Crítica de José Antonio Cantón del concierto de la Orquesta Sinfónica SWR Stuttgart con Alexandre Kantorow y Pablo Heras Casado en Granada
Brahms de irregular trascendencia
Por José Antonio Cantón
Granada, 12 y 13-VII-2025. Palacio de Carlos V. . LXXIV Festival Internacional de Música y Danza de Granada. Orquesta Sinfónica SWR Stuttgart. Solista: Alexandre Kantorow (piano). Director: Pablo Heras-Casado. Obras de Johannes Brahms.
Con una doble velada dedicada a la música de Johannes Brahms ha concluido la presente edición del Festival de Granada contando con la participación de la Orquesta Sinfónica SWR Stuttgart, formación que durante el periodo de Roger Norrington como director titular hizo famoso en Alemania el concepto de “Sonido Stuttgart”, que la situó con entidad propia y a juicio de expertos críticos, entre las cinco orquestas más sólidas del país teutón, cuya escucha en Murcia el 20 de noviembre de 2008 con dicho director británico me llevó a revivir la inolvidable experiencia que me supuso el concierto sinfónico inaugural de nuestro Festival protagonizado el año 1976 con el admirado Sergiu Celibidache en el pódium. Recientemente he tenido también la oportunidad de disfrutarla con gran satisfacción en la temporada regular de Grandes Conciertos del Auditorio ‘Víctor Villegas’ de Murcia el 9 de febrero de 2024 bajo la batuta de Andrés Orozco-Estrada, maestro inicialmente anunciado para estos dos conciertos, que ha sido sustituido por el director granadino Pablo Heras-Casado.
Se han interpretado como obras más interesantes los dos conciertos para piano de compositor hamburgués, para los que se ha contado con la intervención de una de las figuras más relevantes del actual panorama pianístico internacional como es el francés Alexandre Kantorow, ganador del primer premio del muy prestigioso Concurso Tchaikovsky de Moscú el año 2019, particularidad que significaba una sólida garantía. Ésta vino a quedar mermada ante el deterioro de entonación y hasta de afinación del instrumento en el Primer concierto en Re menor, Op, 15, causado, entre otros motivos, por una bajada de casi diez grados de temperatura a causa de los restos térmicos de la DANA que transcurría durante esa fecha por nuestras latitudes. Con tal hándicap todo juicio a tener de su actuación deviene a estar afectado, lo que impide la ecuanimidad necesaria y deseable. Un bis de manifiesta trascendencia estética como tiene la versión de la famosa aria final de la ópera Tristán e Isolda de Richard Wagner, transcrita al piano por su suegro Franz Liszt, no terminó de manifestarse en toda su profunda dramatización armónica ante las crecientes irregularidades de sonoridad del instrumento. En la Primera sinfonía en Do menor, Op. 68 que ocupaba la segunda parte del programa se mantuvo la limitada sensación estética percibida en la obra concertante, contrastando con el espontáneo éxito conseguido con la muy conocida Primera danza húngara, que como bis cerró esta primera jornada “brahmsiana”.
En la velada siguiente, el Segundo concierto en Si bemol mayor, Op. 83 acaparaba mayor atención por la envergadura sinfónica de esta obra ciclópea del repertorio concertante. Alexandre Kantorow pudo ofrecer algunas de las cualidades que deslumbraron en su recital en el Patio de los Arrayanes de la pasada edición del Festival. Así manifestó una mejor equiparación entre el pensamiento musical y la emoción expresiva en el scherzante segundo movimiento, un apasionado allegro cuyo desgarrador final después de una ejecución brillante de su trío determinaron el centro de gravedad de la interpretación, convirtiéndose junto al Andante, en el que destacó el precioso canto del primer violonchelo, significándose como uno de los movimientos más felices de la actuación de Kantorow. Éste, quizás en su ánimo de epatar, abusó en algunos momentos del efecto sonoro que producía un destacable taconeo al accionar el pedal derecho, resultando así un innecesario refuerzo percusivo de las frecuencias graves en el instrumento aún convaleciente de la noche anterior.
Con la Segunda sinfonía en Re, Op. 73 se pudo apreciar una mayor consistencia de conducción desde el pódium llegando a una mejor distinción expresiva con la elegante ligereza que Heras-Casado imprimió al tercer movimiento y en la intensidad de gesto en el dinámico tiempo final, con el que pudo mostrar sus cambios emocionales en la forma de transmitir su discurso, dejando sin aliento a los profesores de la orquesta que profesionalmente sabían cómo seguirle con esforzado dinamismo técnico, sin llegar a las excelencia de las épocas pretéritas antes referidas ni siquiera al nivel artístico que, también ya comentado anteriormente, pude comprobar el 9 de febrero del año pasado bajo la dirección de Orozco-Estrada. La dinámica con la que el director indicó los compases de la Quinta danza húngara que ofreció como bis determinó nuevamente unánime y muy positiva reacción del público al encontrarse con una interpretación que, desde una fluida ejecución, reflejaba la grandeza del compositor hanseático versionando los inconfundibles aires magiares aprendidos con curiosa originalidad de su gran amigo y destacado mentor, el mítico violinista austro-húngaro, Joseph Joachim.
Terminaba así la interesante primera edición del Festival organizada por el musicólogo veneciano Paolo Pinamonti del que se esperan sus mejores secretos como programador en el próximo setenta y cinco aniversario del Festival, evento capital de la vida artística y cultural de Granada, erigido desde hace más de cinco décadas en uno de los más singulares e históricos de los surgidos en Europa en la década posterior a la Segunda Guerra Mundial.
Foto: Fermín Rodríguez
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