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Crítica: Nicolás Margarit toca las «Variaciones Goldberg» en el Festival de Úbeda y Baeza

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Autor: José Antonio Cantón
16 de diciembre de 2021

El pianista Nicolás Margarit interpreta las Variaciones Goldberg de Juan Sebastián Bach en el Festival de Música Antigua de Úbeda y Baeza

Nicolás Margarit

Apasionadas Variaciones Goldberg

Por José Antonio Cantón
Úbeda, 12-XII-2021. Basílica de Santa María de los Reales Alcázares. XXV Festival de Música Antigua de Úbeda y Baeza (FeMAUB). Nicolás Margarit (piano). Variaciones Goldberg, BWV 988 de Johann Sebastian Bach.

   El concierto de clausura de la última edición del FeMAUB ha estado nada más y nada menos que ocupado por uno de los paradigmas de música para teclado que la creación humana ha dejado para la posteridad: el Aria con varios cambios sobre clavecín de dos teclados, posible traducción del título en alemán dado por Bach a sus famosas Variaciones Goldberg, que fueron publicadas en 1741. Ante tan relevante misión, el Festival ha contado, en colaboración con la Escuela Superior de Música Reina Sofía, con la actuación del joven pianista Nicolás Margarit (Brisbane 1999), músico formado al auspicio de la reconocida maestra Joyce Bennett de la Queensland Conservatorium Griffith University, una de sus principales mentoras desde que iniciara sus estudios a la temprana edad de tres años, y que viene perfeccionando en la actualidad en la muy prestigiosa institución académica musical madrileña antes mencionada.

   Desde el primer ataque al aria inicial, posiblemente de origen anónimo, que determina temáticamente la obra y su confirmación con sus tres cadencias en diferente tonalidad, se pudo apreciar el nervio que iba a adoptar en el tempo de su interpretación. Un tempo que venía a estar muy influido por los aires de danza que inspiraron un gran número de estas variaciones. Ello suponía un riesgo en la limpieza de articulación, como técnica necesaria de exposición del mensaje musical que se manifestó distinguible en la primera variación a través de sus bien compensados cruces de manos. Éstas se manifestaron muy ágiles en las contrastantes imitaciones que animan la segunda en sus sucesivas entradas de voces. Imprimió manifiesta aceleración a la cuarta, efecto que acentuaba por la rica ornamentación ya en su sección primera, y opuso con claridad y destacado virtuosismo los dos elementos en dúo que contiene la quinta.

   Algunos inconvenientes aparecieron en la octava, pensada para los dos teclados del clave, por lo que se justifican sus progresiones ascendentes en la mano derecha y descendentes en la izquierda, que llegan a derivar en unas necesarias superposiciones en el teclado, que se manifestaban en algunos momentos con escasa claridad. Después de las dos siguientes bien compensadas, de manera especial en la exposición del sujeto de la pequeña fuga de la décima, volvieron a aparecer irregularidades expresivas ante los exigentes arabescos de la décimo primera en sus motivos arpegiados.

   Todas las tensiones que se sucedieron en las subsiguientes quedaron serenadas en el Andante de la décimo quinta dada la belleza que propicia el modo menor de su tonalidad en Sol, y al respeto expresivo que asumió Margarit moderando su tempo. Su nervio quedó mejor acogido en la sección rápida de la mano izquierda, quasi toccata, de la diecisiete. Fue claro en el carácter elegante dado a la danza de ritmo ternario que contiene la diecinueve, en la que manifestó una balanceada alternancia de manos.

   Supo recrearse en la vigésimo primera distinguiendo el cromatismo de su canon y en el canto, también cromáticamente, de su bajo independiente. Fue una de las más logradas por el pianista australiano, sirviéndose de la meditativa serenidad que desprende esta pieza. Después del contrapunto estricto de la situada en el lugar veintitrés, en la que el pianista volvía a demostrar sentirse más cómodo temperamentalmente así como en el balanceado discurso de la siguiente, surgía cierta expectación por la casi concertante vigésimo-quinta, desde el punto de vista de su inspiración, auténtica piedra angular de la colección. El tempo que empleó hizo que decayera el estilo arioso que pretende Bach en esta variación resintiéndose de alguna manera el efecto de su carácter melancólico.

   Afrontó la siguiente con acelerada expresión polirítmica tratada como si de un ejercicio de mecanismo se tratara, ralentizando apenas su frase conclusiva, lo que produjo se perdiera cierta expresividad en su recapitulación. Después de respetar la sencillez de invención de la que le sigue, desarrolló todas sus capacidades técnicas en las tres últimas piezas afrontando el aire de toccata que caracteriza a las dos primeras de éstas, para centrarse en destacar con articulado marcato el famoso Quodlibet que antecede al retorno del aria inicial, más ajustada emocionalmente de cómo la realizó en la apertura de la obra.

   Como conclusión hay que decir que Nicolás Margarit está todavía en un proceso de evolución de su propia personalidad musical, que se verá enriquecida a través de las oportunidades que le brindarán los secretos de esta genialidad de la creación artística y por ende musical que son las Variaciones Goldberg, que esperemos vaya atemperando en el transcurrir y desarrollo de su carrera.

Foto: Jesús Delgado Martínez

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