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Crítica: Moonwinds, con dirección de Joan Enric Luna, en el CNDM

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Autor: Juan Carlos Justiniano
2 de diciembre de 2014


MÚSICA DIRECTA AL OÍDO

Por Juan Carlos Justiniano
Moonwinds. Joan Enric Lluna (dir.). Obras de César Cano, Arvo Pärt, José Luis Turina, Toshio Hosokawa, Blai Soler y Joseph Horovitz. Series 20/21. Ciclo Museo. MNCARS Auditorio 400. 17 de noviembre de 2014, 19:30 horas.

   Otro lunes, el ciclo Museo del Centro Nacional de Difusión Musical (CNDM) –quizá el ciclo más interesante, sin duda el más necesario– cumple con su labor y se erige como el mayor referente para la música actual y de nueva creación programando en cada concierto estrenos absolutos de obras preferentemente españolas. En esta ocasión, la sugerencia y la inmediatez definieron el concierto protagonizado por el Ensemble Moonwinds que tuvo lugar el pasado 17 de noviembre en el Auditorio 400 del museo Reina Sofía. Moonwinds, el proyecto que comenzara a caminar en 2006 bajo la dirección de Joan Enric Lluna, conforma una original e inspiradora propuesta en que los timbres de la madera y el metal simpatizan a la perfección y quedan orgánicamente cohesionados. Esa idea nuclear, elaborada desde un planteamiento camerístico, se expresa, a su vez, en la elección de un repertorio muy acertado con partituras que se mostraron complejas, exigentes, y que requerían una formación, como Moonwinds, con experiencia, compromiso y gran poder de concentración.

   Y es que, la personalidad artística de Lluna (curtido en el repertorio clásico-romántico) se intuye reflejada en el programa con que el ensemble visitó Madrid, constituido por una mezcolanza de modernidad con cierta querencia clasicista A modo de ostinato, ese continuum poético transitó a lo largo de todo el programa, de manera especial en las dos obras de César Cano. Le Bondissante et La Couperin (2014) consiste en un arreglo para octeto de viento que reformula dos obras para clave del francés y que fabula con esas músicas pretéritas a partir del buen gusto, la elegancia y el refinamiento. Por su parte, Lunas de Klee (2014), obra expresamente encargada por el CNDM, vivió su estreno absoluto. La partitura aporta a esa inmediatez de la música del valenciano un toque vanguardista con el que logra convivir y fluir de manera natural e inmediata. Así, César Cano se inspira en cinco cuadros del pintor en los que el astro lunar y su poder sugestivo constituyen el centro de la idea pictórica. La obra no posee, según su autor, intención descriptiva o programática alguna; por el contrario, es en ciertas analogías estéticas donde el compositor se encuentra con el pintor alemán, a caballo entre la figuración y la abstracción. De esta manera, la convivencia entre lo viejo y lo nuevo, entre la abstracción y el figurativismo caracteriza la idea musical de la obra de Cano, cuyo lenguaje depurado se construye, como en la obra de Klee, a partir de líneas (melódicas) y –por qué no– formando armonías que apelan directamente a la sensibilidad y al oído. Contra estos dos componentes, las segundas vanguardias –que prácticamente monopolizaron la música de los años centrales del siglo XX– dirigieron su grito con cierto autoritarismo entre sus filas. Compositores como Arvo Pärt, sin embargo, intentaron apartarse de cualquier fundamentalismo estético apelando al espíritu y a lo más intimo de la condición humana representando una tercera vía disidente con partituras como Fratres (1970/1990). La obra, que el estonio ha revisitado en numerosas ocasiones, se desarrolla de una manera continua inspirada en un patrón constante que, a modo de mantra, remite al mundo espiritual oriental.


   Más terrenal, en la obra de José Luis Turina, Octeto de agua (2004), también se observan convivencias estéticas, resonancias impresionistas en timbre y armonías que por momentos recuerdan a las líneas contrapuntísticas del saxofón de Charlie Parker. Por su parte, la obra del japonés Toshio Hosokawa, Variations (1994) es, sin embargo, deudora directa del mundo de Darmstadt, si bien inspirada en la capacidad contemplativa y estoica del arte tradicional japonés. Por su parte, la partitura de Blai Soler, Antiphona (2010/2012), guarda ese sentido responsorial al que alude el título enfrentando a dos grupos instrumentales y sonoros en igualdad de condiciones que, sin llegar a conversar, replantean ideas que se desafían a sí mismas. La obra, ya estrenada por Moonwinds en 2012, refleja una incomodidad, una angustia que se recrea en la disonancia, acaso la idea nuclear de un lenguaje plúmbeo que se reitera en una situación de pesadumbre complejamente resuelta en la que los sonidos se enfrentan a sus homónimos resultando una amalgama de clusters y discordancias continuas. De nuevo, la recreación y la recomposición del universo estético del barroco fueron la inspiración de la última obra de la sesión, la Fantasía sobre temas de Couperin (1962) de Joseph Horovitz. La partitura, compuesta desde el convencimiento en una actitud que apuesta por ensamblar lo viejo con lo nuevo es una música de alto poder comunicativo capaz de reconciliar al público con la creación contemporánea. El personal estilo de la obra del inglés, inspirada en una suerte de neoclasicismo, puso el punto final al concierto ofrecido por Moonwinds con un concluyente, rotundo e inequívoco acorde de La mayor directo al oído.

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