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Opinión: «Adiós al órgano en la Fundación Juan March de Madrid». Por Roberto Fresco

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Autor: Codalario
6 de febrero de 2019

   Adiós al órgano en la Fundación Juan March de Madrid

Por Roberto Fresco

   No cabe ninguna duda de que la relación de la Fundación Juan March en Madrid con la música ha sido modélica a través de estos últimos cuarenta y cuatro años. Lo ha sido en todos los aspectos artísticos a través de multitud de propuestas del más alto nivel, sin olvidar nunca la vertiente educativa, que ha formado parte importante y permanente del quehacer de aquella casa.

   Dentro de los diferentes espacios musicales, el órgano y su música han gozado desde el principio de una posición privilegiada en su programación. Un año después de la inauguración del edificio de la calle Castelló sonaba por primera vez en su salón de actos el último instrumento –y seguramente el mejor de la firma– construido por OESA bajo las directrices de Ramón González de Amezúa (1921-2015) y Pierre Chéron (1914-1999). Este hecho daba al nuevo edificio aire de absoluta modernidad ya que se trataba de uno de los primeros órganos construidos en una sala de conciertos en la España reciente. A lo largo de estas décadas ha formado parte de distintos programas y ciclos que allí se han llevado a cabo, sonando siempre de la mano de importantes organistas, desde figuras consagradas hasta jóvenes promesas. Además, la fachada de este instrumento ha servido desde el año 76 hasta nuestros días para identificar de manera inequívoca una sala de conciertos, un escenario, como si de un sello o un logotipo de la casa se tratara. Mucho más que un decorado, esta imagen ha sido una forma de entender la música y la cultura propia de la Fundación.

   Tan importante pareció en algún momento la relación del órgano con la cultura que desde 1977 todo visitante de la Juan March es recibido a su entrada por la escultura Órgano de Eusebio Sempere (1923-1985). Incluso en las décadas de los 80 y los 90 del pasado siglo la Fundación tuvo a bien impulsar el patrimonio histórico de nuestro país, que en aquellos momentos empezaba a despertar de su letargo, organizando ciclos de conciertos en órganos históricos que tuvieron lugar en las provincias de Valladolid y Zamora y en la localidad albaceteña de Liétor.

   Así pues, la Fundación Juan March ha sido una referencia inevitable y querida en el mundo organístico, mucho más allá de la ciudad de Madrid, para generaciones de organistas a lo largo y ancho de nuestro país.

   Pero los tiempos cambian y parece que a partir de ahora el único órgano que va a tener la sede madrileña de la Fundación Juan March será la escultura de Sempere que aún permanece a su entrada. Hace algunas semanas conocíamos la noticia de que el órgano del salón de actos estaba siendo desmontado para trasladarlo a la Basílica del Sagrado Corazón –Cerro de los Ángeles– de Getafe1. Por el momento no parece que un nuevo instrumento vaya a sustituir al viejo que, es cierto, no estaba en su mejor momento y hacía tiempo que necesitaba de algo más que una puesta a punto que bien podría haber completado sus posibilidades instrumentales. Un espacio como este, que tanta atención ha dedicado al órgano desde 1976, merecía seguramente un instrumento nuevo más acorde con nuestro tiempo y con los avances que han experimentado tanto la organería como la interpretación y la composición modernas.

   Ignoramos cuales han sido los motivos que han llevado a los responsables de esta entidad cultural a tomar semejante decisión que, con seguridad, habrán sido fruto de una profunda y prolongada meditación. Pero tendrán que ser muy importantes para poner en práctica algo de tanto calado. Parece que lo que tendremos a partir de ahora en la Fundación será –en términos organísticos, claro está– el vacío más absoluto. Triste hora, esta, para el órgano en Madrid.
_______________
1 Los trabajos de desmontaje y montaje en su nuevo emplazamiento y la necesaria actualización del instrumento están siendo realizados por el organero Óscar Laguna. Estamos seguros de que en su nuevo emplazamiento va a tener una nueva y fecunda vida en su doble vertiente musical y cultural.

Fotografía: Fundación Juan March.

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