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[C]rítica: Nacho de Paz y el Grupo Enigma con obras de Rueda, Halffter y Shostakovich en el Auditorio del Museo Reina Sofía

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Autor: David Santana
20 de febrero de 2019

Los tipos de oyente

Por David Santana / @DSantanaHL
Madrid. 18-II-2019. Auditorio 400 del Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía. Centro Nacional de Difusión Musical [Series 20/21]. Grupo Enigma, Nacho de paz (director). Islas, para orquesta de cuerda de Jesús Rueda. La rebelión de los ecos de Cristóbal Halffter; Sinfonía de cámara en do menor, op.110a de Dmitri Shostakóvich.

   En 1962, en su libro Introducción a la sociología de la música, Theodor W. Adorno clasificaba a los oyentes de su época según el tipo de escucha: el oyente experto que conoce lo que escucha, el consumidor cultural que adora el virtuosismo, el oyente emocional que busca que la música le «haga sentir», el resentido que no escucha más que música del pasado o el entretenido que solo escucha música por pasar el rato.


   Con estos últimos Adorno se refería a aquellos que escuchaban música en el cine, a través de la radio o en la televisión y, a día de hoy, podría decirse que éste tipo de oyente es el mayoritario, aunque la clasificación del teórico alemán de inspiración marxista esté cuanto menos obsoleta. Sin embargo, cuando uno lee a Adorno por primera vez, siempre se plantea la pregunta: ¿y yo qué tipo de oyente soy?

   Cuando escuché la versión para orquesta de cuerda del Cuarteto de cuerda nº 3 “Islas” de Jesús Rueda, les juro que yo me lo volví a preguntar ya que, la sensación fue completamente diferente a la de la sesión anterior. En esta ocasión realicé una escucha más atenta. Es verdad que venía fresco y no de escuchar dos obras de Kurtág, pero también es cierto que el arreglo es sublime y que revela detalles que en la versión para cuarteto pueden pasar desapercibidos si uno no está concentrado al cien por cien en la música. Me refiero a los contrastes, los matices, las masas armónicas que crea y diluye como la bruma en el mar. También se pueden apreciar las melodías solistas, los cantos de sirenas del violín y el viento ulular.

   Pero no, no solo fue cuestión del arreglo, también tuvo mucha importancia todo el movimiento que el Grupo Enigma añadió a la obra, el componente visual que aporta aún más intensidad a la música. Los músicos vibraron con los movimientos de arco y los pizzicatos, bien dirigidos por los precisos aunque un tanto peculiares gestos de Nacho de Paz que no cejó en su empeño de partir de un silencio absoluto a costa de alargar los inicios y los finales, para que la ausencia de música fuese también parte de la obra.

   Cristóbal Halffter presentó La rebelión de los ecos, para doble quinteto de cuerda. El estreno de la obra de uno de los compositores más renombrados de nuestro país fue un momento esperado, un título prometedor, una instrumentación interesante... pero lo cierto es que de «rebelión» la obra tiene poco. El eco es, en este caso, algo conceptual que se puede intuir, pero no escuchar. Un contrapunto muy elaborado, melodías que se entrelazan y tratan de crear algo que no estoy seguro de que sin la partitura delante y debidamente analizada se puede llegar a entender. Tal vez yo no sea ese oyente experto que decía Adorno, desde luego esta obra es propia del contexto en el que se escribió la Introducción a la sociología de la música y, sin duda, tiene mucha influencia de los dogmas que sentaron los compositores de la Segunda Escuela de Viena.


   Radicalmente opuesta era la obra que vino a continuación. La Sinfonía de cámara en do menor, op. 110ª es una de las piezas más reconocidas –junto con las suites de jazz– y más interpretadas del compositor ruso Dimitri Shostakóvich. Al igual que en la obra de Rueda, esta obra parte de un cuarteto: el nº 8 y que, por sus citas, más que «en memoria de las víctimas del fascismo y la guerra», parece estar escrito en memoria del propio autor. No voy a mencionar todas las referencias que realiza a sus propias obras, ya que la repetición obsesiva del tema que surge del anagrama DSCH durante el Allegretto  es suficiente para hacerse a la idea de las intenciones del autor.

   En cualquier caso, dedicada a las víctimas de la guerra o a Shostakóvich, la música resulta sublime y, una vez más, la excelente interpretación llevada a cabo por el Grupo Enigma permitió realizar una escucha en la que se apreciaban claramente los contrastes, las diferentes melodías, los brutales cambios de ritmo y, sobre todo, el brillante solo de violonchelo del cuarto movimiento, tomado de su ópera Lady Macbeth del distrito de Mtsensk. Es difícil responderse a uno mismo si se es un oyente experto, y dudo que haya un musicólogo en la tierra que sepa las intenciones que Shostakóvich tenía con esta sinfonía de cámara, quedémonos con lo de ser oyentes emocionales mientras tanto, y disfrutemos de lo que esta música nos pueda hacer sentir.

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