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Crítica: Los quintetos de Schumann y Dvorak por Rudolf Buchbinder y músicos de la Sinfónica de Londres en el Festival de Grafenegg

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Autor: Pedro J. Lapeña Rey
5 de septiembre de 2022

El Festival de Grafenegg acoge un concierto de cámara progagonizado por los primeros atriles de la London Symphony y Rudolf Buchbinder

Rudolf Buchbinder  en el Festival de Grafenegg

Otro día en la oficina 

Por Pedro J. Lapeña Rey
Festival de Grafenegg. 28-VIII-2022. Rudolf Buchbinder (piano), Andrej Power (violín), Julián Gil Rodríguez (violín), Eivind Ringstad (viola), Rebecca Gilliver (violonchelo). Quinteto con piano en mi bemol mayor op. 44 de Robert Schumann. Quinteto con piano en la mayor op. 81 de Antonín Dvorak.


   El domingo 28 terminaba el fin de semana, y con él, la visita de la Sinfónica de Londres al Festival de Grafenegg. Para la matiné, los primeros atriles de la orquesta se juntaron con el pianista Rudolf Buchbinder, director artístico del Festival, para interpretar el cuarteto con piano de Robert Schumann y el más famoso de los dos que compuso Antonin Dvorak.

   Las dos obras, páginas clave del repertorio para piano y cuarteto de cuerda, son profundamente emotivas, comparten una singular belleza, y su interés musical no ha perdido vigencia en más de siglo y medio. 35 años separan ambas composiciones. Ambas son obras de su tiempo, claramente románticas y aún hoy siguen siendo uno de los puntales del repertorio de cámara.

   Robert Schumann compuso su Quinteto con piano en mi bemol mayor, op. 44 en solo 10 días del año 1842, estrenándose en enero del siguiente año en la Gewandhaus de Leipzig, con Clara, su joven esposa al piano. Fue una de sus primeras obras de cámara, y se nota en la preponderancia que tiene el teclado sobre las cuerdas. 

   Por su parte, cuando Antonín Dvorak compuso su Quinteto con piano en la mayor op. 81, ya era un consumado camerista. Tardó algo mas en componerlo, mes y medio en 1888, y se estrenó en Praga en las navidades siguientes. La obra, que no oculta la influencia que en el compositor checo tuvieron los cuartetos y el quinteto con piano de Johannes Brahms, es una pieza mucho más equilibrada, con protagonismo para los cinco instrumentistas que no paran de dialogar entre ellos en los 4 movimientos. Siempre se ha hablado de las dos almas de Dvorak, la del músico centroeuropeo seguidor de la onda de Brahms, y la del compositor checo, nacionalista y emblema de la música de su pueblo. Sin ser este quinteto uno de los que más utiliza los elementos folclóricos, la inclusión de varias danzas como la Dumka en el Andante, o el Furiant en el Scherzo hace que el componente nacionalista pese mas que el que podríamos llamar académico.

   Comenzó el concierto con un Quinteto de Schumann tocado impecablemente por todos. Al Allegro brillante le faltó quizás algo de empaque, pero fue solvente. Más de lo mismo encontramos en la marcha. En el Scherzo levantaron el vuelo, con una escala detrás de otra a cual mas brillante, y en el Allegro ma non troppo final volvió todo a su sitio, de manera impecable. Interpretación muy bien tocada, pero en la que no apreciamos el fuego de Schumann, ese que admiramos y disfrutamos tanto, por ejemplo, en las varias veces que lo ha dado en Madrid el Cuarteto Borodin, unas veces con Elisabeth Leonskaja e incluso alguna con Ludmila Berlinskaya, la hija del añorado Valentin Berlinsky. Hubo pocas miradas de complicidad entre los músicos, tan típicas en los cuartetos establecidos, y sí mucho movimiento de hombro derecho, más genuinos de jefes de sección de orquesta. 

   En el Quinteto de Dvorak, también interpretado de manera muy solvente por todos, tanto el Sr. Buchbinder como los londinenses eligieron la «vía centroeuropea». Tenía la sensación de estar escuchando el Quinteto de Brahms, más que el de Dvorak. Ya se notó en demasía en el Allegro, ma non tanto inicial, donde sobresalió el sonido denso y carnoso de la violonchelista Rebecca Gilliver en el tema inicial. No se quedó atrás Eivind Ringstad en el segundo tema y los cinco estuvieron brillantes en los desarrollos y en la coda. Sin embargo, en el Andante posterior, la Dumka parecía una danza imperial, menos viva que la “original” bohemia. Estuvieron mas propios en el Furiant del Scherzo. En el Allegro finale, tocado con gran intensidad y con alto nivel de virtuosismo, la maravillosa música de Dvorak pudo con todo.

   Los aplausos fueron cuantiosos, y tras una breve charla del Sr. Buchbinder con los músicos, repitieron el Scherzo del Quinteto de Schumann como bis.

   Al salir del concierto, mi sensación fue la de haber asistido a un concierto de músicos de primer nivel, que se juntan un par de días para hacer música de cámara. La hacen y a otra cosa. Otro día en la oficina. 

Foto: Festival de Grafenegg

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