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Crítica: Roberto González-Monjas y Yeol Eum Son con la Sinfónica de Castilla y León

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Autor: Agustín Achúcarro
30 de junio de 2022

Roberto González-Monjas dirige el último concierto de la temporada de la Sinfónica de Castilla y León con obras de Ravel y Stravinsky en el programa

Roberto González-Monjas con la Sinfónica de Castilla y León

Un director de marcada personalidad 

Por Agustín Achúcarro
Valladolid. 24-VI-2022.  Auditorio de Valladolid. Sala Sinfónica Jesús López Cobos. Obras: Bolero y Concierto para piano y orquesta en sol mayor, de Ravel, y La consagración de la primavera de Stravinski. Orquesta Sinfónica de Castilla y León. Solista: Yeol Eum Son, piano. Director: Roberto González-Monjas.

   El último concierto de la temporada de la Orquesta Sinfónica de Castilla y León contó con la dirección de Roberto González-Monjas. Un músico muy vinculado a Valladolid, su ciudad natal, y a la OSCyL, lo que conlleva que sus intervenciones con esta orquesta se cuenten por triunfos. No fue una excepción este concierto dedicado a Ravel y a Stravinski.

Para empezar, interpretaron el Bolero del compositor francés. González-Monjas combinó con soltura el carácter rítmico de la obra con una atención a la melodía y al timbre de los instrumentos que van incorporándose, con especial atención a las texturas, tan singulares en algunos casos como el de los saxos. A eso se unió un hábil empleo de las dinámicas en ese crescendo continuo que plantea la obra. Así, al empuje rítmico se unieron otros valores no menos reseñables, que desmienten la frase irónicamente dedicada a la obra por el autor, al referirse a ella como una partitura orquestal sin música. A que cuajara el planteamiento del director contribuyeron todas las intervenciones solistas, partiendo de la premisa de que ante el efecto machaconamente mecánico de la obra se fueran uniendo los instrumentos de la orquesta, remarcando los sugerentes y personales colores de cada uno, para acabar en una suma perturbadora del mismo tema.

   En el Concierto para piano en sol mayor del propio Ravel, verdadero testamento estético, al que aportaron no poca sensibilidad los intérpretes. González-Monjas y la pianista Yeol Eum Son entraron en ese juego entre orquesta y solista, en el que a veces se permutan el protagonismo. En ocasiones la pianista fue absorbida manifiestamente por la orquesta, lo que en algunos pasajes contribuyó a crear una atmósfera de una singular belleza de carácter estático. Y en este sentido de lo puro, lo decididamente hermoso, Yeol Eum Son, cuya presencia quedó algo desvanecida en determinados momentos, destacó en el Adagio assai, con una manera de tocar el piano, de pulsarlo, profundamente sugerente. Color y texturas enriquecedoras marcaron el tiempo final, con esa fiesta campesina del País vasco.

   Concluyó el concierto con La consagración de la primavera. Nada fácil dominar todo ese universo sonoro entre contemporáneo y arcaizante del que hizo gala en esta partitura Stravinski. Y González-Monjas, apoyado en una orquesta comprometida con su versión, lo sacó adelante, sin desmayos, con un pulso siempre vertiginoso, manteniendo un equilibro portentoso entre el ritmo violento y el colorido, ya fuera áspero o delicado, sin que la orquesta decayera en los radicales cambios de velocidad. Salió adelante la mezcla de ritmos en las cuerdas -Augurios de la primera-, la densidad de los acordes-Evocación de los antepasados- o las impetuosas frases cortas por parte de todos.  Pero lo fundamental estuvo en mantener la tensión desde el inicio hasta el final, en base a un resultado global, tanto en los exultantes tuttis como en los pasajes de menor empuje, y mantener una coherencia en los planteamientos de inicio a fin. Entre el fulgor de los agudos, el entrecruce del sonido de los metales, los juegos de las cuerdas, la protagonista participación de la percusión, quizá tan solo estuvo menos presente cierto efecto soterrado de los graves, todo pasó por el prevalente dominio del director. Roberto González-Monjas contó con una orquesta volcada con su propuesta.

   Y entre repetidos y sonoros aplausos culminó una destacada temporada, con una sobresaliente participación de González-Monjas. La suya ha sido una muy fructífera relación con la orquesta y el público, (su nombre se planteó para la nueva titularidad de la OSCyL), algo que ahora queda en cierto suspenso. Mientras, el director seguirá su exitosa carrera con otras orquestas, lo que provocará que esté menos vinculado a la OSCyL, y ésta contará con un nuevo titular, el experto Thierry Fischer, y dos directores asociados: el valeroso Vasily Petrenko y Elim Chan, una directora con una prometedora carrera por delante. ¡Suerte a todos!

Foto: OSCyL

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