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MARTA ESPINÓS, pianista: 'Por primera vez el visitante del Museo del Prado se ha convertido también en oyente'

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Autor: Aurelio M. Seco
13 de febrero de 2015

En su doble vertiene de pianista y gestora cultural, Marta Espinós ha asumido este año el comisariado musical de la exposición "Goya en Madrid" que, hasta el mes de mayo, se puede ver en el Museo del Prado.

¿Podría explicar brevemente en qué consiste su idea de incluir música dentro de la exposición “Goya en Madrid” del Museo del Prado?

Se trata de una estupenda apuesta del Museo del Prado, que ha querido introducir un elemento innovador respaldado por la tecnología: la posibilidad de escuchar música desde varios dispositivos electrónicos ubicados en una de las salas de la exposición. A través de la aplicación multimedia e interactiva titulada ¿A qué suena Goya en Madrid?, el visitante puede escuchar una selección musical temática y cronológicamente relacionada con la exposición, observar las imágenes con las que se relaciona la música y conectar ambas, gracias a las claves para entender su relación con la exposición. Por primera vez, el visitante del museo se convierte también en oyente, lo que enriquece su experiencia estética, ya que se trata de piezas expresamente elegidas según criterios temáticos y cronológicos estrechamente ligados a Goya en Madrid.

¿De dónde surgió esta idea y cuáles han sido los pasos para llevarla a la práctica, incluso desde el punto de vista técnico?

La idea la tuvo Miguel Zugaza, director del museo, que felizmente ha dado esta oportunidad a que la música forme parte de esta exposición. Esto es algo bastante novedoso en este país (no así en Europa) pero que responde a una relación ancestral, porque simplemente se trata de permitir que las Musas se reúnan de nuevo en el que, etimológicamente, siempre fue su hogar. Que la "musa pródiga" vuelva a casa es un pequeño pero estimulante paso hacia la reintegración de las artes, tan absurdamente parceladas (como tantas otras materias del saber) en la actualidad.

Por tratarse de algo tan nuevo, ha sido un reto desde todos los puntos de vista. El museo realizó el encargo a Lo Otro, empresa de la que soy codirectora artística y que está dedicada, entre otras cosas, al comisariado musical. Se trata del departamento musical de El Taller, el estudio de arquitectura que ha realizado la museografía de Goya en Madrid, lo cual ha facilitado mucho el trabajo. Nos hemos encargado del concepto de la aplicación, su navegabilidad y su contenido. He tenido el placer y privilegio de encargarme de la realización artística del proyecto: la selección musical y la redacción de los textos que vinculan la música con los lienzos. Evidentemente, el meollo y razón de ser de un comisariado musical es comprender la relación entre la música y la obra de arte, por eso cada pista de audio va acompañada de una cartela -como si de una pintura o escultura se tratase- con la información básica de la pieza musical, así como un breve texto explicativo con la claves que conectan la música con una sección o cuadro concreto de Goya en Madrid.

También nos hemos encargado de coordinar los derechos de autoría y reproducción, que ha sido un auténtico reto. Respecto al aspecto más técnico, que ha consistido en la creación de la aplicación en la que se aloja todo el contenido para las tabletas y auriculares Samsung -el proveedor tecnológico del Prado-, ha sido posible gracias a expertos en programación con los que hemos estado en constante coordinación.

¿Qué selección de piezas ha realizado y por qué? 

Esa es la pregunta del millón. Los criterios utilizados son muy paralelos a los de las propias comisarias de Goya en Madrid, Manuela Mena y Gudrun Maurer. La exposición nos muestra los cartones en diálogo con obra española y europea contemporánea a Goya, y en ocasiones con alguna mirada al pasado. Y todo ello clasificado por temáticas: el visitante va atravesando salas dedicadas a la caza, los divertimentos, las clases sociales, el baile y la música, los niños… De manera totalmente paralela, la selección musical incluye música compuesta en la misma corte para la que trabajó Goya (de compositores como Boccherini o Brunetti), española de coetáneos como Martín y Soler, Felix Máximo López y Blas de Laserna. Pero al igual que la exposición, incluye clásicos europeos (Mozart, Schubert, Beethoven, Haydn), y todo ello siguiendo el otro criterio básico de la relación temática.

Algunos ejemplos: las diferentes clases sociales que retrató Goya se reflejan perfectamente en los personajes de las ácidas tonadillas escénicas de Blas de Laserna. Los músicos ciegos que observamos en la sala dedicada a la música, son los mismos personajes que Boccherini quiso inmortalizar en el Minueto de los ciegos de su quinteto La música nocturna de las calles de Madrid. La sección de la caza no presentó mucha dificultad de búsqueda de repertorio, por la enorme tradición dieciochesca de representar el mundo de las cacerías en el contexto orquestal, mediante fanfarrias tocadas por trompas naturales. La sección de los divertimentos es especialmente curiosa: ¿existe repertorio que pueda ilustrar musicalmente algo como una partida de petanca, un merienda en el campo o el fumarse una pipa? Pues sí, lo hay. No doy más pistas: ¡que el lector acuda a escucharlo por sí mismo!

En cuanto a las grabaciones utilizadas, son muy diversas. El criterio primordial ha sido el de preferir a intérpretes españoles en la medida de lo posible, pero la cuestión de los derechos se ha impuesto en ocasiones en el momento de elegir la versión.

¿Cómo es la experiencia musical para un visitante de la exposición desde que entra hasta que sale? 

El visitante puede escuchar ¿A qué suena Goya en Madrid? al llegar a la sala de la exposición dedicada a la música. Allí cuelgan cartones y lienzos que retratan músicos ciegos, intérpretes callejeros, majos tocando la guitarra, etc. Una escultura de Apolo -dios de la música, la armonía y la belleza- preside la sala. A su alrededor se despliega un banco con las tabletas y los auriculares, donde el visitante puede sentarse a escuchar el repertorio seleccionado, que suma más de dos horas de música.

¿Cómo está siendo la recepción de su comisariado musical? ¿Está satisfecha con el resultado?

La recepción ha sido óptima y entusiasta por parte del museo, especialmente por las comisarias de Goya en Madrid, que han visto en el comisariado una “banda sonora” muy a medida de la exposición. Y respecto al público general, está despertando un gran interés, ya que Apolo suele estar siempre rodeado de oyentes.

Como programadora experta, haga una valoración sobre las nuevas perspectivas de programación musical que parece que se están abriendo en España. Modelos como el de LO OTRO, o la vinculación de conciertos con otras actividades, como la gastronomía o el mundo del vino.

Son más necesarias que nunca. En LO OTRO estamos especializados en comisarado musical vinculado a cualquier evento extramusical, desde una exposición de arte temporal a una cata de vino. Es cierto que este tipo de experimentos son cada vez más frecuentes, con resultados también muy diversos. Pero las mezclas pueden ser explosivas: hay que tener conciencia del poder de la alquimia.

No sé si ha tenido la oportunidad de ver la jornada de presentación de la temporada de la OCNE. ¿Qué le ha parecido? También parece haber tenido mucha aceptación el concierto en el que se ha incluido música de cine, lo que ha acercado al Auditorio Nacional a un público que, tradicionalmente, no solía acudir. ¿Cree que son interesantes estas propuestas, aunque en realidad sólo den la sensación de tener un efecto puntual o, por el contrario, considera que puede ser un primer paso para que este público “primerizo” se interese más por el gran repertorio sinfónico, pianístico, en fin, musical?

No tuve la oportunidad, pero estoy al corriente de sus ideas “acercadoras”, que me parecen estupendas. Es cierto que este tipo de acciones pueden quedar aisladas en las aguas de una programación convencional, pero todo suma. Estos conciertos son como semillas: si encuentran terreno fértil en un oyente, aunque éste no sea asiduo a las salas de conciertos, quizá acabe brotando la curiosidad. El problema es que nuestro sistema educativo no labra ese terreno desde la infancia, no se riega, no se prepara para la apreciación de la música, y estas semillas pueden caer en oyente yermo. Lo que me lleva a acabar la metáfora con un juego de palabras: si los terrenos jóvenes no se abonan… no habrá abonados a los conciertos.

No hace mucho tiempo, una orquesta sinfónica española invitó a un grupo de rock muy famoso para tocar junto a él y el auditorio se llenó de niños. El concierto fue horrible pero no hubo ni una sola butaca libre. Todas estaban repletas de gente joven. A la semana siguiente, sin embargo, se programaba una sinfonía de Tchaikovsky y el patio de butacas volvió a estar prácticamente vacío y, los jóvenes, divirtiéndose como suelen hacerlo cualquier viernes por la noche. ¿Cómo valora la programación de un concierto de este tipo?

Bienvenida sea, si sirve para arrastrar a un público inaccesible que sólo asocia una orquesta sinfónica con el concierto de Año Nuevo. Pero como comentaba más arriba, hay que saber mezclar, o se corre el peligro de crear una especie de "concierto Frankenstein", donde las partes implicadas no conviven precisamente en armonía.

Desde su punto de vista, ¿qué aspectos, leyes o principios sería bueno cambiar en nuestro país y en qué dirección para ayudar al mundo de la música y los músicos en general?

¡Uf! Para empezar, desde un punto de vista puramente gremial, los músicos no podemos tener una situación fiscal más incómoda e inestable, lo que implica un desamparo total en cuanto protección por parte de la Seguridad Social. La mayoría de los músicos realizan auténticos malabarismos en este aspecto: una cuota mínima de autónomos menos sangrante es urgente y necesaria, me atrevo a decir que para todas las profesiones artísticas. En cuanto a principios -mucho más complejos de arraigar que simplemente aprobando una ley-, sería de infinita ayuda una mayor concienciación y valoración más justa del producto nacional de calidad. Recuerdo que en mi época de alumna de Joaquín Achúcarro en EEUU, me enteré de que la expresión “fuga de cerebros” (“brain drain”) también tiene un opuesto: “ganancia de cerebros” ("brain gain”). Esto sólo se aprende en un país que asila talento. Ojalá aquí pusiésemos de moda esa expresión: si no la ganancia, al menos la “permanencia de cerebros”.

Foto: Xavier Mollà

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