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Crítica: Oksana Lyniv dirige «El ocaso de los dioses» de Wagner en Bolonia

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Autor: Magda Ruggeri Marchetti
30 de octubre de 2025

Crítica de Magda Ruggeri Marchetti de la ópera El ocaso de los dioses de Wagner en Bolonia bajo la dirección de Oksana Lyniv

«El ocaso de los dioses» de Wagner en Bolonia

Un brillante fin de ciclo

Por Magda Ruggeri Marchetti
Bolonia. 24-X-2025. Auditorium Manzoni. Götterdämmerung [Richard Wagner]. Tilmann Unger [Siegfried], Anton Keremidtchiev [Gunther], Claudio Otelli [Alberich], Albert Pesendorfer [Hagen], Sonja Šarić [Brünnhilde], Charlotte Shipley [Gutrune], Atala Schöck [Waltraute], Tamta Tarielashvili [Primera Norna], Eleonora Filipponi [Segunda Norna], Brit-Tone Müllertz [Tercera Norna], Yulia Tkachenko [Woglinde], Marina Ogii [Wellgunde], Eglė Wyss [Flosshilde]. Orquesta y Coro del Teatro Comunale. Director musical: Oksana Lyniv.

   Representada en forma de concierto en el Auditorium Manzoni, la ópera cierra el ciclo del Anillo del Nibelungo iniciado hace dos años. De alguna manera este ciclo es también en parte el de la presencia fija en Bolonia de la directora ucraniana Oksana Lyniv, que ha sido en estos años titular de la Orquesta del Comunale además de una especialista en el repertorio wagneriano internacionalmente reconocida. El mágico anillo de oro recorre temáticamente, enlazándolas, las cuatro óperas de la Tetralogía wagneriana. Al final del Siegfried parecía que debiera surgir un nuevo mundo regido por el amor, pero el Preludio al Prólogo de esta tercera y última Jornada se narra una historia bien distinta, evidenciando el aspecto sombrío y siniestro entrelazando los acordes del tema del hado de las Nornas que tejen la cuerda del destino. 

   Terminado el Prólogo la acción se traslada a los dos amantes, Siegfried parte hacia nuevas gestas heroicas, dejando a Brünnhilde como prueba de amor el anillo arrebatado al dragón Fafner, y ella le dona su corcel Grane. Cuando Siegfried llega a la residencia de los Gibichungos, Hagen, hijo de Alberich, ha convencido a su hermana Gutrune para que lo acoja ofreciéndole un fitro mágico que le haga olvidar a Brünnhilde y ésta se enamore de Gunther. Hagen, fruto del odio y de la envidia por el poder, es el motor de la acción, y Gunther y Brünnhilde no impiden que mate a Siegfried. Su resentimiento es la versión humana de lo que en Alberich era el deseo de poder y lo convierte en el instrumento de la venganza del progenitor. Frente a la malicia artera de Hagen, Siegfried es el hombre indefenso que encarna la pureza de una nueva humanidad destinada a fracasar en un mundo dominado por el deseo de poder. La victoria de la voluntad sobre el poder puede obtenerse solo con el amor. Es lo que Brünnhilde al final comprende cuando se une en la muerte a su amado Siegfried. 

   La enorme complejidad musical poética y dramatúrgica del Ocaso de los dioses hace imposible trazar un cuadro exhaustivo. La orquesta entera se empleó a fondo en el flujo de motivos que surgen y retornan entrelazándose hasta sublimarse en el final. La dirección de orquesta fue óptima bajo la batuta de Oksana Lyniv, una orquestación que profundizó en su armonía y desarrolló el amplio tejido de leitmotiv. Su dirección obtuvo una música dinámica imprimiendo fluidez a la ópera, pero con la fuerza y la solemnidad de una reconocida especialista del Anillo del Nibelungo. La música alcanza el culmen de belleza en el preludio del tercer acto sobre el primer acorde primigenio en que se vuelve al tema del río con la antigua melodía del lamento por el oro substraído. La parte final de la ópera reserva momentos de exaltante belleza, como el de de la marcha fúnebre en la que la música es la protagonista con un verdadero desfile de temas. La óptima orquesta del Teatro Comunale, reforzada por cuatro arpas, tubas wagnerianas y otros instrumentos sigue la batuta de la directora con brillo y vigor, consiguiendo óptimos resultados. El coro, preparado por Gea Garatti Ansini tiene una parte menor en esta ópera con escasas y breves apariciones, aunque contribuye a subrayar la tragedia, y en las condiciones de una sala de conciertos es loable la idea de colocarlos en laterales opuestos, el masculino en el nivel de los palcos y el femenino en la platea. Aun siendo en forma de concierto la ópera no carece de teatralidad, con entradas, salidas e intervenciones fuera de escena que dan oportunidad a los cantantes de mostrar también sus capacidades actorales. 

   El tenor Tilmann Unger encarna a Siegfried, el joven impetuoso que conecta con el ideal revolucionario de quien se guía por sus impulsos naturales. Su voz es clara, su timbre bello y resonante con gran facilidad en el registro agudo. El volumen algo débil al comienzo, gana en vigor a lo largo de la ópera. El barítono Anton Keremidtchiev encarna a Gunther, que debuta en el papel en Bolonia. Aun con una actuación más estática, su voz es potente, tiene buen fraseo y óptima línea de canto. El bajo-barítono Claudio Otelli como Alberich nada tiene que envidiar en dicción alemana a sus colegas centroeuropeos, canta bien su rol y luce en el registro agudo. El bajo Albert Pesendorfer, de imponente presencia física y carisma actoral, es Hagen que, obsesionado por el deseo de poder, es el motor de la acción. Su voz es de atractivo timbre e incisividad de acentos en particular en las notas bajas. La soprano Sonja Šarić como Brünnhilde, la valquiria que ha abandonado el mundo de los dioses para entrar en el de los hombres, sabrá sacrificarse y morir con el amado Siegfried. Su voz, quizá la mejor del cast, se hace notar por la facilidad en el registro agudo, su gran proyección, la gran clase de su fraseo y su bello timbre. La soprano Charlotte Shipley encarna a Gutrune con volumen de voz centrado en la zona alta, luce riqueza tímbrica y expansión. La contralto Atala Schöck como Waltraute tiene una clara voz y sobrada proyección. La contralto Tamta Tarielashvili, la mezzo Eleonora Filipponi y la soprano Brit-Tone Müllertz son las tres Nornas que tejen la cuerda del destino, pero cuando ésta se rompe, se precipitan en el abismo con su madre Erda. Sus voces lamentosas denotan tremendo abatimiento. La soprano Yulia Tkachenko como Woglinde y las mezzo Marina Ogii y Eglė Wyss como Wellgunde y Flosshilde respectivamente, muestran dominar el lenguaje más sonoro y evocativo que sintáctico en su expresión de alegre despreocupación o de lamento. En conjunto un soberbio cast cuya pulsión wagneriana es manifiesta.

   Esta ópera transforma una historia de dioses distantes, gigantes y enanos en un intenso drama sobre el amor, la pérdida y la redención. La música de Wagner hizo avanzar el arte de la orquestación más que en ninguna otra hasta ese momento. El público ovacionó y aplaudió en pie largamente, llamando a primera fila a los instrumentistas más significativos del caraterístico sonido wagneriano.

Foto: Andrea Renzi

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