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Crítica: La OSPA estrena en Europa las 'Canciones secretas de las mujeres',  de Tan Dun

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Autor: Javier Labrada
30 de noviembre de 2014

EL LADO FEMENINO DE LA OSPA

Por Javier Labrada
Oviedo. 28/11/14. Temporada de la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias. Auditorio Príncipe Felipe. Director: Rossen Milanov. Arpa: Elizabeth Hainen. Obras de Tan Dun y Rinsky-Korsakov.


   El Oriente sólo es Oriente para los de Occidente, dice Richard Taruskin sobre la representación musical de la tierra situada más allá de los Urales. Pues eso precisamente es lo que nos ha dejado la OSPA este viernes, una noche cargada de evocaciones al mundo oriental tratado mediante dos obras muy distintas.

   Pasadas ya dos semanas del sobresaliente concierto dirigido por el madrileño Guillermo García Calvo, extrañó ver, al entrar de nuevo en el auditorio, unas columnas de altavoces flanqueando el escenario coronado a su vez por tres grandes pantallas, lo que, unido posteriormente a la tenue iluminación  recordaba al aspecto del alguna sala de cine. No obstante, todo este despliegue técnico estaba justificado, y es que la primera parte del programa vino cargada de originalidad; Nu Shu: Las canciones secretas de las mujeres” es la sinfonía para arpa, trece microfilms y orquesta.

   Compuesta en 2013 la obra nos ofrece, por primera vez en Europa, todo un espectáculo no solo musical sino también audiovisual, que nos transmite la angustia de las mujeres rurales chinas que, negadas de educación se vieron obligadas a desarrollar un lenguaje y una cultura propios: el “Nu Shu”. Para lograr su objetivo, el compositor se sirve del sonido de la orquesta y del arpa que combina con el audio pregrabado de los “microfilms” (en su mayoría cantos tradicionales “Nu Shu” interpretados por ancianas, cercanos al llanto), dando lugar a una curiosa combinación marcada por los “portamenti” y un abundante uso de las terceras, que nos regala algunos momentos de una gran belleza melódica, especialmente en la segunda mitad de la obra.

   Cabe destacar también, entre otras muchas innovaciones, el uso que hace el compositor del agua como elemento orquestal, obligando a los percusionistas a cambiar sus instrumentos habituales por unos recipientes rebosantes de dicho líquido, el cual van agitando y removiendo en función de las exigencias de la partitura. Como arpista invitada, la sinfónica asturiana contó con la presencia de Elizabeth Hainen, una gran artista que no se vio especialmente favorecida por el repertorio poco usual que tuvo que afrontar, mostrándose más segura en la propina que ofreció tras los aplausos.

   Tras el descanso, una segunda parte musicalmente muy distinta a la primera, pero que también nos habló de mujeres, en este caso sólo de una, Scheherezade, la incansable contadora de historias que consiguió mantener interesado durante mil y una noches al temible rey Schahriyar, evitando así morir tras el amanecer de la primera, al igual que las demás jóvenes con las que el monarca había contraído matrimonio. Debido a sus características compositivas, este poema sinfónico nos permite por momentos escuchar casi de forma individual a cada una de las secciones orquestales de la OSPA, siendo especialmente destacable el trabajo del primer fagot, Vicente Mascarell. Rossen Milanov, titular del conjunto, dirigió con solvencia la primera parte y de memoria durante toda la segunda, de manera más contemplativa al principio, con mayor fulgor en los dos últimos movimientos de la obra.

   Fue interesante también la labor desarrollada por la percusión, que logró crear, mediante unos volúmenes adecuados, una base sonora idónea sobre la que ir construyendo los diversos motivos ideados por Korsakov. Se podría haber mejorado alguna participación solista del trombón, que durante los fortísimos del 'tema del rey' sonó un tanto destemplado. Entre los más ovacionados de la noche se encontró el concertino, Alexander Vasiliev, principal responsable de evocarnos a la exótica Scheherezade a través de un bello “leitmotiv” no exento de dificultades técnicas, por ejemplo, una nota pedal mi sobreaguda en la que no logró tan buena factura como en los también complejos pasajes a doble cuerda.

    En definitiva, una noche ciertamente interesante por lo novedoso en la primera parte y agradable por la posibilidad de escuchar una obra maestra del nacionalismo ruso en la segunda.

Fotografía: Facebook de la OSPA

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