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SALVADOR CHULIÁ: «No es necesario viajar fuera de España para formarse musicalmente»

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Autor: Aurelio M. Seco
1 de septiembre de 2023

Aurelio M. Seco entrevista al compositor español Salvador Chuliá, portada de CODALARIO durante el mes de septiembre de 2023

Salvador Chuliá

SALVADOR CHULIÁ: «No es necesario viajar fuera de España para formarse musicalmente»

Una entrevista de Aurelio M. Seco | @AurelioSeco / Fotos: Manuel Orts / Codalario
Salvador Chuliá es, a sus 79 años, un maestro de maestros en el arte de la composición musical, disciplina que en él está vinculada a fuego con la obra de algunos de los más importantes nombres de nuestra historia: Joaquín Turina, Tomás Luis de Victoria, Manuel de Falla, Hilarión Eslava... Se sabe que hoy, el contexto musical español y en general el contexto musical, ha perdido fuelle y fuego, impronta y enjundia, no pocas veces a fuerza de vanguardillear las partituras. El prestigio ingrato lo tiene hoy el arte «progresivo», pero no aquel de Brahms, contrapuesto al de Wagner, sino el de Wagner enfrentado a Jeanette, Rosalía y Stokhausen. En este contexto, Salvador Chuliá resplandece y reconforta con el buen sabor añejo de un pasosoble español, como un titán de cualquier tiempo, conservado en el formol impermeable y juvenil de nuestro más importante y áureo arte musical. Maestro de maestros, Salvador Chuliá nos da en esta entrevista una especie de clase magistral en modestia y profundidad de espíritu, de moral imperecedera, del Arte noble y emocionado de ayer, hoy y mañana. Había que rendirle homenaje.

Hábleme de sus comienzos en el mundo de la música.

Mi tío, Francisco Chuliá, era constructor de guitarras, pero además tocaba magníficamente el laúd. Él y mi padre hacían bandurrias, laudes, mandolinas y guitarras, y yo iba su taller. Por aquél entonces estaba entusiasmado con mi tío, y le dije a los 6 años: «Tío, enséñeme solfeo». A los 9 ya había estudiado todos los métodos de Hilarión Eslava, que son magníficos. 

Proviene de una familia importante en el mundo de la música, y lo sigue siendo.

He tenido tres hijos junto a mi amada esposa, María del Carmen: el primogénito, Salvador Antonio Chuliá Ramiro, fallecido a los 17 años en un accidente de tráfico, había terminado la carrera superior de percusión, hacía séptimo de piano y estudiaba armonía y contrapunto conmigo. En aquella época, fue a opositar a la Orquesta Nacional de España, cuando era su director Edmon Colomer, y sacó la plaza de percusionista. El estudio era su norte y su pasión. No salía casi nunca de fiesta y en un accidente de tráfico lo perdimos. Fue en 1989, que será un año fatídico mientras un servidor viva. 

«1989  será un año fatídico mientras viva»

¿Cómo se puede sobrellevar algo así?

Yo tuve una crisis muy grande, y un buen día, un médico amigo mío me cogió del pecho y me dijo: «Salvador, tienes que pensar que tienes una esposa y dos hijos: Ernesto Chuliá, que es un gran trompetista, alumno predilecto de Maurice André (por cierto, está ahora haciendo una gira en México y Colombia); y Vicente Chuliá, el benjamín de mis hijos. Vicente empezó con la percusión y con ella hacía –y hace– maravillas, pero después, al verme a mí trabajando y componiendo cada día, decidió estudiar también piano y todo lo que hay que estudiar y más conmigo. Después, para él la Filosofía ha sido un descubrimiento, que está desarrollando por la admiración que siente por Don Gustavo Bueno Martínez, que en paz descanse. Actualmente está volcado en la dirección de orquesta, en la composición y en la filosofía de la música; de hecho, hace no mucho hizo una tesis doctoral y ganó el premio «cum  laude».

Ahora bien, hoy en día, mi consuelo y lo que me impregna de juventud, es mi querida nieta Victoria Cecilia, que con siete añitos ya trabaja conmigo el maravilloso arte del solfeo. 

Sigamos con sus primeros estudios

He trabajado mucho. Tras hacer 4 cursos de solfeo, mi tío decía que ya no podía enseñarme más y me puso en manos de un gran músico, Don Miguel Chirivella. También estudié con Don Antonio Claverol, que era director de la Banda «La Artesana» de Catarroja. En esos momentos estudié mucho la armonía y también el saxofón con Antonio Penella, que era un gran músico.

Todos me han marcado un poquito. También debo citar a Don Ernesto Pastor, que era director de la banda de San Javier, en Murcia, en la que yo tocaba como saxofonista. Con Pastor estudié armonía, contrapunto y orquestación. Y con Manuel Masotti estudié de todo. Era un hombre increíble. Ibas con él paseando y aprendías muchísimo de todo. En mi opinión era demasiado humilde. Hay ocasiones en las que ser tan humilde no es tan bueno. Yo estoy en esa nómina. 

Ha compuesto usted mucho

Más de 800 obras, de toda clase, empezando por los pasodobles (en la Comunidad Valenciana hay tantas bandas… y muchas buenas) y terminando por cuartetos, tríos, música vocal, sinfonías, música para piano solo…

Salvador Chuliá

«Hay ocasiones en las que ser tan humilde no es tan bueno»

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¿Y tras Masotti?

En el conservatorio tengo un recuerdo muy bueno de Don José María Cervera Lloret, catedrático de armonía, y de Don José Roca Coll, gran amigo de José Cubiles. Con él estudié pedagogía y piano, aunque no de forma tan profunda como el saxofón. Estando yo de director del Conservatorio «José Iturbi», dejé un presupuesto para poder hacer el Concurso Nacional de Piano «José Roca Coll», cuya primera edición, en 1998, ganó el pianista Carles Marín. Ese concurso lo transformamos al final en internacional. 

Todo profesores españoles.

Sí, de los españoles es de donde he bebido la sabiduría que pueda tener. Con Jacques Chailley hice un curso de análisis, y trabajé con él El arte de la fuga de Bach, que es una obra importantísima. Un músico que se precie tiene que estudiar solfeo ante todo, porque si no se tiene buen oído y no se sabe solfeo no se podrá plasmar contenido en la partitura. El arte de la fuga tiene un contrapunto… re, la, fa, re… [canta el famoso tema] … ¡Ya se ha ido a La menor!

José Climent tenía mucha fama.

Sí, fue mi mejor amigo y un gran hombre. Era un musicólogo muy bueno y canónigo prefecto de música sacra de la Catedral de Valencia. Juntos formamos el grupo Metales Catedralicios, formado por 3 trompetas, 3 trombones, 2 trompas, 1 tuba, timbales y órgano.

No fue necesario para usted viajar fuera de España para formarse musicalmente

No, rotundamente no. Aquí hemos tenido en todas las épocas grandes compositores. Manuel de Falla es una maravilla, Hilarión Eslava, Julio Gómez, Tomás Luis de Victoria, José Serrano…, por citar unos pocos; y no tan lejos: Antón García Abril, Paco Grau... Muchos estudiantes lo aprenden todo aquí, luego se van al extranjero, que a lo mejor han hecho mucho o no tanto y, cuando vuelven, nombran al extranjero. A mí eso no me gusta.

«No es necesario viajar fuera de España para formarse musicalmente»

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Como norma general, la gente es muy ingrata. 

Ingratos. Para mi, sí. Y hay muchas envidias. Puede ser que sea algo complejo, pero la sociedad española a los músicos tampoco nos ha tratado bien. 

Tras el bachillerato me volqué en la música. A mi madre, Carmen Hernández (qué maravilla de madre…), cuando las gentes me veían hacer música, le decían: «Salvador es muy inteligente». Un día toqué algunas obras de Mozart y le dijeron: “¿Además de estar estudiando música, qué carrera está haciendo?” 

A los músicos en España siempre nos han tenido «en modo menor». No han tenido en cuenta a la música como una carrera, y si se quiere ser un músico completo hay que estudiar mucho y de forma continua.

Usted sigue trabajando como siempre

Sí, aunque últimamente me han pasado cosas desagradables. En 2020 perdí a mi señora. El año pasado el rector de la basílica de la Virgen me encargó un himno para conmemorar el centenario de la coronación de la Virgen de los Desamparados. Lo hice estando mal de salud, con un cáncer que hoy ya he superado, pero lo hice porque creo en Dios y tengo una gran devoción por la madre de Dios. Perder un hijo, a tu esposa… y aún así se sigue…

¿Y cómo se sigue?

Tras el fallecimiento de mi hijo, gracias a lo que me dijo aquel médico, empecé a trabajar y a pensar en que ellos, como yo creo en Dios, estarán en un lugar… «la muerte no es el final. Tan solo están en la habitación de al lado» (San Agustín). En el año 90 empecé a componer una obra de la que estoy muy satisfecho y que, sin embargo, nunca hubiera querido escribir: el Tríptico elegíaco para un percusionista, que estrenó la Joven Orquesta Nacional de España con Edmon Colomer. Es una obra dedicada a Salvador. 

A mi señora, en 2021 le dedicamos un CD, mis hijos y yo y otros profesionales que nos tienen afecto. Yo querré hasta la muerte a mi señora porque me ayudó tanto… Siempre me apoyó, y eso vale mucho.

Salvador Chuliá

«A los músicos en España siempre nos han tenido "en modo menor"»

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Está ese sufrimiento en su música.

Puede que en algunos diseños me vinieran a la cabeza cosas que a mi señora le gustaban una barbaridad. Estaba enamorada de La oración del torero de Joaquín Turina. Y la cantaba…  Ella escuchaba esa obra y se emocionaba. Y yo, cuando estoy componiendo…, le mentiría si le dijera que en algunos momentos que estoy trabajando un tema en modo menor, no hay un pensamiento y conexión con María Carmen y con el dolor.

Eso forma parte de la obra, aunque la gente no lo entienda. Hay muchos que dicen que la inspiración no existe. No es cierto. La inspiración existe y mucho. Muchas veces tomando café me ha venido un diseño temático, he cogido una servilleta y lo he apuntado. 

¿Cómo se mantiene «en forma» musicalmente hablando?

Todos los meses hay que hacer una gran fuga a 4 y a 8. 

Esa formación ya casi nadie la tiene, ni en España ni fuera de nuestro país.

En la época en que estamos, noto la falta de las enseñanzas de ayer, de hoy y de mañana, como por ejemplo, el tener un buen cimiento de armonía, contrapunto, fuga y composición. De todas maneras la inspiración te la proporcionan muchas cosas. Yo escribí mis Tres cuadros sinfónicos inspirado en la obra de Joaquín Sorolla. Una sombra de un cuadro lo puede poner el sonido de una trompa, y muchas veces con sordina. Cuando la pintura es brillante tenemos las trompetas, por ejemplo. Y la cuerda, que es sublime, y que te permite hacer tantas cosas… No quiero pecar de vanidoso, pero conozco las posiciones de todos los instrumentos y de todas las épocas. Me preocupé mucho de tener esta formación, hasta el punto de que puedo aconsejar, por ejemplo, a un trompetista, como tocar ciertos fragmentos. El compositor tiene que ser alguien inquieto y, aunque cumpla años, no tiene por qué ser viejo.

Su papel en el Conservatorio «José Iturbi» ha sido importantísima.

En la época de Roca Coll era una escuela municipal de música, pero estaba abandonada por los políticos de la época. Yo luché mucho porque se hiciera un conservatorio y se hizo. Antes había tres sedes y yo conseguí tener un solo edificio en la Avenida de Baleares. La plantilla pasó de tener 23 profesores a 62, una labor que realicé en colaboración con el concejal de educación y la alcaldesa, Rita Barberá, que nos ayudó mucho. Yo me jubilé en 2014 y ahí queda la institución, con especialidades tan específicas como la de clave o flauta de pico.

En cuanto a su labor como director de orquesta, ¿qué destacaría?

Me alegra mucho la pregunta. Durante 22 años fui director de la banda «La Artesana» de Catarroja, una banda que dirigió en antaño el gran maestro José Manuel Izquierdo Romeu, alumno predilecto de Bartolomé Pérez Casas. En el año 1969, cuando cogí la banda, eran un total de 60 músicos y en 1991, cuando la dejé, la cifra ascendió a 150, muchos de los cuales tuve el privilegio de formar integralmente y que ahora ocupan diversos puestos importantes en el mundo profesional. Por aquel entonces, ganamos premios importantes como la «Mención de Honor» en el Certamen Internacional Feria de Julio de Valencia (1982); grabamos tres discos; formé la coral polifónica juvenil «Antonio Claverol». También obtuvimos el Premio de Composición «José Manuel Izquierdo», donde estrenábamos la obra premiada… En fin, fue una etapa muy bonita donde estrené, además, muchísimas composiciones. 

Más allá de mi actividad en «La Artesana», también fundé la Banda Sinfónica del Conservatorio «José Iturbi» en 1986, y la Orquesta en 1994 (ambas las dirige actualmente mi hijo Vicente de manera magistral); y como invitado, he dirigido muchas agrupaciones como la Banda Municipal de Alicante, la Orquesta Municipal de Valencia, etc. 

«El sufrimiento forma parte de la obra musical, aunque la gente no lo entienda»

«El compositor tiene que ser alguien inquieto y, aunque cumpla años, no tiene por qué ser viejo»

«La inspiración existe»

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¿Cómo compositor, de qué obras se siente más orgulloso?

Tengo de todo, pero hay una obra, la Sinfonía mediterránea

La conozco. Qué precioso el vals…

Gracias. Y la fuga final es original… La obra responde a un encargo del gerente de la Orquesta de Valencia, Ramón Almazán. La estrenó Enrique García Asensio y también la ha dirigido mi hijo, Vicente Chuliá, con un éxito apoteósico. Estoy muy orgulloso de que un hijo mío tenga esas aptitudes tan amplias. 

¿Cuáles han sido sus principales influencias como compositor? 

J. S. Bach me cautiva desde siempre, pero también Joaquín Turina, Manuel de Falla, Julio Gómez, Tomás Luis de Victoria… Todos ellos me han influido un poquito.


¿Cómo ve la composición de hoy?

La veo llena de confusión. Hoy se quieren buscar efectos o «novedad» antes que hacer música. No se presta atención a los grandes, ni se estudian con toda la paciencia y seriedad. Además, el compositor hoy es un experto informático que sabe editar, «cortar y pegar», etc., pero no está dentro del espíritu de la música, en sus entrañas. A mi juicio, faltan músicos de estirpe en el mundo de la composición, y eso es grave para nuestro querido arte. 

¿Y su poética?

Pues hay diseños con la sexta napolitana, un uso de la armonía alterada y determinados recursos que no se ven en otras partes.

«En la composición, hoy se quieren buscar efectos o «novedad» antes que hacer música»

«El compositor hoy es un experto informático que sabe editar, «cortar y pegar», etc., pero no está dentro del espíritu de la música, en sus entrañas»

«A mi juicio, faltan músicos de estirpe en el mundo de la composición, y eso es grave para nuestro querido arte»

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Usted ha sido un gran amigo de Maurice André, para muchos el más importante trompetista que ha existido.

Al decir su nombre me ha tocado la fibra. Sí, nos hicimos grandes amigos. Él tenía un hijo que se casó con una chica de Navajas, en Castellón, y realizaba cursos internacionales de trompeta. En uno de ellos yo toqué La malagueña a la guitarra (porque yo cultivo la mandolina, el laúd y la guitarra). André hablaba español bastante bien. Así nos conocimos. Después, mi hijo Ernesto estuvo en un concurso en París y André se sintió cautivado cuando tocó una obra de Enescu, así que estudió con él mucho y acabamos juntándonos las familias.

En 2006 el Ayuntamiento de París me encargó, por mediación de André, aunque él nunca me lo dijera, la obra obligada para el Concurso Internacional «Maurice André», y compuse Encargo de París.

También nos unimos por la desgracia de perder a un hijo. El suyo falleció haciendo alpinismo, a temprana edad. Un día estando los dos añorando a nuestros hijos, dijimos: «A los dos nos han pasado cosas que no se pueden olvidar. Podríamos hacer algo para rendir homenaje a nuestros hijos», e hicimos el CD Encuentro entre dos estirpes, donde participa su otro hijo, Nicolás André y su hija, Beatriz, que es oboísta. Para ese disco escribí una obra que titulé Homenaje a Maurice André y que el propio trompetista interpretó con mi hijo Vicente a la batuta. 


¿Se siente usted querido y reconocido en su tierra?

En Valencia mucho, porque han visto mi labor. Hay centenares de alumnos en el conservatorio que han bebido de mis enseñanzas. Tengo un alumno predilecto, el pianista Josu De Solaun, que va a estrenar este año mi obra Homenaje a George Enescu. Muchos aún me piden clases de composición, pero lo que me quede de vida quiero explotar componiendo obras de distintos estilos, porque para enseñar te tienes que volcar, y uno ya se hace mayor. Josu fue un buen alumno mío, le diría que un alumno predilecto. Trabajó conmigo y se marchó a EEUU pero se iba con carpetas de armonía. Era un chico muy trabajador y ha hecho buena carrera. De mis hijos, estoy, no orgulloso, sino lo siguiente, y en mi corazón, mi esposa y mi hijo Salva, que en paz descansen.

Salvador Chuliá

«Maurice André y yo nos hicimos grandes amigos»

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¿No cree que se han perdido importantes valores de antaño?

Sí, yo creo que, por ejemplo, la educación de un hijo tienen que ser en la casa. Los padres son el espejo de los niños. Si a los 5 años ya les dan móviles no veo la sociedad acertada en ese punto. Hay de todo, pero yo no estoy satisfecho. Los valores tendrían que ser más profundos. La fraternidad, la amistad sincera... El querer ayudarnos a cambio de nada. El poner una línea roja a la envidia y a los egos y el ayudarnos los unos a los otros, pero eso no abunda. De todos modos, tengamos fe, porque a ver si se puede cambiar –aunque no lo veo fácil– en la política y en todo, principalmente porque en los estamentos muchas veces no están las personas más rectas y más justas e inteligentes. Hay diputados que les hace falta leer. No está bien estructurado el mundo en el caso de la música y de otras muchas cosas. La envidia y los celos los cambiaría por la amistad, la fraternidad y el querernos. Si yo hoy soy amigo de usted, que sepa que si nos necesitamos, estamos ahí a cambio de nada. Hay que inculcar estas cosas a la juventud. Yo lo intento pero no es fácil. 

A lo largo de mi vida he estudiado mucho a pintores, escultores, escritores de poesía, santos filósofos como Santa Teresa de Jesús, Santo Tomás, San Juan de la Cruz… Yo aprovecharía para animar a la juventud, y a los no tan jóvenes, a que beban de todas esas fuentes y de las que vayan saliendo, y que sean honrados con ellos mismos; que hagan el bien y no miren a quien. Bueno, no sé si a veces hay que mirar a quien, pero hacer el bien es importante. Y tener fe, porque tener fe es lo único que me está ayudando.

Salvador Chuliá
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