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Opinión: «Se ha ido Radu Lupu». Por F. Jaime Pantín

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Autor: F. Jaime Pantín
19 de abril de 2022

No tocaba Bach, no tocaba Chopin ni Liszt ni Debussy ni Rachmaninov, pero todos le recordaremos en Mozart, Beethoven, Brahms y sobre todo en Schubert

Radu Lupu

Se ha ido Radu Lupu


Por F. Jaime Pantín
La noticia del fallecimiento de Radu Lupu ha supuesto un golpe inesperado. Si bien su piano permanecía en silencio ya desde hace unos años, debido a graves problemas de salud, su presencia entre nosotros seguía siendo reconfortante. La reiterada audición de su legado discográfico- tan somero como selecto- nos revela una personalidad fascinante definida por una excepcional capacidad de inmersión en los abismos insondables del gran repertorio clásico -especialmente visible en sus lecturas de la música de Schubert- y un pianismo de sublime exquisitez que, como ocurre con Dinu Lipatti, probablemente tuviera más relación con los principios inculcados por la gran pedagoga rumana Florica Musicescu que con su contacto posterior con la Escuela Rusa. 

   Para muchos de los que tuvieron la oportunidad de escucharle en vivo, su sonido permanece en la memoria sensorial como uno de los más especiales jamás escuchados por su vocalidad inimitable, riqueza de matices dentro del pianísimo y pedalización portentosa. Sonido de terciopelo, capaz de tornarse en amenazador cuando, como si de  la garra de un león herido se tratara, la mano de Lupu se cernía sobre el teclado en una de sus frecuentes explosiones de protesta dramática.

   Artista esquivo, nada mediático y poco proclive a expresarse fuera de su piano, Lupu fue reconocido como uno de los intérpretes capaces de aportar experiencias emocionales de la máxima intensidad.

   No tocaba Bach, no tocaba Chopin ni Liszt ni Debussy ni Rachmaninov, pero todos le recordaremos en Mozart, Beethoven, Brahms y sobre todo en Schubert, ese Schubert a veces  transhumano y a veces violentamente humano que nos sigue sobrecogiendo y nos podemos imaginar a Radu sumergido ahora en uno de esos espacios intemporales que él supo  entender como nadie, alejándose en pos de una modulación infinita…pero lo cierto es que sin Lupu los schubertianos nos hemos quedado un poco más solos.

                                                                                                                                                                                                                                                                        

Foto: Matthias-Creutziger

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