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Roberto González Monjas: «Mozart parece fácil pero es el más complicado»

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Autor: Agustín Achúcarro
10 de enero de 2024

Roberto González Monjas se pone el frente de la Sinfónica de Castilla y León en su próximo concierto de temporada. Los conciertos se celebran en el Auditorio de Valladolid, los días 11 y 12 de enero

Roberto González Monjas dirige a la Sinfónica de Castilla y León

Roberto González Monjas: «Mozart parece fácil pero es el más complicado»

Por Agustín Achúcarro
Aunque Roberto González Monjas prácticamente acaba de aterrizar en su ciudad, procedente de Australia, parece no afectarle el jet lag. «Sí, claro que tengo, aunque hayan sido unos días de desconexión, y el único modo de llevarlo bien es tener una disciplina férrea, para no dejar que el cuerpo te diga a qué hora te tienes que ir a dormir y levantarte». 

   El director llega en un momento álgido de su carrera, en continuo ascenso. Al programa del concierto de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León, el director lo califica de «sándwich de obras que han tenido mucha importancia en mi vida». Así, inicia su conversación González Monjas, para referirse al concierto en el Auditorio de Valladolid, días 11 y 12, en el que intervendrá en calidad de director y violín solista. «Las Fuentes de Roma y Los Pinos de Roma de Respighi las he interpretado muchas veces, cuando era concertino de la Academia Nacional de Santa Cecilia, concretamente de diez a doce veces al año, por lo que me las conozco al dedillo». Obras que al director le apetece mucho incluirlas en los conciertos. «Es una música escrita para orquesta de manera excepcional, una maravilla, pero son muy cortas, y o las pones juntas en la segunda parte o haces ese sándwich del que he hablado». Y en ese caso, González Monjas prefiere que «Las Fuentes de Roma vayan al principio, como una obra en cierto sentido clasicista, pues van muy bien antes del Concierto para violín nº4 de Mozart». Y en lo que se refiere a Los Pinos de Roma, se decanta por situarlos al final, «pues son mucho más arcaicos» y además para el director «tiene un relativo nexo de unión, por el canto de los pájaros, con La alondra ascendiendo de Vaughan Williams». 

   El hecho de que González Monjas intervenga también como violinista solista, con Mozart y Vaughan Williams supone un reto añadido. «El trabajo de dirigir y ser solista es más físico que mental. El problema que puede plantearse es debido a que la dirección es muy diferente a tocar, entonces el encargarte primero de ésta y luego ponerte el violín en las manos produce una sensación especial, que te obliga a una concentración específica, y confiar en que lo que has estudiado de la parte de solista te va a funcionar».

   «En realidad -apunta el director- el problema de Mozart es que parece un compositor fácil de interpretar y luego es el más complicado. Su Concierto para violín nº4 representa ese momento en el que Mozart compuso conciertos para violín de dificultad media, pues antes no se había atrevido a pasar de nivel técnico y se plantea explorar el concierto para violín de manera más compleja». Una partitura de la que el director reseña que «tiene mucho de bucólico» y de la que avanza algunas de sus características. «El tercer movimiento está lleno de danzas, de sentido pastoral, pero al tiempo presenta muchos caracteres diferentes, desde luego más que en sus conciertos anteriores, se atreve incluso a reírse en dicho movimiento del tema del segundo, pues lo parodia. Estira la estructura de la obra y se permite más libertades, lo que le hace complejo y exige tocarlo muy limpio, con gran luminosidad». Y de ahí González Monjas pasa a centrarse en La Alondra ascendiendo de Vaughan Williams, de la que le cautiva el idilio entre poesía y violín. «Es un poco descriptiva y ensoñadora, hay un diálogo de pájaros con el oboe, el fagot y el triángulo, y se impone ese carácter poético, no en vano se basa en una obra literaria». 

   Vuelta al tema de la Ciudad Eterna, de la que el músico guarda tantos recuerdos. «Las obras de Respighi son dos cartas de amor a Roma, en las que intenta describir los olores, los sonidos, las sensaciones que uno tiene en ella. El compositor utiliza los pinos y las fuentes para describir la geografía, la gente, la Roma antigua, la Roma moderna. Es un poco una excusa para dedicarle la música a la capital de Italia».

   «Creo que es un trabajo del color- continúa González Monjas en su referencia a Respighi- que tiene mucha influencia de Rimski-Kórsakov, que fue su profesor, pero también de la Escuela francesa. Hay que ser disciplinado con el color y las dinámicas para que no empiece a sonar fuerte, fortísimo, y no haya nadie que pueda reducir ese sonido». Y para eso el director considera «imprescindible dejar que los instrumentos que llevan la melodía se combinen bien» y «hacerlo de manera muy transparente”. 

   Nada más terminar estos conciertos, volverá a ponerse al frente de la Sinfónica de Galicia, de la que es director titular. «Dirigirles es una gozada, los conozco desde hace mucho, es una historia de amor, y ya hemos abordado de todo y nos quedan programas inusuales con Honegger y Lutoslawski. Es una orquesta que tiene unos músicos con una preparación extraordinaria, el trabajo con ellos es rapidísimo, pues todo lo que se dice se hace ya». 

   Después de Galicia, Salzburgo, donde dirigirá la primera y la última sinfonía de Mozart, incluida grabación y televisión en directo. Y luego dirigirá la Winterthur, en un programa dedicado a obras de Honegger y Mahler. Una vida que le lleva a esbozar una sonrisa y proclamar: «¡Un sin parar!, y muy contento».

Foto: OSCyL 

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