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Crítica: «Nabucco» en La Arena de Verona

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Autor: Raúl Chamorro Mena
25 de julio de 2025

Crítica de Raúl Chamorro Mena de la ópera Nabucco, de Verdi, en el Festival de La Arena de Verona, con Anna Netrebko bajo la dirección musical de Pinchas Steinberg

Anna Netrebko en «Nabucco» de La Arena de Verona

Nabucco atómico

Por Raúl Chamorro Mena
Verona, 24-VII-2025. Arena. 102 Arena di Verona Opera Festival. Nabucco (Giuseppe Verdi). Amartuvshin Enkhbat (Nabucco). Anna Netrebko (Abigaille), Galeano Salas (Ismaele), Christian van Horn (Zaccaria), Francesca di Sauro (Fenena), Gabriele Sagona (Il gran sacerdote di Bello), Carlo Bosi (Abdallo), Daniella Cappiello (Anna). Orquesta y coro de la Fundación Arena de Verona. Dirección musical: Pinchas Steinberg. Dirección de escena: Stefano Poda.

   Nabucco, la tercera de las óperas más representadas en las 102 ediciones del Festival de la Arena de Verona, ha encarnado -con esta puesta en escena de Stefano Poda- ese afán de la lírica actual de convertir la ópera en una especie de espectáculo global audiovisual, en el que los efectos de luces y sonido se imponen y la música parece quedar reducida a un mero pretexto. Todo ello no deja de ser inquietante. Es la primera vez que veo Nabucco en el anfiteatro Veronés sin que se bise el «Va pensiero», pues, seguramente, sería un obstáculo para el desarrollo de la dramaturgia de Stefano Poda. No soy partidario de los bises indiscriminados, debe ser algo excepcional, pero escuchar el coro de Nabucco en Verona siempre fue algo especial, con ese orgánico de más de 200 miembros, que suena empastado y vibrante, intenso, genuino, las peticiones de bis, el ambiente caldeado, los gritos de «Viva Verdi!» «Viva Italia!». La pasión tampoco interesa al cotarro operístico actual.

«Nabucco» en La Arena de Verona

   Es verdad que el gran escenario de la Arena y su público variopinto con mucha presencia de turistas siempre se ha prestado a esa espectacularidad y opulencia visual, pero, insisto, está vez se ha cruzado una raya. Un Nabucco «atómico» como lo denomina el propio responsable de la puesta en escena y cuyas explicaciones en el programa del Festival editado por la Fundación oscilan entre lo pueril y lo grotesco. En el momento en que, al final del segundo acto segundo Nabucco es golpeado por un rayo al proclamarse Dios, estalla una especie de traca en el escenario, recibida incomprensiblemente por una ovación del público. Una «explosión atómica» segun el director de escena que hará reflexionar a la humanidad y que las dos facciones enfrentadas en la ópera recuperen la armonía. En fin, una dramaturgia tan disparatada como naif y trivial, que esconde una somera dirección de actores, pues el único interés radica en aprovechar el enorme escenario para llenarlo de mucha gente que no se cansa de hacer tonterías y mucho ruido, además de lucir estrafalarios vestidos de tipo «galáctico». La amenaza de lluvia y posibles tormentas puso en peligro la función, pero la Naturaleza en el Veneto también rinde culto a Giuseppe Verdi y permitió la representación de la ópera que le consagró como Rey del melodrama.

   Al anunciarse el nombre de Anna Netrebko en la relación del reparto previa al comienzo de la ópera, se escucharon aplausos de los espectadores, prueba del poder de convocatoria y carisma de la indiscutible diva de los últimos años. La rusa aparece en escena con un látigo, como una especie de dominatrix con traje de cuero y gestos desafiantes, y transmitió la sensación de pasárselo en grande durante toda la función, además de lucir su carisma y personalidad. El papel de Abigaille es temible como todos los sopraniles del Verdi temprano, propio de drammatica d'agilità. Tesitura onerosísima, canto lleno de abundantes saltos interválicos, coloratura di forza - dramática - y acentos vibrantes, vigorosos, iracundos, propios de un personaje masculino. Todo ello sin descartar, por supuesto, todas las genuinas exigencias del canto italiano, como legato, flexibilidad y dinámicas. La Netrebko comenzó algo fría, calante, un tanto apagada y dura. A partir del segundo acto, la rusa fue a más, ganó brillo, timbre, firmeza y sonoridad en una Abigaille arrolladora y así lo demostró en su gran escena que comienza con el recitativo «Ben io t'invenni», de acentos flamígeros y que exige un salto interválico de decimosexta, del Do 5 sobreagudo al Do por debajo del pentagrama, que fue superado por la Netrebko sin desahogo, pero con seguridad. Buena línea y tono melancólico en el aria «Anch'io dischiuso un giorno», con una magnífica fermata e incandescente la cabaletta "Salgo già del trono aurato" - sólo una estrofa- con sobreagudos seguros y graves bien guarnecidos. Espléndida la escena final de la Netrebko, por intensidad y fondo dramático, capaz de expresar la grandeza con la que Verdi dota al personaje en este final de arrepentimiento y redención.

   El barítono Amartuvshin Enkhbat encarnó un destacable Nabucco, al que prestó su voz ancha, pastosa, densa y corposa, falta de punta arriba, bien es verdad, pero no exenta de nobleza. Además el barítono mogol demostró ser un cantante de escuela con un legato de calidad -espléndidos «Deh perdona» del dúo con Abigaille y la plegaria «Dio di Giuda» - y un fraseo amplio y cuidado. Algo inane y genérico resultó como intérprete.

«Nabucco» en La Arena de Verona

   Me gustó mucho el tenor Galeano Salas, que lució como Ismaele timbre muy bello y agudos con punta y squillo. Un joven tenor a seguir. Le faltó carisma, carácter y credibilidad como líder religioso fanático, que arenga y capitanea a las masas hebreas, al Zaccaria de Christian van Horn. Sin embargo, el bajo norteamericano, justo de autoridad y rotundidad vocal, y que se desenvuelve mejor en la zona alta que en la grave, cantó con corrección y cierta elegancia, además de sostener con sólidez la aguda tesitura de su parte. Buen material, sonoro y atractivo, el de la joven mezzo Francesca di Sauro, pero con mucho margen de mejora en cuanto a técnica, línea de canto y fraseo.

Buen elenco de secundarios encabezado por el veteranísimo Carlo Bosi. Desde la obertura y a pesar de los ruidos del escenario, pudo apreciarse el dominio de la orquesta, hondo oficio, gesto preciso, sentido del orden, buen acompañamiento al canto y capacidad narrativa de la experta y sabía batuta de Pinchas Steinberg. Espléndido como siempre el muy nutrido coro, muy exigido escénicamente.

Fotos: Cortesía de la Fundación Arena de Verona

 

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