Crítica de Nuria Blanco Álvarez de la ópera Romeo y Julieta de Gounod en el Teatro Campoamor de Oviedo
¡Oh, Julieta, Julieta!
Por Nuria Blanco Álvarez | @miladomusical
Oviedo, 15- X-2025. Teatro Campoamor. Romeo y Julieta (Charles Gounod). Génesis Moreno (Juliette), Ismael Jordi (Roméo), Olga Syniakova (Stéphano), Sandra Pastrana (Gertrude), Carlos Cosías (Tybalt), Emmanuel Faraldo (Benvolio), Régis Mengus (Mercutio), Sebastiá Peris (Pâris), José Manuel Díaz (Grégorio), Enric Martínez-Castignani (Capulet), David Lagares (Hermano Laurent), Juan Laborería (Duque de Verona). Coro titular de la Ópera de Oviedo (Coro Intermezzo). Orquesta Oviedo Filarmonía. Dirección musical: Audrey Saint-Gil. Dirección de escena: Giorgia Guerra.
Se ha estrenado en el Teatro Campoamor Romeo y Julieta de Gounod, segundo título de la temporada de ópera ovetense en una coproducción de la entidad y la ABAO a cargo de la directora de escena Giorgia Guerra que ofrece una visión muy simple y diáfana del clásico de Shakespeare en la que un “monolito”, como así lo denomina la italiana -esposa de Celso Albelo, quien por cierto protagonizará Rigoletto en la misma temporada-, ocupa el centro del escenario durante casi toda la representación y que solo tiene una función concreta cuando se transforma en sepulcro y en la habitación de la joven veronesa, un bello momento gracias también al trabajo de iluminación de la escena. Sin embargo, el resto de los cinco actos adolecían de creatividad escénica -especialmente el tercero- más allá de unas ocasionales video proyecciones, poco sofisticadas, y que, con su propulsión desde uno de los palcos, inundaban de luz zonas del patio de butacas molestando a parte del público con el haz luminoso en su camino hacia el escenario.
Cuántas ocasiones desaprovechadas, como el gran baile de máscaras, donde ni siquiera hubo una coreografía mínimamente elaborada, hecho que se repitió en casi todas las intervenciones del coro donde, salvo excepciones, solo parecía estar marcado el inicio y final del número, dejando a los cantores sin movimientos concretos en el devenir del momento. Sorprende la falta de trabajo coreográfico cuando tan necesario era, lo que hubiera permitido además plantearse incluir el ballet del cuarto acto que hubiera dotado sin duda de más interés visual a la escena. También la dirección de escena abusó de la posición de los cantantes en línea totalmente de frente al público con apenas interacción entre ellos; qué poco natural que mientras Romeo se arrodilla ante Julieta en una declaración de amor ella, girada hacia el respetable, ni le mire…
Asimismo, la dirección musical de Audrey Saint-Gil ante la Oviedo Filarmonía resultó plana y sin peso, sin una visión concreta de la partitura, ni suficiente dramatismo sobre el escenario. A pesar de ello, fue parte el reparto vocal el que dotó de cierto interés a la representación, especialmente la labor de la soprano Génesis Moreno en el exigente papel de Julieta, donde poco a poco fue ganando enteros, desde un comienzo crispado en su presentación y falta de matices en su arieta “Je veux vivre dans ce reve” -¡cómo añoramos la maravillosa versión de este vals en la voz de Lucrezia Bori!-, hasta llegar a una muy aplaudida aria final del cuarto acto “Amour, ranime mon courage”. También Ismael Jordi tardó un par de actos en hacerse con Romeo desenvolviéndose luego adecuadamente en lo vocal de su papel, destacando el dúo de amor del inicio del cuarto acto. Correcta Olga Syniakova como Stéphano, aunque con un exceso de vibrato. Bien David Lagares como Hermano Laurent, con un bello timbre, y correcto el resto del reparto. El Coro Intermezzo también fue de menos a más, consiguiendo un buen trabajo en el final del tercer acto.
Foto: Iván Martínez
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