Crítica: Pacho Flores y Carlos Domínguez-Nieto con la Orquesta de Córdoba

Fascinante trompetista

Por José Antonio Cantón
Córdoba, 16-VI-22. Gran Teatro. Orquesta de Córdoba (OC). Solista: Pacho Flores (trompeta). Director: Carlos Domínguez-Nieto. Obras de Igmar Alderete Acosta, Alberto Ginastera y Arturo Márquez.

    Con la participación Pacho Flores, uno de los trompetistas más prestigiosos actualmente del panorama internacional, el director titular y artístico de la Orquesta de Córdoba, Carlos Domínguez-Nieto, ha escogido un programa festivo de autores hispano-americanos en los que ha quedado demostrada la capacidad de adaptación a obras no escritas originalmente para trompeta, el caso de Revirado de Astor Piazzolla que tocó como espléndido bis y aquellas otras escritas exclusivamente para este intérprete como el Primer concierto para trompeta y orquesta,«Mambí» del cubano Igmar Alderete Acosta o el Concierto de otoño para trompeta y orquesta del mejicano Arturo Márquez, tres muestras del sublime arte de este músico que tiene el canto como referencia irrenunciable, haciendo de su instrumento una prolongación e identificación vocales con la deslumbrante proyección de su bien timbrado sonido metálico. Su carisma es de tal grado que la excelencia llega a superarse de manera natural, llegando a situarse sus actuaciones en una dimensión que sólo se puede entender desde ese sentido exclusivo que poseen los grandes talentos del arte.

   Después del Danzón, nº 2 del mejicano Arturo Márquez, que sirvió como obertura del programa, que la orquesta ejecutó con el ritmo que requiere y lo distingue como obra que se ha ganado el fervor popular desde su creación en 1994, se presentó el estreno absoluto de la composición de Alderete realizada durante un largo periodo de siete años de la pasada década y que quedó definitivamente adaptada para Pacho Flores el año 2018. Dos allegros enmarcan un adagio que resulta ser el movimiento más evocador en su diferencial temático, cantado con distinción por el solista que se manifestaba envuelto por una sonoridad orquestal que realzaba su expresividad. Su alrededor de ocho minutos, adecuada duración que aproximadamente también tienen los otros dos tiempos,  facilitan al oyente no decaer en la escucha de su discurso, situándolo en un estado constante de curiosa receptividad, que se ve también estimulada por la utilización de instrumentos de distinto rango y algún enriquecimiento tímbrico -no olvidemos que el prestigioso fabricante de instrumentos de metal, Stomvi, diseña exclusivamente para Flores-  todos ellos de cuatro pistones en aras a favorecer una ampliación de tesitura, que iban desde el corneto pícolo hasta el fiscorno, hecho que ha aprovechado el compositor para incrementar el atractivo a esta obra. En las cadencias de los movimientos extremos se pudo disfrutar el arte del trompetista venezolano dotando a cada una de ellas de un carácter de improvisación que le llevó a generar un sensible contraste antes de la conclusión de cada uno de estos tiempos. Alderete ha cuidado el resultado de esta inspirada composición desde la claridad de una escritura que ya se aprecia en una primera escucha, favorecida por la enorme dimensión interpretativa de Pacho Flores, sin duda cooperador estético y técnico necesario en la creación de esta obra.

   Como se pudo apreciar, el trabajo de Carlos Domínguez-Nieto fue impecable en la catalización de los dos elementos concertantes, dejando que, como línea de persuasión, la función del solista brillara sin menoscabo de la expresividad de la OC, que volvía de alguna manera a sentirse muy cómoda en el lenguaje musical americano desde la que fundamentó su creación su fundador, Leo Brouwer, hace casi treinta años -éstos se cumplirán el próximo 29 de octubre-, dándole una sonoridad que siempre marcó la identidad musical de los metales de esta formación entre el panorama orquestal patrio. Tal realidad volvía a confirmarse en la interpretación del Concierto de otoño de Arturo Márquez que abría la segunda parte de la velada. La luminosidad de sonido proyectada en el primer movimiento por Flores determinó su contenido acrecentándose la atención del oyente hacia el trompetista que, en un ejercicio de lirismo, tocó la balada central con muy elevada musicalidad. En la conga final tanto el solista como la orquesta ajustaron el precioso ritmo sincopado cubano que caracteriza este baile, que llevó al público a un sentimiento danzante que tuvo su expansión en la cerrada ovación final. Ante este enardecimiento irreprimible a la vez que espontáneo, orquesta y solista hicieron una versión estilísticamente muy sugestiva del famoso Revirado de Astor Piazzolla, que no hizo sino incrementar la fascinación del auditorio por Pacho Flores.

   No hubo demasiado tiempo de recuperación emocional ya que los cuatro pasajes de la Suite Estancia, op. 8 de Alberto Ginastera, extraídos de su ballet del mismo nombre compuesto en 1843,  sonaron seguidamente con ese irrefrenable impulso que la ha convertido en una de las obras más conocidas del compositor argentino y en las que se ha estilizado mejor el extravagante y quebrado zapateado del folclore gaucho, especialmente con el malambo que justifica su Danza final, en la que destacaron las dos excelentes percusionistas de la OC, Cristina Llorens y Carolina Alcaraz, un tándem de lujo en su particular e importante cometido de sustanciar la pulsión rítmica de un instrumento orquestal. Concluía así la temporada 21/22 de la orquesta cordobesa que ha tenido a bien contar con un solista de altísimo nivel como es el prodigioso Pacho Flores, comparable en excelencia con el mítico Maurice André dentro de la música clásica o los legendarios Armstrong, Davis, Gillespie, Harrell o Marsalis en el jazz.

Foto: Paco Casado