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CD: Orphelion Ensemble y Daniel del Pino graban los Tríos de Joaquín Turina con Brilliant Classics

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Autor: Pablo Sánchez Quinteiro
19 de julio de 2025

Crítica de Pablo Sánchez Quinteiro del CD «Joaquín Turina. The complete piano trios», de Orphelion Ensenble y el pianista Daniel Pino [Sello Brilliant Classics]

Orphelion Ensemble y Daniel del Pino graban los Tríos de Joaquín Turina con Brilliant Classics

Turina consagrado

Por Pablo Sánchez Quinteiro
Joaquín Turina. The complete piano trios. Orphelion Ensemble [Deborah Gonsalves, violín. Berthold Hamburger, chelo]. Daniel del Pino, piano. Brilliant Classics.

   El Orphelion Ensemble nació en Viena de la mano de Deborah Gonsalves y Berthold Hamburger, dos músicos que combinaron su experiencia para crear un proyecto de música de cámara con una sólida base en la tradición europea. Desde sus inicios, el grupo ha ampliado su alcance con giras por Europa, Asia y América del Sur, colaborando con artistas como Mariko Moritani durante más de una década y, más recientemente, con el pianista Daniel del Pino. Gonsalves y Hamburger son miembros de la Orquesta Sinfónica de Galicia desde apenas unos años después de la creación del conjunto, donde, gracias a su veteranía y constante implicación, ocupan atriles clave en sus respectivas secciones. Para el Orphelion, las grabaciones discográficas siguen siendo un aspecto fundamental de su labor de difusión musical, apostando siempre por la máxima calidad interpretativa y sonora que refleje la esencia de su trabajo. 

   Su trabajo discográfico muestra un interés auténtico por rescatar obras diversas, tal como reflejan sus dos últimos CDs, aparecidos en Brilliant Classics este año 2025, los cuales incluyen desde las piezas de Schulhoff hasta los tríos de Turina. Más allá de las grabaciones, el grupo mantiene una presencia activa con conciertos que comparten en plataformas como YouTube, conectando con audiencias de todo el mundo.

   Con Joaquín Turina, el ensemble se sumerge en el mundo del nacionalismo español, abordando sus tríos completos. Se trata de un extraordinario trabajo que honra la herencia de Turina con respeto y energía.

   El Trío en fa mayor se alza como la obra más extensa del ciclo de Turina, una pieza sin opus que, injustamente relegada, revela una construcción sólida, coherente e inspirada. Sus melodías, llenas de vida, se entrelazan de una forma que parece respirar a través de las tres voces, creando un diálogo que cautiva desde el primer compás.

   El primer movimiento, Lento – Allegro ma non troppo, arranca con una introducción del piano de Del Pino rotunda y redonda. El Lento inicial deja espacio a un violín que, en manos de Deborah Goncalves, despliega una lírica melodía con una afinación impecable y un carácter que envuelve. La entrada del chelo de Berthold Hamburger define el tono de una interpretación cuidada hasta el más mínimo detalle, fusionándose a la perfección ambas voces con el canto preciso del piano de Daniel del Pino. El resultado es un movimiento rebosante de lirismo y fuerza, que se cierra con un misterio y una sugerencia que mantienen al oyente en tensión de principio a fin. En el Andante, cuerdas y piano tejen una íntima y emotiva narrativa. Violín y chelo abren en el movimiento con una fusión rapsódica y hermosa, construida por Goncalves y Hamburger con el máximo lirismo y perfección. La voz equilibrada y calculada de Del Pino imprime carácter a la sección central, confiriéndole una voluptuosidad que llena el espacio. El tercer movimiento, el breve Allegro alla Danza, constituye un Scherzo delicioso, chispeante y lleno de gracia juvenil. El Orphelion lo interpreta con una vivacidad contagiosa que parece va más allá de las notas, convirtiéndolo en un auténtico deleite. Por último, el Andante grandioso cierra la obra con la máxima ambición. Esta interpretación del movimiento está a la altura de su descriptor gracias a una solemne introducción, digna de las grandes obras de cámara del tardorromanticismo europeo y a un discurso abigarrado y abrumador, que en manos de los músicos del Orphelion —precisos, inspirados y llenos de musicalidad— cobra un sentido profundo. Sin prisas ni nerviosismo, el movimiento fluye con maestría, en un discurso musical que evoca el solemne arranque de la partitura confiriéndole un carácter cíclico, significativo reflejo de la sabiduría musical del joven Turina. Un broche de oro para una obra que, probablemente por su carácter juvenil, ha sido injustamente olvidada. Pero quizás sea esa frescura precisamente su mayor virtud, un tesoro que este disco rescata con todo el esplendor que merece.

   Escrito en 1926, veintidós años más tarde, El Trío nº1 op.35 nos traslada a un contexto musical bien diferente, en el que Turina combina de forma ejemplar el modernismo imperante con una exaltación de sus raíces musicales, y todo ello en una arquitectura singular en el catálogo camerístico de Joaquín Turina: tres movimientos que rinden tributo a formas clásicas —Prélude et fugue, Thème et Variations y Sonate— integradas con una inspiración melódica tan directa como refinada. 

   En la nueva interpretación del Orphelion, la obra cobra una nueva vida, serena y brillante a la vez, gracias a una lectura cuidada, de gran sentido estructural y emotivo. El primer movimiento arranca con una introducción grave, misteriosa y original, en el que el sonido redondo del violín de Gonsalves, cálido pero contenido, dialoga con el chelo de Hamburger, rebosante de un color aterciopelado, sostenido en una afinación intachable y un vibrato justo. Del Pino, por su parte, sostiene el entramado armónico con una pulsación clara y expresiva, evitando protagonismos innecesarios. La arquitectura del movimiento se revela con nitidez, y el desarrollo se despliega como un tejido sin costuras: un fluir continuo de ideas melódicas que se trenzan en un discurso de gran lirismo y tensión interna. La fuga, lejos de ser un mero ejercicio formal, se convierte en esta lectura en un diálogo vívido, lleno de empuje, articulado con inteligencia por los tres intérpretes. Cada línea tiene su peso y su sentido. El resultado es un equilibrio perfecto entre forma y emoción que culmina en un intimista y entrañable diálogo de las cuerdas, reminiscente del inicio del trío. 

   El segundo movimiento, constituye el corazón poético de la obra. Aquí, el Orphelion exhibe una sensibilidad extraordinaria. El tema inicial, presentado con sentido y sensibilidad por Hamburger, parece suspender el tiempo, mientras que las variaciones que siguen —alternando entre lo contemplativo, lo apasionado y lo lúdico— son abordadas con una paleta de matices que demuestra no solo virtuosismo, sino verdadero amor por el detalle. La compenetración entre los tres músicos se hace especialmente evidente: cada variación, a pesar de nacer de danzas populares de lo más diversas -muñeira incluida- fluye con gracia y estilo como parte de un discurso mayor, donde las dinámicas están milimétricamente equilibradas y el timbre de conjunto es homogéneo, envolvente. La Sonata final, es abordada con toda la energía y el control necesarios para cerrar con altura una obra de estas dimensiones. El piano de Del Pino lleva el pulso con claridad y decisión, pero sin imponerse, mientras las cuerdas dibujan con trazo firme las amplias frases temáticas. Hamburger aporta densidad y flexibilidad en los pasajes más dramáticos, mientras Gonçalves asume la energía del discurso con una combinación de agilidad, precisión y lirismo que confiere al movimiento un carácter casi sinfónico. El Trío Orphelion sabe manejar la tensión creciente sin caer en la precipitación, y la obra culmina con un cierre decidido, redondo, que no es un estallido, sino una afirmación serena de madurez musical.

    El Trío nº 2 en si menor, op. 76, compuesto en 1933, es una obra más contenida en extensión que la anterior, pero de una densidad expresiva sorprendente. En sus tres movimientos, Turina da un paso más allá en la síntesis entre forma clásica, lenguaje armónico moderno y lirismo mediterráneo. La versión del Orphelion ofrece una lectura profundamente musical, sin afectación, que pone de relieve la madurez de esta obra tardía del catálogo camerístico turiniano.

   El Lento-Allegro molto moderato, arranca con una introducción sombría, de respiración suspendida, donde violín y piano construyen un espacio contenido y expectante. Este clima de recogimiento se ve gradualmente iluminado por la calidez del cello de Berthold Hamburger, firme y lírico. Cuando irrumpe el Allegro, el trío responde con una energía medida, que no renuncia a la intensidad, pero siempre desde el control y la elegancia. El diálogo entre los tres instrumentos fluye con claridad estructural, las transiciones se articulan con suavidad, y el desarrollo se convierte en una travesía emocional donde el dramatismo nunca pesa más que la forma. En el impresionista segundo movimiento, Molto vivace, el Orphelion despliega toda su agilidad y compenetración rítmica. El carácter de scherzo que Turina imprime a esta página se traduce aquí en una interpretación chispeante, ágil y llena de gracia. Gonsalves articula los pasajes rápidos con ligereza cristalina, sin perder redondez de sonido, mientras Hamburger aporta precisión y carácter danzante desde el registro grave. Del Pino sostiene con soltura la mecánica del piano, combinando brío y claridad. Es un movimiento breve pero intensísimo -salvo en el miniaturista trío-, cuya vivacidad no compromete nunca la transparencia del discurso. El final, Lento – Andante mosso – Molto vivace, constituye un verdadero viaje emocional. El Lento inicial está impregnado de una atmósfera nocturna, casi confesional, que el Trío Orphelion aborda con una sobria intensidad. Aquí destaca la expresividad cálida de Hamburger, cuyas frases cantan con profundidad casi vocal, y la respuesta envolvente del violín, que Gonçalves hace flotar sobre el piano con un fraseo amplio y meditado. En el Andante mosso, la música se vuelve más narrativa, con un lirismo contenido que el trío maneja con madurez. La sección final, Molto vivace, irrumpe como una liberación controlada, donde los intérpretes dosifican la energía con una musicalidad inspirada, plena de matices, nada fácil de conseguir. El cierre, vibrante pero medido, redondea una interpretación de gran equilibrio, sin excesos, que revela toda la arquitectura emocional del movimiento final.

   Como un epílogo poético y simbólico, la Fantasía círculo, op. 91, cierra el ciclo de tríos de Turina con una síntesis admirable entre forma, contenido y evocación. Compuesta en 1942, en plena madurez del autor, sus tres secciones encadenadas —Amanecer, Mediodía y Crepúsculo— trazan un arco metafórico de la jornada y de la vida, fundiendo el impulso impresionista de la juventud con la contención sabia de la edad. En manos del Orphelion Ensemble, Círculo alcanza una dimensión poética de rara intensidad, revelando con exquisita sensibilidad tanto su delicado simbolismo como su perfección formal.

   La sección inicial, Amanecer, se abre con un susurro. El cello de Hamburger y el piano de del Pino esbozan un paisaje sonoro brumoso, sin contornos definidos, como si la música surgiera lentamente del silencio. El volín, en pianissimo casi inmaterial, dibuja líneas tenues que evocan la luz filtrándose entre sombras. El color de Gonsalves no es tanto timbre como atmósfera, mientras que el cello de Hamburger emerge con un sonido cálido, grave, profundamente humano. El resultado es una imagen sonora que no describe, sino que sugiere: un amanecer no literal, sino íntimo, interior. En Mediodía, la música se eleva con energía y afirmación. Aquí el Orphelion demuestra su capacidad para modular el color y el impulso sin perder transparencia. El piano despliega acordes amplios y luminosos, mediterráneos, mientras las cuerdas tejen un discurso vibrante, pero siempre con elegancia. La articulación es clara, la pulsación firme pero fluida, y el carácter es casi celebratorio, aunque sin caer nunca en lo grandilocuente. Este mediodía es una plenitud serena, una expansión vital contenida en la arquitectura del trío. Finalmente, Crepúsculo lejos de ser una página crepuscular en el sentido elegíaco, se presenta como una explosión de vida contenida, una danza vibrante que pone en juego todos los recursos del trío. Gonsalves y Hamburger se entrelazan en una textura rítmica viva, flexible, con entradas precisas y acentos finamente dosificados. El piano de Del Pino marca el carácter con decisión, sin rigidez, y sostiene el pulso vertiginoso con una mezcla de claridad y empuje. Todo fluye con una levedad crepuscular que no estalla, sino que se disuelve, como la última luz del día en el horizonte.

   Con este inefable tránsito vital concluye una grabación que por derecho propio debe alcanzar preeminecia ente las numerosas realizadas de la obra. Un camino discográfico que cobró especial fuerza en 1996, cuando el prestigioso Beaux Arts grabó ambos tríos junto a la Fantasía y el Trío de Granados para Philips. Fue una apuesta por insertar a Turina en el gran repertorio camerístico europeo, con una interpretación pulida, equilibrada y sin afectación, en la que sin embargo lo español quedaba contenido por el adusto estilo del conjunto. Posteriormente han surgido numerosas opciones entre las que destaca la introspectiva y lírica del el Trío Mompou en Columna Música y la del Trío Parnassus en MDG; esta última una grabación de gran factura técnica y sólida estructura interpretativa, con una sonoridad robusta y fluida. Una lectura que se sitúa en un punto intermedio entre la elegancia germánica y la calidez mediterránea, lo que la hace especialmente atractiva. A ellas se han sumado más recientemente la refinada y equilibrada del Damocles Trio en el sello suizo Claves, la más idiomática del Trío Arbós en Verso o las del Trío Kandinsky y el Trío de Madrid, esta última sobria y clara en el sello Endeavour Classics. El Lincoln Trio, el Trío Rodin, el Trío Made in Berlin en Naxos, y la cuidada versión de David y Aldo Mata, junto a Patricia Arauzo en IBS Classical completan un amplísimo panorama. Y es que, a lo largo de las últimas décadas, los tríos de Turina han sido comprendidos y reinterpretados desde múltiples ópticas: la del clasicismo europeo, la del nacionalismo musical, la del impresionismo sonoro y la del dramatismo escénico. Pero podemos decir que la nueva grabación del Orphelion consagra a esta música como una parte esencial del repertorio camerístico internacional.

   La grabación fue realizada los días 4 y 5 de julio de 2024 en la Sala Andrés Gaos del Conservatorio Superior de Música de A Coruña, con toma de sonido y la ingeniería de grabación a cargo de Pablo Barreiro Rivas, quien ha capturado con fidelidad la riqueza tímbrica y el equilibrio camerístico del Trío Orphelion. La postproducción y masterización fueron realizadas por el propio Berthold Hamburger, lo que garantiza que la edición técnica está plenamente integrada con la sensibilidad artística de la interpretación. La coordinación de producción fue responsabilidad de José Trigueros y las notas al programa redactadas por José Ramón Encinar. En definitiva, una cuidadísima labor de edición y presentación que convierten a este CD en una aportación de referencia al repertorio camerístico español.

 

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