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Crítica: Recital de Piotr Beczala en el Teatro Real de Madrid

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Autor: Raúl Chamorro Mena
4 de mayo de 2021

Contraste de repertorios

Por Raúl Chamorro Mena
Madrid, 1-V-2021, Teatro Real. «Las voces del Real». Recital de Piotr Beczala, tenor. Orquesta titular del Teatro Real. Dirección: Lukasz Borowicz

   Indudable interés el que concitaba este recital del tenor Piotr Beczala, que constituía el cierre del ciclo «Las voces del Real» de esta temporada, al mismo tiempo que se anunciaba la cancelación, lamentablemente, del que iba a ofrecer la mezzo Anita Rachveshvili el día 16 de este mismo mes. El aliciente de esta nueva comparecencia del tenor polaco en el coliseo de la Plaza de Oriente radicaba, junto a las acreditadas calidades de uno de los mejores tenores de la actualidad, en la presencia en el programa, junto a arias italianas del repertorio más habitual, de varias piezas de ópera polaca, inéditas por estos lares y que el tenor tiene grabadas en un CD del sello Orfeo.

   Respecto a la parte italiana del programa, subrayar que todos los fragmentos escogidos piden un tenor spinto. Beczala, aunque ha ganado algo de entidad en el centro, es un lírico con timbre muy grato, atractivo, pero no especialmente rico ni seductor, bien emitido, eso sí, por un cantante musical, de modos siempre impecables y muy cuidada línea de canto. De tal modo, esa falta de robustez, carne y terciopelo en el centro fueron evidentes en el «Addio alla mamma» de Cavalleria rusticana, por supuesto bien cantado, sin forzar ni vociferar, lo cual se agradece, pero demasiado «civilizado», falto de fuego e incandescencia. «Come un bel dì di maggio», el aria más lírica de las que canta el protagonista de Andrea Chénier de Umberto Giordano fue delineada con su habitual buen gusto y elegancia por Beczala, aunque faltó algo de calor y poder comunicativo. De igual modo, en «Donna non vidi mai» de Manon Lescaut se echó de menos un punto de efusión, de passionalità pucciniana, así como squillo a unos agudos, seguros, pero faltos de punta, como también pudo apreciarse, asimismo, en el «Nessun dorma» de Turandot que cerró el programa oficial con brillantez ante un público entregado.


   Otras cuatro arias constituyeron la parte polaca del programa del recital. Si se puede considerar a Stanislaw Moniuszko (1819-1872) una especie de padre de la ópera polaca, sus creaciones La casa encantada (1865) y Halka (1848 en su versión original en 2 actos) serían las óperas nacionales por excelencia.  Magnífica la interpretación de Beczala de la bellísima «Szumia zodly» de Halka, en la que el lógico idiomatismo se combinó con una exquisita línea canora y sentido del lirismo. Igualmente, a destacar el cuidadísimo y elegante fraseo en el aria de Stefan de La casa encantada, también de Moniuzsko, pieza de primoroso acompañamiento orquestal, bien traducido por orquesta y batuta.

   Además de Moniuzsko, Beczala nos ofreció la valiosa oportunidad de escuchar composiciones de Wladislaw Zelenski (1837-1921) y Feliks Nowowiejski (1877-1946). Del primero, el aria «Gdy Ślub Weźmiesz z Twoim Stachem» de la ópera estrenada en 1900 Janek. Fragmento de intenso lirismo, bien expresado por Beczala con seguros ascensos al final de la pieza. Del segundo, la arrebatada «Czy ty mnie kochasz» de su ópera Leyenda del Báltico, que Beczala acentuó con vehemencia, además de sortear las notas altas con aplomo y aparente facilidad.

   La batuta de Lukasz Borowicz resultó mucho mejor, tanto en el acompañamiento como en los fragmentos orquestales, en el repertorio eslavo. Brillante y con pulso la obertura de Halka que abrió el concierto, aunque un punto aparatosa de más, también fue capaz de ofrecer una vibrante, muy vivaz, obertura de Ruslán y Liudmila de Mikhail Glinka, también padre, pero en este caso de la ópera rusa. Sin embargo, el Intermezzo de Cavalleria rusticana fue uno de los más anodinos que he escuchado y los acompañamientos de las arias italianas, resultaron un tanto caídos y destensionados.  


   Hasta cuatro propinas ofreció Piotr Beczala ante un público muy entregado que le ovacionó con entusiasmo. En primer lugar, un «Adiós a la vida» de Tosca, al que faltó ímpetu y fogosidad. En segundo lugar, el aria de Loris Ipanoff «Amor ti vieta» de Fedora de Giordano, bien fraseada cómo no, pero ayuna de un punto de calidez y efusión. Un Don José lírico delineado con buen gusto y fraseo de clase, el de Beczala en su «Aria de la flor» de Carmen de Bizet ofrecida como tercer regalo. En cuarto lugar, una canción polaca con arreglo de Borowicz, como indicó el propio tenor, y que finalizó con un largo y mantenido falsettone.

Fotos: Javier del Real / Teatro Real

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