canto e ingresé en la Sociedad Coral de Bilbao. Me gustaba y me sentía cómodo en la agrupación y además veía que tenía voz.  Era un niño tenor muy chillón. Con veinticinco años  tuve la suerte de que salió una especie de Escuela de Canto, en la cual ingresé  y empecé a tomar clases con Almudena Ortega, con quien aprendí los primeros conceptos básicos en cuanto a técnica vocal se refiere. Durante mis comienzos me ofrecieron los primeros solos como fueron el Aita Gurea del Padre Madina y  la Misa de Gloria de Puccini, que interpreté en el Auditorio Nacional, aquí en Madrid, y en Bilbao. Ahí es cuando me di cuenta de que el canto requería estudio.

- Antes de comenzar, ¿era aficionado a la música?
- Tengo un vago recuerdo de haber ido a la zarzuela de pequeño con mi madre y mi tía. A mi me gustaba mucho Pavarotti, pero en mi casa nunca ha habido una fuerte afición a la música, ni nadie que se dedicara profesionalmente a ello, y eso que en Bilbao hay una gran tradición por las voces y el canto.

 

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- ¿Qué fundamentos técnicos considera imprescindibles a la hora de cantar?
- Cuando empezaba pensaba que todo era más fácil. Al principio me decían que tenía que escuchar a Kraus y a Gedda porque eran dos iconos muy representativos de la época y según ellos, mi voz era muy semejante, por lo que me podía ayudar mucho. Luego empiezas a leer muchos tratados sobre el tema de la respiración y sobre cómo emitir con corrección. Yo he pasado por muchos procesos. Ha habido momentos en los que tenía mucha punta en la voz. Luego empecé a perder un poco a cambio de ganar un mayor desarrollo y redondez en mi instrumento. También he tenido un equilibrio entre los resonadores de la máscara y la propia voz, que es lo fundamental. Tener squillo, proyección y al mismo tiempo tener morbidez para no perder la belleza del timbre, puesto que si metes mucho brillo, pierdes ese punto de homogeneidad. Buscar un equilibrio y conseguir la perfección para encontrarte cómodo y no acabar cansado, es un proceso muy largo. Por ejemplo, ahora estamos montando Marina y como dicen los italianos,  hay que meterla in gola. No es algo que se consiga de la noche a la mañana.  Es un estudio constante, cada día es diferente. Cuando trabajas con piano no es lo mismo que cuando tienes una orquesta, a la que se le suma el coro, o cuando tienes un vestuario y te preparas una nueva escenografía. Es algo complejo. La técnica evoluciona de manera diferente en cada en cantante y hay que seguir el camino adecuado. Yo he tenido la oportunidad de cantar con grandísimos cantantes y con otros no tan buenos. Al final aprendes tanto de unos como de otros, sabes qué es lo que debes y no debes hacer. Aunque para mi quien se sube a un escenario tiene toda mi admiración, hay que tener valor. Tienes que abrir la boca y dar un sonido afinado, con belleza y le tienes  que sumar la interpretación.

- ¿Cómo califica su voz y qué repertorio consideras que se adecúa a sus características vocales?
- Yo soy un lírico ligero, aunque he desarrollado una carrera como tenor característico. No he explotado mi lado de tenor protagonista. Es verdad que ahora voy a hacer el Jorge de Marina y anteriormente he tenido ocasión de hacer algún otro. Abarco todo tipo de repertorio. No me centro en belcanto (Donizetti, Bellini, Rossini) exclusivamente. Soy un obrero. Si mañana tengo que cantar Spoletta, Goro o Pong , lo hago, tengo que trabajar. No soy ninguna futura ni joven promesa, simplemente un cantante que trabaja con mucha humildad, procurando realizar una labor lo más cercana posible al papel al mismo tiempo que procuro conectar con el púbico. Muchos me dicen que explore con Wagner y me prepare el Mime o el David de Maestros Cantores.  Todavía tengo tiempo para ello, no me voy a meter tan rápido con el alemán. Como lírico ligero puedo hacer La fille du régiment, Don Pasquale, algún Rossini, o L'Elisir d'amore, como he hecho recientemente.  De todas formas mi trayectoria y lo que me ha dado trabajo hasta la fecha han sido los roles de comprimario, de los cuales he salido siempre bien parado.

- ¿Le han ofrecido o se ha planteado salir al extranjero a los llamados teatros de repertorio?
- Estamos en ello. Uno de los pequeños trampolines ha sido Ámsterdam, donde acabo de hacer el Pescador de Guillaume Tell. Ha sido un exitazo, tanto a nivel de conjunto como a nivel personal, como así lo reflejó el público y la crítica. Próximamente hay algún proyecto en Toulouse, donde tengo firmado Pagliacci (Beppe) y Turandot. Es un teatro en el que han apostado por mi al igual que en Ámsterdam, donde creo que he dejado la puerta abierta. Hay otros teatros donde he dejado un buen sabor de boca y estaría encantado de volver. Es verdad que el futuro de la lírica es difícil, sobre todo en España. Realmente solo hay tres o cuatro teatros que tienen medios para hacer programaciones dignas. No invito a hacer las Américas, pero si a buscar fuera de España, porque el cantante aquí puede pasar hambre y sumarse a las colas del paro.

- Pregunta inevitable, ¿se valora de manera más positiva lo nuestro en otros lugares de Europa?
- No te sabría responder. Aunque he estado fuera no tengo claro que se nos valore más en el extranjero. Supongo que dependerá de las voces. Siempre solemos decir que parece que hay que marcharse fuera para que te reconozcan tu trabajo, ya se sabe el dicho de que nadie es profeta en su tierra. Igual es que mi lema es "soy un obrero de la lírica". Siempre te queda esa espinita y claro que quieres que te reconozcan méritos en tu casa, como en mi caso es Bilbao. Saben quien soy y lo que ofrezco. De todas formas nunca estaremos contentos, ni el cantante, ni el público, ni los teatros.

- Debutó como Nemorino en los repartos alternativos de Oviedo y Bilbao, ¿le parece una buena iniciativa para dar a conocer a otros artistas?
- Me parece estupendo. Tanto Oviedo como Bilbao son pioneros en este sentido. Si es verdad que en el Liceu anteriormente hubo un  operastudio en el cual hacían funciones especiales. Quizá habría que integrar a estos cantantes en repartos alternativos, con un público más neófito. No estaría mal que en Barcelona, Madrid o Valencia hicieran alguna función fuera de abono para dar cabida a ello. Ayudarían a dar a conocer a otros artistas. Hay que apostar por los cantantes españoles. Creo que podemos ofrecer un nivel altísimo. En otros países el Estado subvenciona a los teatros a cambio de que ciertos papeles los interpreten cantantes nacionales. Aquí el gobierno central suelta el dinero, pero no repercute en ello, en la oportunidad del artista. Hay voces jóvenes muy buenas que pueden suplir con creces algunos papeles.

- También hace su primera incursión en el personaje del Duca di Mantova en Coruña, ¿de qué manera enfoca este papel y qué modelos toma de referencia?
- Confieso ser tremendamente krausista, por lo que mi referencia siempre fue el maestro. Sabía dosificarse muy bien en ese sentido, era un cantante inteligentísimo. Cuando empiezas a estudiar Rigoletto a piano es diferente a cuando tienes a 60 músicos tocando al mismo tiempo  y tu voz tiene que traspasar la orquesta sin problemas. Cuando me lo ofrecieron, me dije que a estas alturas de la vida no podía desperdiciar una oportunidad como esta. En estas situaciones no hay que dejar escapar el tren. Si no puedo con el papel  tengo tiempo de renunciar.  Lo estudié y vi que me iba bien, siempre dentro de sus dificultades. Es un papel que está estructurado  en tres partes. Hay un primer acto con el "Questa o quella" y el dúo con Gilda, un segundo con el "Parmi veder le lagrime" y la cabaletta posterior y luego viene un tercero en el que básicamente está "la donna è mobile" y el cuarteto. Es lo más matador porque llegas con la reserva. Llenar un espacio tan grande con una voz de mis características y con una orquesta que suena bastante, es complicado, sobre todo si la batuta no te ayuda. Yo tuve la suerte de contar con la gran experiencia del maestro Gomez Martinez, el cual me ayudó muchísimo a la hora de debutar el rol, si bien es cierto que nunca he tenido problemas con las acústicas. Lo afronté con todo el cariño y el respeto que se merece la figura de Kraus. Poniendo siempre mi propio sello, pero aprendiendo de los grandes.

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- En sus recitales ha incorporado piezas como la escena de Arnold (Guillaume Tell), Fille du Régiment, o Traviata. ¿Se plantear afrontar estos papales a largo plazo?
- La escritura de estas obras son totalmente contrarias entre sí.  Arnold es un papel que requiere muchísimo estudio, se debe tener un bagaje profesional y vocal muy alto. Técnicamente tienes que estar perfecto y ser inteligente a la hora de afrontarlo. He tenido la oportunidad de ver a dos grandísimos intérpretes como son Gregory Kunde y John Osborn, casualmente los dos americanos. Ambos llegaban exhaustos al cuarto acto, aunque hay que tener en cuenta que uno era en versión concierto y otro escenificado. De aquí a un mes no aceptaría, como es lógico. Es una obra que por sus características necesita meses, quizá hasta años de estudio, nunca paras de aprender. Hace poco decían que Gruberova había descubierto a una nueva profesora que le había enseñado a cantar los agudos de forma más relajada, de manera que podía olvidarse momentáneamente de la técnica. Y lo había descubierto a los 66 años. Ahora que he cantado con ella en el Real, me resulta asombroso. A años vista, por ejemplo de aquí a  dos años, te puedo decir que me lanzaba al ruedo llevándola a mi terreno, como lo hacen ahora Flórez u Osborn. Aquí ninguno somos Chris Merritt ni Gedda, por citar a quienes lo cantaban antes. Tampoco el Kunde que debutó el papel era el mismo que lo hizo hace dos años en Coruña. Entonces era un lírico-ligero. En cuanto al Tonio si podría afrontarlo, aunque me gustaría mucho más cantar Elvino de La Sonnambula

- En el año 2011 recibe el Premio Lírico del Teatro Campoamor como mejor intérprete de zarzuela.
- Nunca me esperaba este galardón. Sabía de la existencia de estos premios, pero no me veía de candidato. Cuando me enteré del procedimiento, me gustó la idea y fue muy bienvenido. Fue un reconocimiento que impulsó a que me contratasen para esta Marina. En estos momentos nos encontramos los dos últimos premios Líricos al mejor intérprete de Zarzuela trabajando en la Marina, Ángel Ódena y yo, que en mi caso hago mi debut oficial en este teatro.

- ¿Qué zarzuela está entre sus preferidas?
- Para mi la zarzuela perfecta es El Caserío de Guridi. Es una obra que no se representa en Madrid desde hace muchísimos años. Tiene una gran belleza musical. En la ultima version que interpreté (una producción del Teatro Arriaga) se acortó bastante el libreto original y se abreviaron los papeles cómicos. La música prácticamente era la misma, pero duraba 1h y 35 minutos con los textos incluidos. Si nos acogíamos a la versión tradicional se podía plantar en tres horas. Hay que darle nuevos aires al género como hizo Emilio Sagi con la Katiuska. Redujo sus textos y gustó muchísimo, sobre todo al público nuevo. Al público tradicional que se sabe los textos, los chistes y las morcillas, no tanto. Estamos en una época en la que hay que acercar el género al público joven y si llevo a alguien a ver un espectáculo largo con el chiste fácil y la típica producción que no le aporta nada, se aburrirá. Tiene que haber dinamismo.

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- Está en Madrid para estrenar una nueva producción de Marina, ¿qué nos vamos a encontrar quienes vayamos a verle?
- Somos tres Jorges, Marinas, Roques y Pascuales diferentes. Mariola decía que Marina era como cantar tres Lucias. Bros también decía que era como Edgardo y medio. Kraus siempre dijo que era como un Rigoletto y medio. Lo que van a ver de mi son dos personajes diferenciados. En primer término, un Jorge eufórico que llega a su tierra esperando ver a su queridísima Marina, a la cual está casi a punto de decirle todo lo que le quiere, y un segundo personaje, totalmente abatido, cuando Pascual le revela que se va a casar con ella. Recuerda mucho a Nemorino cuando ve que Adina se va a marchar con Belcore y no hay ninguna posibilidad de remediarlo. Vocalmente cada uno tenemos nuestros recursos. Yo pienso que hago algo honesto y noble. Siempre trato de buscar una conjunción entre la vocalidad y el planteamiento escénico, no me basta solo con dar el primer agudo. El resultado no puedo juzgarlo yo, tendrá que hacerlo el público. Estoy abierto a todo tipo de críticas constructivas, porque siempre va a haber comparaciones.

- Últimamente tenemos varios cantantes vascos en claro ascenso, ¿cómo valora el nivel vocal actual en Euskadi?
- Andeka Gorrotxategi  es un compañero poseedor de una grandísima voz. Solo es cuestión de tiempo que, yendo por el buen camino, haga una prometedora carrera, como está empezando a hacer en Italia. Arteta ya está consolidada. Si metemos a gente de navarra, José Luis Sola lleva sus añitos haciendo cosas. Me han hablado muy bien de la soprano Elena Sancho. Naroa Intxausti creo que está en Berlín. En Dresde está Vanessa Goikoetxea. Luego en Bilbao tengo amigos como José Manuel Díaz, Marta Ubieta, Nuria Orbea o Itziar de Unda.

- ¿Qué compromisos tiene después de Madrid?

- En mayo tengo un recital con los Amigos de la Asociación Miguel Fleta, junto a la soprano Ana Nebot y el Pianista Ruben Fernández Aguirre. Luego tengo un periodo de parón, que me viene bien para descansar, ya que llevo cuatro meses fuera de casa, y estar alejado de la familia es muy duro. Y aprovecharé  también para estudiar. Tengo un proyecto como cover de Arnold (Guillaume Tell). Me tengo que estudiar el papel en estos seis meses. Es una empresa complicada, pero si no te pones, nunca sabes que puede pasar. Todos nos hemos metido en camisas de once varas, pero al final todo es trabajo. También haré Bodas de Fígaro en Toulouse, Pagliacci en Santiago de Chile, además de Turandot en Bilbao.

 

 

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