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Crítica: «Rigoletto» en el Teatro Campoamor de Oviedo

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Autor: Nuria Blanco Álvarez
22 de diciembre de 2025

Crítica de Nuria Blanco Álvarez de la ópera Rigoletto en el Teatro Campoamor de Oviedo

Ritoletto en el Teatro Campoamor de Oviedo

Una producción casposa

Por Nuria Blanco Álvarez | @miladomusical
Oviedo, 17-XII-2025. Teatro Campoamor. Rigoletto (Giuseppe Verdi). Ernesto Petti (Rigoletto), Alexandra Nowakowski (Gilda), Celso Albelo (Duque de Mantua), Roberto Scandiuzzi (Sparafucile), Sandra Ferrández (Maddalena), Gianfranco Montresor (Conde de Monterone), Gabriel Alonso (Marullo), Francisco Cruz (Matteo Borsa), Ángel Simón (Conde de Ceprano, Ujier), Nerea González (Condesa de Ceprano, Giovanna), Teresa de Albéniz (Paje). Coro titular de la Ópera de Oviedo (Coro Intermezzo). Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias. Dirección musical: Óliver Díaz. Dirección de escena: Susana Gómez.

   Se acaba de estrenar en el Teatro Campoamor una supuestamente nueva producción de la Ópera de Oviedo de Rigoletto a cargo de Susana Gómez y es una pena que, una vez más, una producción propia de la entidad asturiana desluzca el interés vocal de una obra, en esta ocasión con una puesta en escena de lo más casposa, simplona, fea y sin ningún tipo de coherencia. Unos largos flecos naranjas de baratillo rodeaban por tres lados un oscuro y diáfano espacio escénico en el que tan solo aparecían unos pufs en lo que simulaba ser, sin éxito alguno, el “Magnífico salón de baile del Palacio del Duque” descrito en el libreto de Francesco Maria Piave, por no hablar de los “Grupos de caballeros y damas elegantemente vestidos” con un vestuario de Gabriela Salaverri de telas y colores brillantes que “lucía” el coro masculino, casi todos ellos con “la pluma al viento” con un evidente amaneramiento por exigencias de la dirección de escena aderezados además con sendos abanicos, y con varios de sus miembros travestidos haciendo de “damas” en lo que parece una visión woke de la obra. 

«Rigoletto» en el teatro Campoamor de Oviedo

   Chabacano detalle que algunos se pusieran a bailar la conga mientras el Duque de Mantua cantaba. La cosa no mejora después con una “casa” de Rigoletto, en la que apenas caben los personajes, rodeada de multitud de farolas extemporáneas -más hubiera valido haberse quedado con el boceto original ya que al menos estaba repleto de ventanas- y una escalera para secuestrar a Gilda que no solo no estaba conectada con la casa, sino que además bajaba al subsuelo en otra zona del escenario. La última parte, la menos inadecuada de la ópera, parecía no tener ninguna relación con todo lo anterior; contaba con una enorme tela que caía del techo y hacía las veces de posada para después desplomarse sobre el escenario para tapar el cuerpo desfallecido de Gilda bajo una lluvia real que caía en la boca del proscenio. Dio la sensación de que nada importaba escénicamente salvo lo previsto para este último acto en el que aparecería el agua, de ahí que durante toda la representación el escenario fuera una superficie inclinada, para que luego no se inundara, sin preocuparse tampoco de que durante los saludos finales los cantantes tuvieran que andar con pies de plomo para no resbalar y caer, además de mojarse con los restos del goteo, por no hablar de lo molesto que resultaba para la parte musical que debía luchar contra el ruido del agua y con la cadencia del goteo que no coincidía con el tempo de la orquesta.

   Para más inri, mucho de lo comentado hasta el momento coincide con lo ideado por las mismas Susana Gómez y Gabriela Salaverri para otra nueva producción de la Ópera de Oviedo de hace tres años: el Hamlet de Ambroise Thomas que se estrenó sobre las mismas tablas en 2022. El vestuario, las sombras gigantes, el diluvio en escena, la gran tela del último acto, el rectángulo iluminado que hace de techo, el suelo inclinado,…, se han reutilizado para esta ocasión, al igual que el resto de la estética de la obra y de la propia dirección de escena con la que hay una coincidencia asombrosa. Poco trabajo parecen haber tenido ahora la diseñadora de vestuario y la directora de escena más allá de hacer un refrito de lo que ya hicieran entonces y lo poco que han maquillado ahora la escena ha deslucido el trabajo del original, mezclando además otros elementos descontextualizados. No es de recibo que Gómez se intente justificar con que “Rigoletto y Hamlet se han constituido como dos facetas de un proyecto conceptual”, aquí lo que parece haber es una falta de ideas y de presupuesto.

Rigoletto en el Teatro Campoamor de Oviedo

   El aspecto musical, sin embargo, estuvo a un buen nivel general bajo la batuta del maestro Óliver Díaz, siempre pendiente del acompañamiento de las voces -extraordinario su mimestismo con Gilda en “Tutte le feste al tempio” en el final del segundo acto, lástima el corto fraseo de la cantante- y haciendo lucir a la Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias en sus momentos protagónicos con una versión de la partitura muy cuidada, a pesar del exceso de volumen junto a la tormenta en la escena del asesinato de Gilda que tapaba a los cantantes. Ernesto Petti fue un Rigoletto interesante con una voz natural de buena proyección y bello timbre, sin embargo, se echó en falta una dramatización más definida de su personaje que no siempre caminaba con la dificultad esperable además de tener que lidiar con el trajín de quitar y ponerse la joroba a vista del público según el devenir de la obra (con su hija no se mostraba deforme), ni epató con la maledizione final. Alexandra Nowakowski comenzó su papel de Gilda un tanto destemplada, con falta de dicción, excesivo vibrato y fraseo muy breve, sin embargo, a medida que avanzaba la acción progresó llegando a realizar bellas coloraturas y un momento de impacto en el aria “Gualtier Maldè… caro nome” donde la soprano estuvo excelsa. Celso Albelo abordó el papel del Duque de Mantua con mucha naturalidad y sin esfuerzo aparente, mostrando una voz segura y eficiente pero que podría haber estado más atento al detalle. Roberto Scandiuzzi fue un solvente Sparafucile mientras que Sandra Ferrández en el rol de Maddalena comenzó con un volumen muy deficiente que después subsanó. Correcto el resto del reparto. El Coro Intermezzo estuvo a buen nivel general tanto escénica como vocalmente, destacando su participación al final del primer acto siendo menos bello el inicio del segundo.

Fotos: Iván Martínez

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