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Opinión:'Los secretos de Georg Solti'

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Autor: Aurelio M. Seco
26 de julio de 2015

LOS SECRETOS DE SOLTI

Por Aurelio M. Seco

   Georg Solti ha sido un artista único. Leer y releer su biografía, de la que ya hemos hablado en alguna ocasión, es una oportunidad para descubrir buena parte de lo que ha ocurrido entre bastidores en el mundo de la música del pasado siglo. En sus memorias, Solti es sincero hasta límites que rozan lo excesivo. Quizás por eso, su biografía, que es autobiografía, es una de las más interesantes que se han escrito sobre un director de orquesta. Personalmente, encuentro a este director fascinante y muy importante. No sólo por su franqueza como persona y artista, algo que ya es una característica rara de encontrar, sino por su sonido. Porque, efectivamente, hay un "sonido Solti", una manera de tocar y hacer música propia de él, que resulta fácil de identificar y contraponer con la visión de directores de la talla de Celibidache, Victor de Sabata o Karajan.

   Es cierto que todo el mundo tiene su sonido. Cuando alguien dirige, la orquesta, obviamente, suena. Pero hay sonidos interesantes, que reflejan la personalidad de quien lleva las riendas de la interpretación y sus criterios técnicos, y otros que simplemente son reflejo de las circunstancias del momento. En el sonido de Georg Solti yo siempre he percibido la presencia de una enorme fuerza masculina, una tensión sonora dura, instintiva y poderosa que permanece viva independientemente de la obra que dirija. Creo que esta característica ha sido clave para convertirle en un gran director del repertorio wagneriano. Pero Solti ha sido un magnífico director por más razones. Si analizamos el video de la sesión de grabación de la Marcha fúnebre de Sigfrido, de la conocida Tetralogía que Solti grabó con la Filarmónica de Viena y la comparamos con la versión del mismo fragmento ofrecida por ChristianThielemann, o incluso la que ha dejado Eiji Oue, por poner dos ejemplos, podemos observar con claridad meridiana las diferencias que hay entre directores de orquesta de diferente talento y un gran maestro de la dirección orquestal.

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    La sesión de Solti refleja el momento de una grabación en la que su generosidad gestual desborda las expectativas de cualquier espectador. Y Solti no necesitaba, desde luego, derrochar tal energía que, más que la de un hombre de cierta edad, parece la de un joven atleta, llevado totalmente por la pasión que despierta en él esta música genial. Thielemann, por el contrario, desprende orden y seguridad en sí mismo. Todo en sus gestos es personal, pero dentro de una poética expresiva contenida y enclaustrada, que no deja expandir del todo la sonoridad de la partitura, sino que parece exigir encerrarla en los límites que él ha establecido, con su aturoridad moral más que con la búsqueda sincera, a pecho descubierto, que ofrece Solti. Thielemann da la impresión de estar pensando en Thielemann cuando dirige Wagner. 

   Que Christian Thielemann haya decidido marcar el “uno” arriba en lugar de abajo como principio básico de su quehacer gestual nos parece una decisión muy arriesgada y personal, que Celibidache vería, como nosotros, irracional, pero que a él le funciona por el alto nivel sonoro que exige de los músicos y por su gran talento como director porque, efectivamente, Thielemann es un magnífico director de orquesta. Hay un profundo respeto hacia la partitura en su forma de trabajar, creemos que incluso excesivo porque, cuando uno dirige, sí debe respetar la obra, pero también la idea que uno de tiene de ella, es decir, a sí mismo. Para ser un gran director de orquesta no basta con ser un gran intelectual de la dirección. Es condicion necesaria pero no suficiente, porque la dirección orquestal es un arte físico y generoso, en el que uno debe, como en el amor, darse sin condiciones. A Thielemann esto le cuesta. Hay en él una timidez que parece que enmasca su verdadero yo ante la música. O quizás no y lo que muestra es todo lo que hay. Nos falta algo en cualquier caso. Por el contrario, Solti es la seguridad personificada, Apolo traspasado por el alma de Dionisos, libre desde la libertad que le permite sublimar el arte.

   En la versión de Solti, la marcha fúnebre alcanza una intensidad sonora ajena totalmente al excesivo equilibro de la versión de Thielemann, certera rítmicamente, precisa a cada instante, pero un tanto homologada en un esquema poco arriesgado. Y mientras Thielemann se siente seguro con su semblante serio y acostumbrado a que le hagan caso, Solti, que también ha sido un director de fortísimo carácter, parece olvidarse de sí mismo cuando graba la música de Wagner. El resultado sonoro es abrumador en la versión de Sir Georg Solti, quien va mucho más allá del respeto hacia la partitura para interpretarla con un sentido personal que, además, la hace brillar con una luz más intensa y cercana a su idea.

   Y ahora vamos con algunos secretos. Dice Aldo Ceccato que un director de orquesta nace a los 60 años y, aunque algunos puedan pensar que es una exageración, nosotros creemos que es una afirmación que no está lejos de la verdad. Los materiales –las partituras- que usaban Toscanini, Victor de Sabata y los grandes maestros del pasado, están llenos de anotaciones personales sobre qué arcos usar en esta parte, qué extaer de la orquesta en esta otra. Se trata, en fin, de los grandes secretos que hacen que algunas interpretaciones sepan a gloria, sin saber muy bien por qué. Son estos los secretos que los maestros atesoran como oro en paño cuando se percatan de alguno de ellos. Así de difícil es la carrera de un director de orquesta. Y es fundamental escudriñar en estos misterios, y descubrirlos.

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   Vemos en la versión de Solti varias diferencias, muy notables y a destacar, que convierten varios momentos de su interpretación en más atractiva. Es posible que Thielemann no haya analizado el video de Solti en profundidad para percatarse de alguno de sus secretos más valiosos, que mejoran, desde luego, muchos aspectos expresivos de la obra. Pasa a veces que los directores se olvidan de estudiar el trabajo de los grandes maestros. En otras, la culpa la tiene una agenda demasiado repleta, que no deja tiempo para el estudio y la reflexión.

   Si observamos el momento de la versión e Solti que comienza en el minuto 2:38, vemos que el pasaje más conocido de la obra, en do mayor, se resuelve con la participación de las trompetas, que tras arpegiar el acorde deben mantener la nota sol durante un buen rato, in crescendo en intensidad, hasta que el acorde resuelve, sublime, en la tónica, para continuar desarrollándose la música. Precisamente en este fragmento, Solti se diferencia del resto por la manera en la que ha indicado a los trompetistas cómo deben respirar. Las respiraciones elegidas para los trompetistas y su forma de frasear es lo que marca la diferencia en la expresividad de este fragmento. En la grabación se puede ver perfectamente (2:51) el momento en el que el trompetista Helmut Wobisch toma una segunda respiración mientras suena la nota sol,  para poder así impulsar debidamente y hasta el final esa nota deslumbrante que termina por arrebatar el momento.

   Es esa fuerza que aporta el trompetista la que permite que ese sonido se prolongue con la intensidad debida hasta el final de la frase. Parece un gesto sencillo y una decisión fácil de tomar, pero el hecho es que en la versión de Thieleman (4:22) no hay trompetista que respire dos veces y el sonido llega al final menos imponente, algo fatigado incluso si comparamos ese momento con la versión dirigida por Solti. Todas las respiraciones de los trompetistas son diferentes en ambas versiones, y las de Solti, sin duda más sabias y expresivas respecto al fraseo de ese fragmento.

   En general, todo en la versión del maestro húngaro parece tener un sentido más atractivo y sincero desde el punto de vista dramático. Georg Solti no marca el compás, dirige en pos de una idea de la obra magnífica, de la que no se puede huir porque ya es de referencia. En la versión de Eiji Oue ya se evidencia desde el principio un tempo exasperandamente lento que el directorno logra sobrellevar. Es una decisión de base errónea que convierte la versión en muy discreta, siendo generosos. Demasiado bien realiza el trompetista su cometido al hacer esa subida para llegar al final a ese sol tremendo y luminoso con la fuerza que la partitura requiere y que Solti encontró, respirando de otra forma, mejor.

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